1. “La sociedad moderna deja describirse como una conquista de la simultaneidad.”

¿Qué está haciendo el otro precisamente ahora? El Aleph de Borges es la simultaneidad no solamente de todas las personas, sino del pasado, del presente y del futuro: el protagonista descubre las cartas de la amada, Beatriz Viterbo, que le revelan de quién está enamorada; para colmo, el amante es Carlos Argentino Daneri, acérrimo rival literario de él por culpa de un premio al que ambos aspiran. Y el futuro deja adivinarse: si no hubiera muerto, Beatriz seguiría disfrutando de íntimos momentos gozosos con Daneri.

El descubrimiento de la doble simultaneidad de tiempos y personas se agudiza con los nombres: Argentino parece ser representante de toda la Argentina; Beatriz, de toda la tradición literaria, así sea en antítesis, pues no condice precisamente con la castidad intocable de Beatriz Poltinari, la musa de Dante, y aun así la evoca; además, Viterbo es el verbo, decisivo para las letras, y tal vez alude asimismo al verbo encarnado: ella encarna el verbo, que en todo caso es para otro, no para el protagonista.

La doble simultaneidad se duplica de nuevo si es una simultaneidad encarnada, pues el nombre vuelve esencia lo que solamente era circunstancia. De por sí, el enamoramiento es la cristalización de una ramita, según una célebre imagen de Stendhal: un modesto trozo de madera viva se embellece asombrosamente cuando lo cubren pequeños prismas de nieve.

(Según Fernando Torrentino, el cuento “El ramito de romero”, 1883, de Eduarda Mansilla, anticipa los temas e incluso ritmos de “El Aleph”.)

La mirada absoluta deja interpretarse como un don que en este caso al protagonista se le vuelve maldición. Asimismo, podría verse como una habilidad o como el fruto de un enorme esfuerzo tecnológico.

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El pensador de Rodin proyecta un gesto reflexivo que simboliza la interioridad crítica y el pensamiento autónomo. Crédito: Crédito: Wikimedia Commons (autor Andrew Horne, liberado al dominio público).
El pensador de Rodin proyecta un gesto reflexivo que simboliza la interioridad crítica y el pensamiento autónomo. Crédito: Crédito: Wikimedia Commons (autor Andrew Horne, liberado al dominio público).

2.-“El control de la simultaneidad apacigua nuestra angustia y nos exalta.”

Al final de El mundo de Guermantes, el duque y la duquesa se preparan para ir a una cena importante. Ya van con retraso. Al pie del auto se alza Charles Swann. La duquesa se mira y descubre que trae zapatos de un color inadecuado. Hay que ir a cambiárselos. De pronto el tiempo apremia. Imposible detenerse un segundo. Se despiden de Swann; le dicen que se verán más adelante. Él les aclara que ello es muy poco probable, pues tiene un cáncer terminal, según le ha dicho el médico.

Se presenta una disyuntiva arquetípica: o se quedan y reconfortan al viejo amigo o se mueven de inmediato. La simultaneidad se muestra contraria a las obligaciones sociales de los duques. El duque encuentra la solución: niega las evidencias.

––¡No les haga caso a esos médicos! ¡Usted vivirá muchos años! ¡Nos sobrevivirá! ¡Nos vemos pronto! ¡Adiós!

El carro arranca. Swann queda solo, a media calle. La simultaneidad se ha resuelto como una experiencia tranquilizadora para la pareja, así sea a costa de los hechos: Swann morirá poco después.

Una película de Stanley Kubrick comienza con un primate que arroja al aire el hueso de una víctima o un simple palo y el hueso o palo gira varias veces y termina transformándose en una nave espacial.

Tenemos las dos simultaneidades que acucian a la especie humana: la sincronía y la analogía de dos hechos distantes en el tiempo, pero equiparables y conectados.

Borges sintetiza esto mismo en un breve poema, “El desierto”: “El espacio sin tiempo. / La Luna es del color de la arena. / Ahora, precisamente ahora, / mueren los hombres del Metauro y de Tannenberg.” Metauro y Tannenberg nos remiten a dos batallas militares, ocurridas con miles de años de distancia.

Kubrick y Borges sugieren que el ser humano apenas cambia. Apenas modifica aspectos exteriores (el hueso o palo se vuelve nave espacial), pero la fuerza desatada permanece. Si nos es necesario, negamos la realidad como lo hace el duque de Guermantes y conservamos nuestras obligaciones y nuestras convicciones.

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El instante de contacto: una imagen que condensa creación, conexión y la tensión temporal entre divinidad y humanidad. Crédito / link: Archivo en Wikimedia Commons — “File:Creation_of_Adam_(Michelangelo)_Detail.jpg” (detalle de la obra). Licencia: dominio público
El instante de contacto: una imagen que condensa creación, conexión y la tensión temporal entre divinidad y humanidad. Crédito / link: Archivo en Wikimedia Commons — “File:Creation_of_Adam_(Michelangelo)_Detail.jpg” (detalle de la obra). Licencia: dominio público

3. “La sociedad moderna deja describirse como un soterrado duelo entre el relativismo y la búsqueda de principios y valores objetivos.”

Somos, en ocasiones, Sherlock Holmes. Pero al revés: a menudo negamos la evidencia. O la matizamos. La suavizamos. La silenciamos. O bien construimos un aparato ideológico en torno a una realidad que así queda constantemente velada.

“¡Qué insolencia para conmigo mismo! ¿Por qué he de creer que tengo hoy más talento que cuando tomé aquella decisión?”, se pregunta Fabricio hacia el final de La cartuja de Parma. He aquí una persona (personaje) que más de una vez se piensa con agudeza, sin velos. Podría atribuírsele otra frase de Stendhal: “No podemos aspirar al candor, esa cualidad del alma que no reflexiona sobre sí misma. Se es lo que se puede, pero se piensa lo que se es.”

Los valores y principios objetivos comienzan con la persona. Con cada persona. Y hacia ella confluyen. Entretanto van y vienen estructuras e ideologías y hábitos de todo tipo que influyen en tales valores y principios.

Desde hace milenios escuchamos voces que buscan y defienden valores y principios universales. El arte les resulta un ejemplo de objetividad para unos y otros: ¿quién niega la belleza superior de la Capilla Sixtina, de las novenas sinfonías de Beethoven y de Mahler, de Hamlet, de las esculturas de Rodin y de tantas otras figuras? Las opiniones diferirán, las salvedades se asomarán, las ideologías se interpondrán, pero estas obras y otras muchas europeas, americanas, orientales, africanas merecen percibirse como piezas superiores.

El resquebrajamiento de Europa durante la primera mitad del siglo xx, sobre todo por las dos guerras mundiales, se acompañó de una crisis de los principios y valores objetivos, que hoy se restañan y restauran dificultosamente desde múltiples foros. Faltan más voces fuertes en defensa de ellos. La mirada corta del nacionalismo excluyente es un ejemplo de posible obstáculo a proyectos en común de toda la especie humana.

“Se piensa lo que se es”: cada persona puede ser un refugio de análisis sereno y hondo, sin descartes apriorísticos. Mirar la propia realidad, tan dinámica, no es una tarea fácil.

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