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La vergüenza sonroja su rostro. La estafaron por teléfono y ella no puso ninguna resistencia; confió en el ladrón. Ese error, que ahora hace reír sin parar a la escritora Beatriz Espejo, lo utilizó como trama del cuento “La señora Rumorosa”. Ahí una ama de casa recibe la llamada de un supuesto amigo, Rogelio, quien le pide dinero para pagar una mordida, con la promesa de depositárselo en cuanto llegue al primer OXXO que vea. Ese relato, admite con humor la autora, le costó cerca de dos mil pesos.

En entrevista, la Premio Nacional de Artes y Literatura (2024) de 85 años confiesa que esa historia es uno de los cinco nuevos cuentos reunidos en la reciente antología publicada por el Fondo de Cultura Económica. “Son cuentos que no había publicado antes en un libro; salieron en revistas. Creo que suman ya 66 cuentos, pero tengo muchos más”.

Hay un cuento donde una mujer viuda desde años sigue la rutina de casada hasta que la estafan…

El cuento al que te refieres se llama “La señora Rumorosa”; es una mujer que atiende a su marido, que trata de ser buena esposa, que no tiene hijos, que es ama de casa muy cuidadosa y que cocina muy bien, pero recibe una llamada de un estafador y es tan ingenua que le cree.

Ahora, debo confesarte que cuando estaba en Valle de Bravo un tipo me llamó y caí en el engaño. Escribir ese cuento me costó 1500 o 2000 mil pesos.

¿Qué representa para usted el amor?

Creo en el amor… el amor hacia la pareja, de los hijos, el amor a la casa y el amor a los amigos. Sin los amigos, ahora que estoy viuda, me hubiera muerto; la amistad es un gran apoyo. Pero el amor lo consigues cuando tú también sabes dar, porque, como dicen: toda relación es de dos bandas; si tú no das algo a cambio, tampoco lo recibes. Hay gente que da y no recibe. En mi caso no, sí he recibido mucho cariño.

Uno de los cuentos nuevos es sobre Carlota y la elección de amor que hizo por Maximiliano.

Ese es otro de mis favoritos, “Miserere mei Deus”. En realidad, es absolutamente histórico. Discutí muchas veces con Guillermo Tovar de Teresa, quien iba a mi casa cada jueves, hablamos mucho sobre Carlota. Para escribir ese cuento, leí como unas 30 biografías de ella. No estaba loca; en ese momento era la mujer más rica del mundo porque su padre le había dado las minas del Congo belga, las minas de diamantes que estaban en posesión de Bélgica. Pero tienes razón, ella fue traicionada por Maximiliano porque ella sí lo quiso mucho, y él le puso los cuernos cada vez que pudo y le contagio la sífilis, por lo cual nunca pudieron tener hijos. En muchos de mis cuentos el amor sí se realiza, sí conocen la fortuna, pero en este no.

Otro de los relatos incluidos en la antología es “Si muero lejos de ti”, donde la protagonista es una mujer adulta que recorre el panteón francés Pere-Lachaise —en compañía de su cuidador— buscando nombres de celebridades que hicieron su mundo más hermoso.

¿Quiénes son para usted esas personas que le han aportado más tonos alegres a su vida?

Muchas. De joven, como fui una muchacha mona, tuve varios pretendientes. Después de escoger entre muchos me casé una primera vez; ese matrimonio no dio resultados porque era como dicen los franceses: l’amour fou, (un amor loco), un amor de te quiero, me quieres, te mato, nos matamos. Es decir, estábamos peleando todo el tiempo. Puse fin a ese matrimonio y, a los diez meses, me casé con Emmanuel Carballo, duramos 40 años.

Ese cuento al que refieres, como casi todos, tiene un poco de autobiografía. Pere-Lachaise, que es el cementerio en el que ocurre, lo conozco muy bien; estuve con Emmanuel muchas veces visitando las tumbas de autores célebres como Proust, Chopin y Delacroix. Está basado en mi mamá que era muy guapa, quedó viuda a los 43 años y nunca se volvió a casar. En los cuentos muchas cosas son reales y otras imaginadas.

La protagonista dice que muchos seremos muertos sin fama.

Todos llegaremos a eso. Hay grandes escritores que tendrán más fama que yo. Eso es algo que nunca he buscado.

¿Y la sensualidad? Siempre aparece en sus protagonistas

Sí, tienes razón. Qué bueno que lo notes. Quizá está ahí porque también soy sensual. Aclaro, no soy un tigre en la cama, pero sí soy sensual. Mis personajes son mujeres muy seguras y eso me lo dio mi papá porque siempre decía: ¿quién no va a querer casarse contigo?

¿El tema de la vejez le interesa?

La vejez es espantosa. La verdad es que la llevo muy mal. Podría decirte algo agradable, pero sería mentira. Siento que la vejez es horrible, empiezas a tener declinaciones, se te hinchan los pies, te salen ojeras. No sé. Hay veces que no te reconoces ni a ti mismo, pero no puedes hacer nada más que esperar la muerte y la muerte es peor.

En otra historia, a una mujer le dan un diagnóstico alarmante, le habla a su exmarido y menciona que el orgullo y la experiencia a veces son malos consejeros.

Son inherentes a la juventud, a medida que vas envejeciendo vas perdiendo, al menos, el orgullo, pero si no eres joven y no los tienes, te expones a muchas cosas. Confieso que también es uno de mis cuentos que más me gustan. Mira, los escritores somos grandes mentirosos, cogemos de aquí y de allá. En realidad, Marcos, que se llamaba mi primer marido, nos citamos en un café, yo ya estaba casada, tenía ya un hijo y de todas maneras fui a verlo. Pero cuando estuve con él hubo un descuido y acabó todo en un desastre.

