Para Anaïs, para todas nosotras
A ciertos universos voy acompañada de amigas. Juntas nos convertimos en astrolabios confiables. Visitamos Domicilio, una galería en la Escandón, ahí Lorena Wolffer expuso Synapse bajo la curaduría de Mirna Calzada. Esta exhibición es el pasaporte de llegada de la artista al mundo del mercado del arte.
“Más allá de mi enfermedad, mis condiciones de vida no eran sostenibles. Ser artista, activista, feminista es complicado. He vivido de proyectos. Sigo siendo crítica con el mercado del arte y sus implicaciones. Nunca había vendido obra hasta recientemente (trabajo con Mirna Calzada, directora de Domicilio). Como resultado de mis enfermedades estoy en la búsqueda de otra forma de vida, pero no porque haya creído en los beneficios de la compra-venta artística”, señala Lorena Wolffer.
Uno de los resultados de vivir con encefalitis miálgica es otra etapa creativa de Wolffer. Synapse evoca al cuerpo y la psique heridos. Donde tendría que haber recuerdo no lo hay. La muestra se compuso de piezas hechas con frases, fragmentos de cartas, fotografías, objetos/testimonios encontrados en su archivo personal, no necesariamente reconocidos por la artista y sí a partir de una “memoria construida posteriormente a través del documento”, material aunado a remembranzas perdidas o apenas esbozadas. La memoria de Lorena Wolffer se agrieta sin saber la velocidad. El acto creativo funciona como almacén simbólico. Con Synapse las experiencias de otras mujeres se engarzan. Fortaleza concatenada. Como retribución de lo recibido gracias a su trabajo quise conocerla, escucharla, ser un archivo diminuto, archivo al fin.
Wolffer me abrió las puertas de su casa donde caben miles de palabras para recopilar en mi grabadora cerebral y digital.

¿Cuál es la utilidad de la memoria?
Una es a partir de lo vivido. No creo que exista la naturalidad ni del cuerpo ni del mundo, todo está mediado por la experiencia (memoria acumulada). ¿Qué lugar tiene la experiencia si no hay memoria?, ¿dónde se guarda lo vivido o qué produce eso si no produce memoria? Claramente tuvimos una experiencia, aunque no se quede guardada en el plano consciente, se queda en lo inconsciente. Cuando me di cuenta de que estaba perdiendo la memoria, las preguntas fueron, ¿qué es la memoria?, ¿qué soy sin ella?, ¿qué significa vivir con memorias salpicadas de la vida? Mi pérdida de memoria no obedece ninguna lógica, no es que sea una memoria a corto plazo la que estoy perdiendo o de largo plazo. No hay una explicación clara de lo que me sucede. ¿Quién soy si no me acuerdo de buena parte de la infancia de mi hija?
Vivir la enfermedad, preservar la dignidad…
De pronto no puedes pensar, el cerebro no funciona o llega un cansancio extremo, ese cansancio puede ser físico, también cerebral; lo anterior produce crisis que te llevan a la cama un día o meses. No sé si ya perdí ciertos recuerdos o simplemente no puedo acceder a ellos. En cualquier caso, no están. Existe la posibilidad de olvidar. Mi vida cotidiana está plagada de olvidos. Cuando recuerdo lo sucedido desde mí, implica defender mi versión, tratar de preservar la palabra que me viene a la mente como un acto de dignidad. Continúo buscando formas de vivir en esta nueva realidad donde no hay seguridad de nada. Para alguien como yo, organizada, con TOC, se siente como vértigo. […] Veo la flor, pero no sé cómo se llama. Perdí cachos de historia. Tiene que ver con enfermedades autoinmunes, que, como todo en esas enfermedades, es desconocido. Tengo una serie de cicatrices en el cerebro producidas por no sabemos qué y que llevaron a esto. Sabemos que no es demencia, no es Alzheimer. En los últimos años mis crisis han sido más fuertes, más largas; también es cierto que he vivido trabajando 24/7 en torno a las violencias en este país, que no es un trabajo sereno.
¿El arte es el rescate de una misma?
Backup es un compendio de momentos de quiebre en mi vida desde una mirada transfeminista. Me costó trabajo llegar a ellos. […] suelto, acepto mi nueva realidad. A partir de lo que me sucedió inicié esta obra. Jamás había producido un trabajo autobiográfico. En los últimos quince años había trabajado en proyectos corales que reúnen lo que muchas personas piensan, sienten, habitan y viven. Trabajé en algo que ha sido una crítica a esa posición de les artistas como quienes tienen que decir una cierta verdad o quienes tienen algo más interesante o más importante que aportar. Regresar la mirada a mí ha sido un proceso que obedece a lo que me sucede, no como una forma de terapia (pienso que sólo puedes hablar de las cosas cuando ya las has procesado), sino como una herramienta para conservar partes de mi vida.
Para mí lo importante hoy es hablar sobre qué significa la pérdida de memoria, cómo acceder a ella, cómo guardar recuerdos que me parecen indispensables, por un lado. Por el otro, una parte fundamental de mi pérdida de memoria no se relaciona con las enfermedades autoinmunes. Mi pérdida de memoria de infancia hasta los diez años está relacionada con las violencias. Me importa nombrarlas.
Tomé conciencia. En un sentido teórico, conceptual, abordé muchas veces, mas nunca desde mí, la transición de la violencia a las violencias. A partir de Synapse hablo de vidas de violencias. Me di cuenta del cúmulo de algunas de las principales violencias que he vivido, vi lo que provocan juntas, cómo se relacionan entre sí. Éstas han sido las experiencias de las mujeres. Es importante que dejemos de hablar (refiriéndonos a mujeres, a cuerpos feminizados o a comunidades LGBTQIA+) de la violencia o las violencias como eventos individuales o excepcionales. Nuestras vidas son vidas definidas por las violencias. Ver en mí una serie de experiencias violentas que no tenía del todo claras fue shockeante e interesante después de trabajar todos esos años en torno al tema. Gran parte de los abusos que viví tenían que ver con amigos de mi familia, personas cercanas. A estas alturas lo anterior es obviedad.
