Uno de los juegos de infancia de Isaac Hernández y sus diez hermanos era organizar presentaciones de ballet en el jardín de su casa ubicada en Guadalajara, Jalisco, pero no se trataba de cualquier entretenimiento improvisado, era una gala artística donde invitaban a sus padres y vecinos como público y donde simulaban desde el valet parking, hasta el cobro en taquillas, el diseño de vestuario y la búsqueda de patrocinadores.
Ese divertimento, junto con las clases de danza que sus papás les impartieron en su hogar, convirtió a Isaac Hernández en el niño prodigio que a los ocho años decidió ser bailarín, esfuerzo que se materializó tres años después al ganar la medalla de oro en el Youth American Grand Prix de Nueva York, eso significó su pase para iniciar estudios en la Rock School for Dance Education en Filadelfia, Estados Unidos.
Desde entonces, la carrera del artista mexicano ha ido en ascenso: fue contratado como bailarín principal en el Ballet Nacional de Inglaterra donde estuvo bajo la dirección del legendario Mikhail Baryshnikov, después trabajó con el Ballet de San Francisco, en 2018 obtuvo la Benois de la Danse y el pasado mes de junio debutó con el American Ballet Theatre.
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Sin embargo, ese momento no estuvo exento de complicaciones. “Hace un mes de gira con el American Ballet me rompí el ligamento de mi mano derecha. Gracias a que David Kulber me operó hace cuatro semanas, me he logrado recuperar en tiempo récord para estar listo para mi debut en el @MetOpera en NY”, escribió Isaac Hernández en sus redes sociales antes de la presentación del ballet Giselle, donde dio vida a Albrecht, acompañado por la bailarina Isabella Boylston.
Sobre ese debut en el Metropolitan Opera House, escenario que por primera vez pisa un mexicano, el bailarín mencionó que fue un recordatorio del apoyo que ha tenido de sus padres y maestros; así como “una manera de recordarle al mundo que también desde el patio de una casa puede nacer la excelencia. Las circunstancias no deben determinar el destino”.
En entrevista, el bailarín habla de sus interpretaciones: Leontes de El cuento de invierno y el príncipe Sigfrido de El lago de los cisnes; así como de su participación en la película Dreams (Michel Franco, 2025) y de sus satisfacciones por organizar desde hace once años Despertares, producción que reúne a los mejores bailarines del mundo —en esta ocasión, el próximo 30 de agosto— en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México.
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En el American Ballet Theatre das vida a personajes enamoradizos, ¿te identificas con ellos?
Algunos de los personajes que interpreto con el American Ballet, Giselle y El lago de los cisnes, los he bailado en Holanda, Inglaterra y Rusia, pero me emociona mucho tener la posibilidad de bailar en el rol de estos personajes ahora frente a un público nuevo y en una etapa muy diferente de mi carrera.
Sí, me considero un romántico en mi vida, sobre todo porque creo que para ser artista tienes que tener un nivel de romanticismo que te permita acceder a tus emociones rápidamente, eso es una prioridad. No obstante, en esta temporada también tengo uno de los personajes más horribles que he bailado en mi carrera profesional: el Rey Leontes en El cuento de invierno de William Shakespeare. Es un personaje que lo consumen los celos, comete atrocidades por esas emociones que lo llevan a perder a su hijo y a su esposa. Es un personaje muy complejo. Lo estrené recientemente con la compañía en California y ahora me emociona traerlo al Met.
Este momento de mi carrera no sería tan interesante si siguiera bailando Romeo y Julieta, El lago de los cisnes y Giselle en Nueva York. Me gusta que me reten con personajes más oscuros, que también son difíciles de redimir para el público. Es un reto encaminarte hacia todo lo malo del personaje, perderte en ello, entonces el público se desconecta y ya no hay cómo justificar ni el perdón ni la simpatía. Es dificil hacer conectar al público con eso.
¿Hubo algún momento que te hiciera pensar en abandonar la danza?
Sí, algo que he tratado de no perder de vista es que he sido una persona privilegiada a lo largo de mi carrera. Llevo años viviendo esas experiencias increíbles, entonces se puede pensar que cualquier sueño que imagine profesionalmente, lo puedo cumplir, por ejemplo, estar en producciones de películas, de series, de representar a grandes marcas…
Me considero afortunado de haber vivido esas oportunidades, pero no han estado ahí sin la contrapropuesta de las lesiones, de la demanda física, del tiempo, de ciertos niveles de soledad porque me fui de casa desde muy niño, crecí con otra idea de lo que significan los padres a la hora de tomar las decisiones profesionales, algunas muy difíciles que llevan consecuencias personales, pero es constantemente una negociación entre tu ambición personal, profesional y entre lo corto de esta carrera.
He considerado dejar la danza por muchas razones, por lesiones o por circunstancias de tiempos o de prioridades, pero en este punto entiendo que es fundamental para mi vida y para mi persona. No tomo clases una semana y soy una persona diferente; necesito estar en el salón de ballet, necesito bailar, necesito escuchar la música, necesito vivirla, es algo esencial para para mí. Creo que es importante que la gente sepa que no es un camino meramente recreativo, conlleva muchos sacrificios, como todo en la vida: es una constante negociación de prioridades.
