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Las últimas semanas hemos hablado de Platón, quien fue eje de otros grandes pensadores hacia el siglo XIX —de los cuales hablaremos después—; pero, antes de ceder el espacio a Aristóteles, no olvidemos al maestro e inspiración de Platón: Pitágoras. Su influencia se manifiesta en diversos aspectos de la filosofía platónica y se puede resumir en el siguiente punto: las matemáticas son fundamentales. Tanto Platón como Pitágoras creían firmemente en el poder de las matemáticas para comprender la realidad. De hecho, Pitágoras fundó una escuela basada en el estudio de los números, la esencia de todas las cosas. Platón adoptó esta idea y la desarrolló en su teoría de las Formas, donde las entidades matemáticas perfectas son el modelo de todo lo que existe en el mundo sensible. Dicho de otra forma, las matemáticas son un canal de comunicación y hacen visible todo aquello que es inteligible.
Ambos compartían una inquietud por conocer la verdad última de las cosas. Pitágoras buscaba esta verdad en los números y en las relaciones armónicas, mientras que Platón la situaba en el mundo de las Formas, más allá de la realidad sensible. Lo anterior nos acerca a la metafísica de Aristóteles, la cual nos ocupará en gran medida. Tanto Pitágoras como Platón fundaron escuelas donde se impartía una educación que abarcaba desde las matemáticas y la filosofía, hasta la música y la gimnasia, pues creían que la educación era fundamental para el desarrollo humano y la construcción de una sociedad justa.
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A su manera, también creían en la reencarnación, una idea con la que explicaban el sufrimiento humano y la injusticia. La reencarnación justificaba porqué las almas sufren en esta vida y daba la esperanza de alcanzar la felicidad en otra. Suena reduccionista, no obstante, la reencarnación está ligada, tanto en Platón como en Pitágoras, a un proceso natural de la vida atada a la materia y a la verdad de las cosas. Pitágoras vivió en una época en la que la filosofía griega era incipiente y, aunque parte de su vida es un misterio, se sabe que fundó una escuela en Crotona, en la actual Calabria, Italia, donde enseñaba a sus discípulos sobre la armonía y la proporción.
Para Pitágoras y sus seguidores, los números no eran meras herramientas matemáticas, sino principios fundamentales del universo; creían que todo podía explicarse a través de las relaciones numéricas y las proporciones matemáticas. Esta creencia se ejemplifica en su famoso teorema sobre los triángulos rectángulos. El teorema de Pitágoras, por ejemplo, establece que en un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa, es igual a la suma de los cuadrados de los otros dos lados. Esta simple pero poderosa relación no solo es fundamental en geometría, sino que también ha tenido aplicaciones prácticas en ámbitos como la arquitectura y la física.
La visión pitagórica del mundo era profundamente mística y metafísica. Pitágoras enseñaba que las almas eran inmortales y pasaban por ciclos de reencarnación. Esta transmigración de las almas, o metempsicosis, influyó bastante en su ética y estilo de vida. La pureza del alma y su liberación del ciclo de reencarnaciones eran objetivos centrales de la vida pitagórica. Uno de los legados más significativos de Pitágoras es su influencia en Platón; éste, a través de su maestro Sócrates, integró muchas de las enseñanzas de Pitágoras a su propia filosofía, sobre todo en lo relativo a la relación entre las matemáticas y la realidad.
En La República, Platón narra el “Mito de Er”, una alegoría que describe el destino de las almas después de la muerte y su reencarnación. Este mito refleja la influencia de las creencias pitagóricas sobre la transmigración del alma y la importancia de la vida virtuosa para alcanzar un destino favorable en la próxima vida.
Asimismo, Pitágoras y Platón compartían la creencia en el valor central de la educación para la formación del carácter y la búsqueda de la verdad. La academia platónica, al igual que la escuela pitagórica, no se limitaba a la enseñanza de conocimientos prácticos, sino que buscaba cultivar una comprensión profunda y filosófica del mundo y del ser humano. Pitágoras veía el cuerpo como una prisión del alma, una idea que Platón desarrolló más ampliamente en sus diálogos, argumentando que el conocimiento verdadero solo es alcanzable cuando el alma se libera de las distracciones del cuerpo.
La influencia de Pitágoras en Platón no solo se limitó a su vida y obra, sino que se extendió a través de los siglos en la filosofía occidental. Las ideas pitagóricas, a través de Platón, llegaron a formar parte integral del pensamiento de filósofos como Aristóteles, los neoplatónicos y, más tarde, los pensadores del Renacimiento. Pitágoras de Samos, a pesar las imprecisiones y la mitología que rodean su figura, dejó un legado profundo y duradero en la filosofía y la ciencia. Su influencia en Platón, y a través de él, en toda la tradición filosófica occidental, es testimonio de la perdurable relevancia de sus ideas. La búsqueda de la verdad, la armonía del cosmos y la inmortalidad del alma siguen siendo conceptos centrales en el pensamiento filosófico, gracias a la visión pionera de este antiguo sabio griego.
Platón ha sido odiado y amado desde sus tiempos hasta la fecha; fue querido por ser pionero en muchos campos de la filosofía, desde la teoría de las ideas hasta la ética y la política. Sus obras proporcionaron un marco conceptual que influyó profundamente en el pensamiento occidental. Fundó la Academia en Atenas, una de las primeras instituciones de educación superior en el mundo occidental, que atrajo a numerosos estudiantes y pensadores de la época. No obstante, las implicaciones políticas de sus ideas fueron temidas por algunos como potencialmente desestabilizadoras. Su propuesta de una ciudad-estado ideal, en La República, sugería cambios radicales en la estructura social y política, además de que fue criticado por sus ideas religiosas y filosóficas que a veces chocaban con las creencias tradicionales. Su visión del alma y la inmortalidad, así como sus diatribas respecto a los mitos tradicionales, causaron controversia entre los defensores de las tradiciones religiosas establecidas.