De acuerdo con la Real Academia Española, la cultura es el “Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.” Por supuesto muy importante.

Pero me quiero referir en este texto no tanto a los atributos de una persona culta, sino a las diversas manifestaciones culturales, como la literatura, las artes plásticas y escénicas, la música y la danza.

El filósofo contemporáneo Alain de Botton nos cuenta en su libro The School of Life, en coautoría con otros escritores, sobre el proceso de secularización en Europa a mediados del Siglo XIX:

“Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, fueron las religiones quienes nos ofrecieron una guía sobre cómo vivir, amar y morir bien. Las religiones eran puntos de referencia natural durante épocas de crisis personal, por lo que la primera persona a la que se llamaba era al sacerdote.”

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“Cuando la fe entró en declive a mediados del Siglo XIX, muchos se preguntaron cómo podría la humanidad encontrar los puntos de referencia que habían proporcionado las religiones.”

“Una respuesta salió a la luz: la cultura. La cultura podría reemplazar a las escrituras. Las obras de Sófocles y Racine, las pinturas de Botticelli y Rembrandt, la literatura de Goethe y Baudelaire, la filosofía de Platón y Schopenhauer, las composiciones musicales de Liszt y Wagner, todo esto nos proveería de un reemplazo para la fe.”

“Con esta idea en mente, siguió una inversión sin paralelo en cultura. Se construyó un gran número de bibliotecas, salas de conciertos, museos y escuelas de humanidades, con la intención consciente de llenar el hueco que había dejado la religión.”

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Hoy sabemos que la cultura no sustituyó a la religión, pero sin duda nos proporciona una guía y un espacio de reflexión para hacer frente a la aflicción y los momentos de angustia que enfrentamos todos en algún momento de la vida.

Las diversas manifestaciones culturales nos brindan un remanso para reflexionar sobre nuestra propia existencia, en un mundo cada día más interconectado, complejo y convulso. Las expresiones culturales nos ayudan a entender los aspectos más profundos de nuestra existencia.

¿Cómo podríamos navegar las turbulentas aguas de este mundo sin la poesía de Octavio Paz, de Rosario Castellanos, de Jaime Sabines y de Pita Amor, entre tantos otros? ¿Sin las obras de Charles Dickens, de Carlos Fuentes, de Virginia Woolf y de Jane Austin?

¿Cómo entender al mundo sin la pintura de Miguel Angel, de Picasso y de Dalí, de Rivera y de Kahlo? ¿Sin los murales de Siqueiros y de Orozco, sin la música de Beethoven y de Brahms, de Agustín Lara y de Carlos Chávez?

Si a alguien no se le ha enchinado la piel, sugiero una visita a una biblioteca, librería, sala de conciertos o museo.

Adicionalmente, la cultura, especialmente la lectura profunda, nos brinda elementos para fortalecer el pensamiento crítico, la empatía y la inteligencia emocional.

Este es un aspecto particularmente descuidado en la actualidad. No cabe duda de la importancia de la tecnología y la ingeniería en nuestras vidas. Nos han llevado a un nivel de vida sin precedente. Yo mismo soy orgullosamente ingeniero. Sin embargo, la tecnología no puede existir sin las humanidades. Al final, toda tecnología debe estar al servicio del ser humano, y no al revés.

Por supuesto son muy importantes la tecnología y la ingeniería. Corea del Sur, que en relativamente poco tiempo ha alcanzado niveles de desarrollo sin precedentes, ha invertido de manera decidida en educación de calidad y en investigación científica. El resultado es que en 2023 se otorgaron a Corea del Sur 135,180 patentes, mientras que México obtuvo 9,698. Apenas el 7% de las de Corea.

Es loable el deseo de convertirnos en una potencia científica, pero eso no se construye tan solo de buenos deseos. Hace falta todo un andamiaje institucional que hoy no tenemos, comenzando por una educación básica en crisis. Nuestros libros de texto únicos no le permiten al profesor la elección del enfoque pedagógico más adecuado para su clase.

Esos libros, improvisados, sin método ni estructura lógica, no fueron desarrollados para el aprendizaje, sino para el adoctrinamiento ideológico. De acuerdo con diversos especialistas en educación, nuestros niños y niñas en educación básica no aprenderán a leer, ni a escribir, ni a sumar. Una catástrofe educativa.

¿Cómo nos convertiremos en potencia científica en esas condiciones?

Un doctorado es el mayor logro posible para profesionales, expertos y académicos en diversos campos. Hoy Estados Unidos produce alrededor de 71,000 grados de doctor al año, Corea 14,000 y México 9,000. Mucho por hacer. Me pregunto cuántos doctorados tendremos dentro de 15 años, cuando los niños que hoy cursan una educación básica deficiente lleguen a la universidad sin los mínimos conocimientos necesarios.

De regreso a la cultura y la inteligencia emocional, Alain de Botton nos dice al respecto también que:

“Tenemos la tecnología de una civilización avanzada, en un precario balance con una base emocional que no se ha desarrollado mucho desde la época de las cavernas. Tenemos los apetitos y la furia destructiva de los primates primitivos, que han llegado a adquirir armas nucleares.”

Para eso sirve también la cultura. Para entender que vivimos en una sociedad plural y diversa. Para desarrollar empatía y tolerancia. Para comprender que hay otros puntos de vista, otras formas de ver la vida, y que todas merecen respeto y consideración.

Es infinitamente más importante el dominio de la voluntad que la voluntad de dominio. Solo basta ver al presidente de nuestro vecino del norte, con la furia destructiva de un primate primitivo. Todavía no llegamos a dimensionar el daño que sus excesos narcisistas le están causando al mundo. Un poco de cultura no le vendría mal.

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