¿Qué no quieres olvidar?
La sensación de tener a mi hija chiquita, la suavidad de su piel, de sus brazos, sus piernas. No quisiera olvidarlo nunca. Ahora sé que no soy mi trabajo, a propósito de todo lo que he olvidado y de pensar qué es lo que importa y dónde quiero poner mi energía, me importa pensar en mis relaciones. La romantización y la exaltación del trabajo, sobre todo el activista, dejaba a un lado otros aspectos de la vida afectiva. Lo que me ha costado, entre muchas cuestiones, la salud.
¿Qué quieres que la sociedad no olvide por ti?
La lucha. No pretendo que sea ni romántica ni exaltada, mas que sí se recuerde la lucha de lo que me ha costado hacer lo que hago. Cuando empecé a trabajar hace años en temas feministas, ser feminista no era artísticamente correcto, ni aceptado ni bien recibido como se supone que lo es ahora. También que recuerden el camino recorrido, el camino recorrido con otres. Creo que puedo decir que he sido parte de algunas victorias, no me gusta esa palabra, conquistas, quizás.
¿Qué olvidar?
Hay cosas que olvidé por protección: mi infancia. Aunque me acordé ya de que mi padre abusó de mí de niña. Pude recordar la casa donde ocurrió (la de mis abueles). Hacía recorridos mentales: entraba al baño que estaba abajo, subía las escaleras, entraba al cuarto de mi padre. Me dio cierta tranquilidad recuperar lo que fue un vacío durante tanto tiempo; aunque también me pregunto si no hubiera estado mejor seguir sin acordarme.
No hay nada que quisiera olvidar. Incluso los momentos más difíciles te forman.
Placer y displacer en la memoria…
La segunda parte de mi exposición se llama Archivo oscuro, ahora está en el MUMA (Museo de Mujeres Artistas Mexicanas).
Hice dos videos, son parte de una serie, Fuera de escena. Leí el libro Triste tigre de Neige Sinno. Es un recuento y un análisis del abuso que vivió de niña por parte de su padrastro. Ahí narra que, durante el juicio, su abogada le pidió fotografías para que el jurado la pudiera ver de niña, cuando sucedió el abuso, y su madre armó un collage. A propósito de ese collage y de las fotos familiares donde todxs aparecen sonriendo, Sinno habla de lo que sucede tras las fotos, lo que no se ve. Eso me llevó a pensar las historias detrás de los documentos. Lo anterior se hila con dos videos que encontré en mi material. Vi desde videos en High8 hasta películas en Súper 8 que no sé quién grabó. Una de ellas es la grabación que yo pedí a mi entonces novio que hiciera de cómo un amigo me bañaba. Cuando me lo encontré pensé: todo está mal aquí. Es la mirada de un hombre mientras otro hombre me baña, yo estoy medio inmóvil, a merced de este otro, pero fui yo quien lo orquestó. Yo di las órdenes, pero, termino sometiéndome de nuevo al mandato patriarcal y a estos dos hombres, uno en la mirada, otro en el baño. Mi amigo estaba super enamorado de mí, por lo tanto, se nota que está en éxtasis bañándome, pero tampoco puede hacer demasiado porque está el novio enfrente.
Esto que te digo son conjeturas. No me acuerdo de nada. En la pieza hablo de cómo no recuerdo mi vida sexual con los hombres, que duró buena parte de mi vida. Siempre fui bisexual, pero … no voy a llegar a la edad exacta, son del tipo de cosas que no puedo hacer… por lo menos, he estado solo con mujeres como quince años. Le doy vuelta a tu pregunta del placer: en algún punto descubrí que mi sexualidad era una cosa completamente performática, en donde no había placer, sino una construcción de éste construida para la mirada masculina, una construcción tan bien armada que terminé por creérmela. Hay cosas que asociaba con el placer desde una mirada cisheteropatriarcal. La primera vez que estuve en una relación con una mujer pude recordar el abuso de mi padre, con ello entiendo cómo eso produjo esa performatividad de tantos años. En la primera relación con una mujer fue la primera vez que estuve en un territorio seguro y pude recordar.
Para mí el placer está siempre. El placer que quisiera no olvidar tiene que ver con las formas que no están cruzadas por el patriarcado, por la heteronorma y sí por otras maneras de estar. He estado en sintonía con esas otras formas desde el performance. Una manera distinta de habitar el cuerpo a la que la sociedad normada dicta. Hacer un baño de sangre, mi primer performance, claramente no es un ritual aceptado.
Al platicar con Wolffer a mi mente llega una imagen: espalda arqueada, desnuda, cabellera mancha sangrienta, brazos sin fuerza, piernas torneadas, entreabiertas, sensualidad, porque el asesinato no exime al patriarcado de erotizar el cuerpo femenino; mujer atravesada por un ancla en el vientre. Es la obra: Esperanza, de Julio Ruelas, 1902. Me fascina el trabajo de Ruelas, trazos en casi espiral, huellas enfermas de la mente y de la sociedad, tinta sobre papel. Lo siniestro me gusta no en la realidad, de donde surge para proyectarse en el arte. Mis recuerdos se conforman de un mosaico de luz solariega, cielos despejados y las experiencias más terribles para una niña violentada sexualmente. Cicatrices provocadas por la sociedad misógina. Lazos que nos unen a muchas mujeres. La esperanza la hilamos nosotras. No cejaremos.