La danza es efímera: ¿qué debe hacer el bailarín para perpetuar su arte en la memoria del público?
Eso es algo que hace que esta profesión sea tan adictiva y que luches por tener a tu disposición la mayor cantidad de herramientas técnicas, físicas y emocionales. Creo que eso no es posible si tú no te cuestionas y te alimentas de contenido artístico, emocional y de la vida misma. El trabajo del bailarín, para lograr ese impacto, va mucho más allá de los escenarios, es una situación de confianza, de tener la vulnerabilidad de exponerte y presentarte de una manera honesta, libre, abierta porque cuando ya estás sobre el escenario es imposible entender la situación en la que llegan las diez mil personas, por ejemplo, al Auditorio Nacional. La manera más directa de conseguirlo es siendo honesto con lo que estás haciendo, estando presente en el momento y dejándote ver por lo que eres y por quien eres, además de sustentar todo con una gran técnica, fisicalidad y control escénico.
¿Regresar al país es regresar a tu infancia? En Despertares bailas con tu hermano Esteban y la organización la hace tu hermana Emilia.
Sí tiene mucho que ver con eso. Lo que hemos creado en México, Despertares, no existe en ninguna otra parte del mundo. Es emocionante ver un sueño hecho realidad, un sueño que lleva construyéndose desde niños, porque organizábamos nuestros propios conciertos en el jardín de la casa, invitábamos a los vecinos, encontrábamos patrocinios… Además, es bonito tener una meta en común, una visión para ejecutar en familia sobre todo porque este proyecto —cualquiera que esté involucrado te lo puede decir— no tiene sentido financieramente, no tiene sentido para nuestra casa productora o para mí como bailarín dedicarle tanto tiempo de mi mejor momento en mi carrera. Mucha gente me ha sugerido que lo haga de maneras diferentes o que lo deje ir, pero las experiencias que he vivido en el escenario y fuera de él, lo valen. Hay toda una generación que nos ha visto bailar. Muchos se han inspirado para perseguir una carrera profesional como productores o bailarines. Todos los años, Despertares es un proyecto un tanto milagroso por encontrar un elenco que pueda seguir emocionando al público y emocionándome a mí también como productor.
¿Te consideras un mecenas de la danza?
En lo particular, sí me debería de considerar un mecenas de la danza porque gran parte del proyecto Despertares lo he tenido que financiar durante los últimos quince años de mi vida y, en realidad, también todos los proyectos que hemos hecho en México. Francamente, no son un éxito comercial porque en los modelos actuales es muy difícil hacer que estos proyectos sean rentables. Entonces te digo que sí, que he financiado que las escuelas vayan a México a buscar becas, he dado becas al talento mexicano y, obviamente, mi esfuerzo no ha sido independiente, mi hermana Emilia ha hecho lo mismo por los proyectos, muchísimos de nuestros patrocinadores han hecho lo mismo; es algo que se requiere, es como la cuota por hacer esto posible, por vivir estas emociones, por cumplir un propósito a través de las artes. Mi sueño es que las siguientes generaciones puedan tener las herramientas para que no sólo sean unos mecenas, sino que también puedan hacer de estos proyectos un éxito comercial y que pueda seguir creciendo la industria, profesionalizándose y siendo un poquito más sustentable.
Has actuado en series y películas, ahí quizá no llegas como el experto sino como un aprendiz.
Es curioso porque siempre me he sentido muy cómodo en esas experiencias y no me he sentido como un experto, pero creo que la interpretación escénica comparte muchas similitudes con la interpretación frente a la cámara. Para mí ha sido un gran regalo el poder conocerme de manera diferente, como intérprete. He tenido la fortuna de trabajar con grandes directores, eso ha sido buenísimo para tener la confianza de retarme y traer mi experiencia escénica de manera balancearda, entonándola a lo que requieren mis personajes. Es un ejercicio de confianza con directores y mis compañeros actores. He tenido la fortuna de actuar con grandes ejecutantes, con grandes profesionales. Eso me ha ayudado a desarrollar otras habilidades que después puedo llevarlas al escenario y también me he dicho constantemente que si estoy viviendo ese momento es porque hay confianza en mi talento, en mi trabajo y porque puedo aportar algo a la historia. Ha sido algo que le agradeceré muchísimo a todos los creadores con los que he trabajado, me han dado la confianza de empujarme y retarme a otros lenguajes artísticos.
Tus personajes en esas producciones son bailarines.
Hay esa conexión que hace que gran parte del personaje sea innata a mi persona. Lo bonito de la última película que hice, Dreams, es que el bailarín que interpreto es completamente opuesto a mi personalidad. El punto de partida es el ballet como una herramienta para contar una parte de la ambición de mi personaje y de la historia, pero no es lo fundamental de la narración y fue un gran reto utilizar parte de mi experiencia como bailarín dándole un tono muy diferente en el tema personal y de motivaciones. Supongo que eso lo hizo un poquito más difícil que con Manolo Caro en la serie de Netflix Alguien tiene que morir, ahí mi personaje era más pasivo, más fácil de relacionarlo con experiencias que he vivido antes en mi vida. Me gusta la idea de que esta última experiencia el director me retó, entonces, la próxima experiencia de este ámbito, solamente la haré si el personaje no es un bailarín.