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“Entre los muchos mundos que el hombre no recibió como un don de la naturaleza, sino que creó con su propio espíritu, el mundo de los libros es el más grande.” Hermann Hesse, poeta y novelista alemán y suizo, Premio Nobel de Literatura.
En efecto, como nos lo explica Maryanne Wolf en su fantástica obra Lector, vuelve a casa: Cómo afecta a nuestro cerebro la lectura en pantallas, publicada por Deusto, un sello de Editorial Planeta, a diferencia de nuestra capacidad de hablar, la lectura no es algo natural para el ser humano.
“Los seres humanos no nacieron para leer. La adquisición de la alfabetización es uno de los logros epigenéticos más importantes del Homo Sapiens.” Y continúa diciendo que:
“El acto de aprender a leer añadió un circuito completamente nuevo al repertorio de nuestro cerebro homínido. El largo proceso de desarrollo para aprender a leer de manera profunda y correcta cambió la estructura misma de las conexiones de ese circuito, lo que reorganizó el cerebro y transformó la naturaleza del pensamiento humano.”
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En esto coinciden neurocientíficos en todo el mundo, incluyendo a la prestigiosa investigadora mexicana Esmeralda Matute. En el cerebro de un lector se desarrolla una cantidad infinitamente mayor de conexiones sinápticas que en el de un no lector. En un lector, el cerebro crea conexiones neuronales más ricas y complejas, que le permiten una impresionante capacidad cognitiva.
Sigue diciendo Maryanne Wolf que: “En tan solo seis milenios, la lectura se convirtió en el catalizador transformador del desarrollo intelectual tanto en individuos como en culturas alfabetizadas. La calidad de nuestra lectura no solo refleja la calidad de nuestro pensamiento, sino que es nuestro camino más conocido para desarrollar nuevas vías en la evolución cerebral de nuestra especie.”
Por ello los resultados de la prueba PISA de 2022 deberían haber disparado todas las alarmas: en México, el 47% de nuestros jóvenes de 15 años no entiende lo que lee. No cuentan con la competencia mínima para identificar la idea principal en textos de longitud media, encontrar información basada en criterios explícitos (a veces complejos) y reflexionar sobre el propósito o la forma del texto cuando se indica explícitamente.
En la era del conocimiento, en la que la riqueza de las naciones no proviene ya de sus recursos naturales (mucho menos con un PEMEX en la más absoluta quiebra e infestado de una corrupción sin límites), sino del talento y la capacidad de sus ciudadanos, el que la mitad de nuestros jovenes no entienda lo que lee es una tragedia que los condena a una vida de miseria y subdesarrollo.
Pero nosotros preferimos, cual avestruces, mantener la cabeza metida en un hoyo en el suelo, en vez de hacer frente a esta realidad que incomoda. Preferimos ignorar la prueba PISA y la calificamos de “neoliberal”.
El secretario de educación, Mario Delgado, confirmó recientemente que México participará en la prueba PISA 2025, no por mandato judicial, sino por decisión del gobierno. Sin embargo, afirmó que: “Compararnos internacionalmente con pruebas estandarizadas no nos sirve de nada.”
O sea que el gobierno de México derrochará, por decisión propia, una buena cantidad de recursos en un ejercicio que considera inútil. Lamentable.
La mala noticia es que, aunque no nos guste, el resto del mundo, en el que nuestros jóvenes no encontrarán lugar, sí está pendiente de la prueba PISA.
Mientras el mundo avanza, nuestros libros de texto gratuitos, desarrollados y publicados bajo la más completa opacidad por ciertos funcionarios estalinistas enquistados en la Secretaría de Educación Pública, están anclados en la lucha de clases del siglo XIX, que lo único que lograrán será perpetuar la pobreza y la desigualdad.
En lugar de desarrollar capacidades elementales para la vida en sociedad, en vez de aprender a leer y a escribir, en vez de aprender álgebra y ciencias, nuestros niños en México pasan hoy más tiempo estudiando la lucha de clases, la diferencia entre opresores y oprimidos.
En fin. Así la situación de la educación en México.
Pero, ¿cuál es la importancia de los libros, especialmente en el mundo digital de la actualidad? Nos lo dice la escritora norteamericana Dani Shapiro: “Los libros no brillan. No emiten sonidos. No enlazan con nada más. No puedes navegar por ellos. Ni hacer clic en ellos. Al principio pueden parecer simples, incluso aburridos. Te preguntarás, ¿qué hacen? Bueno, contienen nada menos que el mundo entero. Opulentos. Impresionantes. Ricos más allá de lo que imaginas. Esperando a que los abras.”
La eminente escritora Irene Vallejo nos cuenta, en su espléndida obra El infinito en un junco, cómo desde tiempos de Alejando Magno los libros han sido un acervo estratégico para los grandes imperios. Por ello la creación y mantenimiento de fantásticas bibliotecas, como la de Alejandría.
Ya lo decía Jorge Luis Borges: “Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca.”
Por otro lado, investigadores de varios países europeos han publicado el Manifiesto de Liubliana por la lectura, en el que se establece que:
“La lectura de alto nivel es nuestra herramienta más poderosa para el pensamiento analítico y crítico. Ejercita la metacognición y la paciencia cognitiva, amplía nuestras capacidades conceptuales y desarrolla la empatía cognitiva y la perspectiva, habilidades sociales indispensables para una ciudadanía informada en una sociedad democrática.”
“Son especialmente los textos extensos, como los libros, los que agudizan nuestras habilidades de lectura de alto nivel. Nos capacitan para probar diferentes interpretaciones, detectar contradicciones, sesgos y errores lógicos, y para establecer las conexiones complejas y frágiles entre los textos y los contextos culturales que necesitamos para el intercambio de juicios y emociones humanas.”
No por nada, el renombrado astrofísico y divulgador de la ciencia, Carl Sagan, decía que: “Un libro es la prueba de que los humanos son capaces de hacer magia.”
Comparte este pensamiento con Hermann Hesse, a quien regreso para cerrar esta reflexión, y que escribió lo siguiente en uno de sus ensayos menos conocidos, llamado “La magia del libro”:
“Sin palabras, sin escritura y sin libros, no habría historia, no podría haber concepto de humanidad.”
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