Menciona a Agustín Yáñez, ¿lo invitó a su casa?

Ese cuento sí es totalmente autobiográfico, “La celebración”. En ese tiempo Yáñez era mi maestro y me preguntó muy en confianza que si creía que Pedro Páramo y La sombra del caudillo eran más importantes que Al filo del agua. Le respondí algo que sigo diciendo hasta la fecha: no, cada novela tiene su lugar en la literatura mexicana. En ese tiempo, después de ser maestro, lo nombraron secretario de educación y por ese entonces estaba en mi casa trabajando un mesero de nombre Delio, que era sumamente eficaz, pero era homosexual y Yáñez detestaba a los homosexuales. De ahí viene la historia de todo lo que hizo Delio para vengarse del desprecio que le mostraba Yáñez. La historia de ese cuento de humorístico.

La historia: ¿qué significa para usted?

Si no sabemos quiénes somos, tampoco sabemos a dónde vamos. La historia de México, que ha sido muy complicada, tiene momentos maravillosos y he tratado de aprovecharlos. La Universidad Autónoma Metropolitana editó un libro mío de ensayos, Oficios y menesteres, ahí hablo de muchas mujeres, entre otras, de las primeras pintoras, de las primeras periodistas, le di un especial capítulo a las monjas porque antes había un montón de conventos que se convirtieron en el banco del momento, porque para ser mojas de clausura pagaban alrededor de cuatro o cinco mil pesos, dependiendo de la orden. Ahorita nos parece una cifra muy pequeña, pero en ese momento con 300 pesos comprabas una casa en el primer cuadro de la Ciudad de México. O sea, imagínate la cantidad de dinero que acumularon. Por eso creo que Benito Juárez exclaustró los bienes de la iglesia.

¿Afirmaría que ¿Dónde estás, corazón? es su novela mejor lograda?

Es la mejor, voy a tratar de ver si la reeditan. Ahí sí, todos los personajes son mujeres, salvo dos hombres. El tema lo encontré haciendo otro libro sobre una monja que se llamaba Sor Sebastiana de todas las Vírgenes. Estaba leyendo en muchas bibliotecas, en la parte reservada, cuando me encontré con un personaje que se llamaba Francisco de Santa Cruz, su nombre llamó mi atención y leí la historia. Este hombre nació en el siglo XVIII, era un personaje de un esplendor notable. Si tú le decías ‘qué bonitas son tus cadenas’, se las quitaba y te las regalaba; y todos los días daba de comer a 200 personas.

Ese es uno de los personajes masculinos que aparece. El otro es el marqués que fundó un convento para monjas cacicas. Lo que queda del convento está exactamente enfrente del Hemiciclo a Juárez de la Ciudad de México. Las monjas cacicas eran mujeres indígenas que, a pesar de la conquista, habían quedado muy ricas; sus padres las enviaban al convento porque daba una cierta dignidad tener una monja en la familia.

¿Sigue leyendo sobre estos personajes que le intrigan?

Vuelvo muchas veces a autores que para mí fueron muy importantes: Katherine Mansfield, sobre todo, Ernest Hemingway, F. Scott Fitzgerald, Truman Capote y Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Ahora estoy leyendo los diarios de Katherine Mansfield y me di cuenta que, tal y como me ocurrió a mí —no es que me esté comparando—, pero creo que es parte de un proceso. De los primeros textos que escribí a los últimos hay una gran brecha. Al principio me estoy formando un estilo, cuando escribí El cantar del pecador ya lo tuve y con Alta costura ya era dueña de mí. Al final, ya jugaba con la literatura y escribía lo que quería.

¿Escribe su autobiografía?

Sí. Aún no le encuentro título. No sé si ponerle nada más Memorias, El tren del olvido o El tiempo pasa. No sé.

¿Ya acabó el libro?

Sigo en proceso. Tiene 250 páginas y yo creo que llegará a 300. Cuento desde que nací. Me he detenido en el momento que murió Emmanuel, por eso te digo que sí creo en el amor y también en la pareja.

Vendrá de ahí su atrevimiento de buscar a Borges y ¿a qué otros?

Lo de Borges fue muy importante. Tenía 22 años. Mi vida ha sido todo un atrevimiento, ¿qué te diré? Me casé dos veces, fui jefa de Acción Educativa del Departamento del entonces Distrito Federal y dirigí a 300 personas. No soy una mujer pasiva, soy activa, a pesar de que ahora, por la vejez, me cuesta la movilidad. Pero sí, Borges estará en mi biografía y también María Kodama, a la que pongo del asco.

¿Qué ha pasado con la biblioteca de Emmanuel Carballo?

Realmente no sé qué hacer con ella, es enorme. No sé si donarla a la Universidad, pero ya no tiene cupo para una biblioteca de ese tamaño, o enviarla a Europa. Eso lo tengo que decidir con mi hijo.

¿Compartían biblioteca o cada quien tenía sus libros?

No, compartíamos biblioteca. Hay otra en Valle de Bravo, donde tenemos una casa, esa sí es mi biblioteca personal. La que tenía antes de casarme.

¿Se quedará allá?

Ese es otro problema. Voy a Valle de Bravo cada 15 días. Mi casa está en Avándaro y es bastante bonita.

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