Esta obra, publicada en la colección Vindictas. Novela y memoria de Libros UNAM, se presentará en la Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios (Filuni) el jueves 28 de agosto a las 16:00 horas en el Foro Miradas al sur, en compañía de Arelis Uribe, Natalia Cisterna y Valeria List.

Muy considerada Mercedes Valdivieso:

Acabo de terminar de leer su ópera prima: La brecha, publicada en 1961. Confieso que desconocía su existencia y que es la primera vez que leo su trabajo. Ha sido un azar, de esos maravillosos, el que ha cruzado nuestros caminos. La gran Socorro Venegas (quien alguna vez me invitó a prologar una novela de Marta Brunet; invitación que debí declinar por una dolencia en la espalda que me impedía escribir) me ha contactado esta vez para escribir el prefacio de una nueva edición de vuestra novela La brecha; edición afiliada a la colección Vindictas de la matriarca educativa de Latinoamérica, la UNAM.

Mi estimada Mercedes, somos colegas de un oficio difícil de ejercer, en especial para nosotras, las mujeres, pues sobre nuestras carreras recae siempre la sospecha de la necedad, del plagio, de la impostación. La palabra de la mujer subvalorada a segunda categoría. No obstante, cada día se abren caminos para nuestra hermandad, gracias a propulsoras como usted, cuya obra nos ayuda a ejercer la labor literaria con más convicción y enjundia.

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Crédito: Memoria chilena / Biblioteca Nacional de Chile
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Le decía, acabo de terminar de leer La brecha, su primera novela, y me ha sorprendido empatizar con la experiencia de una mujer tan distinta a mí. Cada vez que nos enfrentamos a otros, en ese encaje que es el vínculo y la comunicación, espontáneamente olfateamos nuestras similitudes y distancias. Somos diferentes en el origen de clase, Mercedes, lo adivino por lo vinoso de su apellido, por la profesión de su padre médico, por sus antecedentes latifundistas; entonces, como mujer de apellido vasco popular, de origen proletario y sin un cuadrilátero de tierra donde echar los huesos, me asombro con humildad por hallarme en la mujer anónima que protagoniza su novela. Una mujer que se rebela a cumplir el destino socialmente signado. Una mujer que increíblemente me recordó a mi abuela y mi madre, ambas obreras, pues todas ellas, por tener hambre de libertad e independencia, debieron renunciar a la tramposa comodidad de tener un hombre que las mantuviera.

La protagonista de La brecha (quien según las pistas que entrega la obra ha nacido en la década del cuarenta, tal como mi abuela hortalicera) con bastante lucidez reconoce el matrimonio como una prisión cuando el amor está ausente. Sin amor, las nupcias son una cárcel, en la que el cuerpo de la mujer es una ofrenda condenada a la satisfacción hacendosa y sexual del hombre. Afortunadamente librada de la primera imposición –por su condición de señora que dispone de servidumbre– la anónima narradora de esta historia no se sacude de la segunda. Escribe usted en un pasaje, en el que la protagonista acaba de discutir con su esposo y él, como toda solución, así actúa: “El sexo fue el gran amortiguador. Se sirvió de él una vez más, intensa, angustiosamente”. Repta por estas páginas, vez tras vez, el lacerante léxico de la dominación masculina. Se describe un hombre que grita “¡eres mía!” en el acto sexual, que persigue a su exesposa por las calles para demandar que regrese, que la espía a través de las persianas de su nueva casa de separada, que se niega a firmar los papeles de separación/nulidad, que busca la reconciliación a través del “love-bombing” o bombardeo adulatorio para recaer rápido en la amenaza, bajo la cual habita el potencial feminicida: eres mía o no eres de nadie. Eres mía o de la muerte.

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Es la tragedia del hombre que ha buscado una mujer sumisa y el universo le ha concedido una rebelde. Usted, Mercedes Valdivieso, se invistió feminista. La cito: “Si haberse interesado en la otra mitad de la especie que no tiene voz es ser feminista, lo soy”. Comulgo con sus palabras, para mí, feminismo es la búsqueda de libertad (ergo, de expresión de la propia voz) y de la capacidad de entrelazarse socialmente para alcanzar dicha libertad. En La brecha la protagonista vive en los años cincuenta del siglo XX, es una señora cuica con la osadía de terminar su matrimonio, tener amantes, vivir sola con su hijo, realizarse un aborto. Es una porfiada que, so pena de la condena social, ha elegido ser ama de sí misma. De ahí que se haya catalogado esta novela como la primera obra feminista de Latinoamérica. De ahí que usted, mi querida Mercedes, haya comenzado un legado literario del cual recién me acerco a beber, pero del que insospechadamente ya me he servido. Escribo porque antes de mí escribieron otras; escribo porque el destino cruzó en mi camino a autoras que han sido mis maestras. Pienso en Diamela Eltit, a quien tuve la suerte de conocer en Estados Unidos y quien tuvo la generosidad de leer y comentar textos míos. Eltit, feminista acérrima, fue vuestra discípula. Así, unidas por los misteriosos eslabones de la creación, estamos usted y yo más cerca de lo previsto.

Otra que nos une más allá del tiempo y el espacio es la afición por la gran maestra Gabriela Mistral. Confieso (si me permite el “spoiler”) que fue una sorpresa conmovedora leer el capítulo en el que la protagonista asiste al funeral de la Mistral en Nueva York, homenaje metaliterario que además nos ayuda a situar la novela temporalmente: estamos en 1957 y la primera mujer hispanoamericana en obtener el Premio Nobel de Literatura acaba de morir a los sesentaisiete años en un hospital neoyorquino. Una coincidencia adicional nos concatena al infinito, mi apreciada Mercedes, pues yo también viví en Nueva York y allí conocí a Diamela Eltit y fue en Nueva York donde descubrí a Sylvia Plath, cuya brillante novela The Bell Jar encontré en un acopio de libros tirados en la vereda. No puedo evitar vincular el espíritu de La brecha con la obra ficcional y biográfica de Sylvia Plath. Quizá supo usted, Mercedes, de la vida y muerte de Plath, gran poeta, narradora y dibujante estadounidense. Dicen que se mató de oprimida y deprimida. En The Bell Jar, Plath despliega las vicisitudes de una joven que persigue el casamiento porque ha aprendido que es su deber ser; sin embargo, una vez casada, el calabozo del matrimonio la angustia al punto de recibir electroshock para apaciguar su tristeza y contumacia. Esa narradora, sabemos, se parece demasiado a Plath, quien se suicidó para escapar de un marido que la encasillaba en el cuidado de los hijos y no le permitía desplegar sus alas literarias.

La personaje de Plath fue guerrera de su autodeterminación en Nueva York, lo mismo que la adalid anónima perfilada por usted en su obra, mi admirada Mercedes, lo mismo que yo en los años que pasé en la city. Parabienes para aquellas luchadoras que deciden resistir en un mundo tantas veces violento e insufrible. Alegría de que su personaje, Mercedes, haya elegido la difícil y hermosa empresa de sobrevivir, y no el otro camino, también difícil, de la muerte deliberada, como Silvia Plath.

La pasión indomable de la protagonista de su novela, Mercedes, igualmente me ha recordado a las heroínas de María Luisa Bombal. Las mujeres de La última niebla, La amortajada y El árbol están ávidas de amar con entrega radical, son señoras ricachonas insumisas, que con valentía abandonan matrimonios infelices, duermen con amantes anónimos, buscan rabiosamente asir aquello que las haga vibrar, en esta vida brevísima, que sólo vivimos hacia adelante y que más nos vale disfrutar.

Con una prosa límpida y ágil, La brecha se lee con asombrosa velocidad y avidez, alcanza ese punto candente en el que la lectora desea conocer el final, saber cómo termina la historia. ¿Cuál será el destino de esta indómita mujer anónima? Ella, que pese a los privilegios que su clase pituca (a saber: servidumbre, dinero, contactos) se mantiene en la vulnerable incertidumbre de la fuga. La vida es lucha, querida colega, y así lo perfila su obra.

Me he encontrado en estas páginas, querida mía, porque también batallo día tras días para sobrevivir por mí misma del oficio escritural. Soy una obrera de la literatura. Hay un personaje secundario en este libro, nombrado al pasar, un tío de la protagonista dedicado a la pintura, que desde que tomó el lápiz se abocó a vivir de la tarea de artista plástico. En un pasaje se relata su muerte, en sus últimos momentos, el pintor expresa su anhelo de que lo sepulten en un camposanto común, sin opulencias. “He pintado al pueblo; con él quiero morir”, dice. Me encontré en ese pequeño discurso, querida mía, ya le he narrado mi origen, ya ha de comprender por qué.

Muy apreciada Mercedes Valdivieso, quiero despedir esta carta dándote las gracias por cruzarte en mi camino, tomándome la libertad de tutearte, por ser una mujer invicta al paso del tiempo, fortuna la mía de poder prologarte.

Prólogo de La brecha, de Mercedes Valdivieso, escrito por Arelis Uribe

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