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Inteligencia artificial. Es difícil no hablar de ella hoy en día. Dentro de las búsquedas más populares en Google se encuentra ChatGPT, una de las principales plataformas de inteligencia artificial. Lanzada en noviembre de 2022, llegó a 100 millones de usuarios en los dos primeros meses de operación.
De acuerdo con el mismo ChatGPT, la inteligencia artificial (IA) se refiere a la simulación de la inteligencia humana por parte de máquinas, especialmente sistemas informáticos. Estos sistemas están diseñados para realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, tales como:
Aprendizaje (adquirir y aplicar conocimiento)
Razonamiento (resolver problemas o tomar decisiones)
Percepción (interpretar datos visuales, auditivos u otros)
Comprensión del lenguaje (leer, escribir o traducir, por ejemplo)
Movimiento y manipulación (como controlar un robot o un dron)
Si bien los antecedentes de la IA pueden rastrearse hasta Alan Turing (1912-1954), matemático, lógico, informático teórico y criptógrafo británico, considerado el padre de las ciencias de la computación y la informática moderna, la IA llegó a nuestras vidas hace tan solo unos cuantos años.

Aunque me parece que estamos muy lejos de los escenarios catastróficos del fin del mundo a manos de robots inteligentes que deciden exterminar a los humanos (yo no lo creo), hoy en día hay ya toda una serie de dilemas éticos alrededor de la IA.
El más importante para las industrias creativas, por supuesto para la industria editorial, es el uso indiscriminado de obras protegidas por el derecho de autor para alimentar los sistemas de IA.
Hay que tener claro cómo funciona la IA. No es que se pronto una máquina tenga toda esa información como por arte de magia. Los sistemas de IA requieren ser alimentados de enormes bases de datos para que puedan funcionar. El problema es que mucha de la información que se está utilizado para ello está protegida por el derecho de autor, porque alguien más la creó.
El utilizar sin autorización las obras escritas por autores y publicadas por editoriales, protegidas por el derecho de autor, para alimentar estos sistemas, es ilegal.
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En la Unión Europea ya hay una legislación al respecto y en muchos otros países se está en proceso de legislar sobre ello. Qué bueno que existan estos sistemas, que estoy convencido de que serán de gran ayuda al ser humano, ahora y en el futuro, pero no es correcto ni legal usar sin autorización el conocimiento generado por otros.
Además de la protección de los derechos de autor, lo que buscan ahora las legislaciones es que se haga explícito y transparente el uso de IA. Así como no es ético publicar como propio un texto escrito por alguien más (alguna ministra sabe algo de eso) tampoco es ético publicar como propio un texto generado por medio de IA.
Un concepto importante a tener en mente es que la IA generativa no toma pedazos de información y los “pega” en un documento. Lo innovador y disruptivo de la IA, es que genera nuevos textos o imágenes, con base en toda la información disponible.
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Ello hace posible generar fotos y videos, con una calidad impresionante, de personas que nunca existieron. Los textos que responde la IA no son un “copy-paste” de la información que tiene a su disposición, sino que son nuevas estructuras lógicas, que se basan por supuesto en los extensos archivos de información a los que tiene acceso.
Ello trae consigo otro debate, un tema que es también un dolor de cabeza para abogados y legisladores. Los derechos de autor en todas las legislaciones en el mundo se asignan a un ser humano. Legalmente no está previsto que una máquina pueda generar un contenido original.
¿Quién será entonces el titular de los derechos de autor de una obra generada con IA? ¿El programador, o la persona que hizo las preguntas a la IA? ¿O ninguno de los dos?
Hay, por supuesto, otros tantos dilemas éticos que tomar en cuenta con la IA. Hoy es perfectamente posible realizar un video de pornografía (falso por supuesto) con una figura pública. Se pueden copiar y reproducir voces con una similitud asombrosa. ¿Qué pasará cuando salga un video apócrifo, pero imposible de distinguir, de un líder de algún país declarando la guerra a su vecino?
Otro tema tiene que ver con el desplazamiento del ser humano en trabajos que la IA podrá resolver. Un reciente artículo del New York Times se intitula “Roba IA puestos de nivel básico” y habla sobre cómo las empresas están ahorrando costos de personal con la ayuda de la IA.
En toda la historia de la humanidad hay ocupaciones que han resultado redundantes y han terminado por desaparecer. Pensemos en las personas que trabajaban en las centrales telefónicas para enlazar llamadas. Hoy ya no existen esos trabajos.
Sin embargo, estoy convencido de que el desarrollo tecnológico apoya a liberar tiempo a los seres humanos para otras actividades, ya sea productivas o de recreación.
En la industria editorial hay un sector que está especialmente el peligro, y son los traductores. Los sistemas de IA hacen traducciones cada vez más precisas. Sin embargo, prefiero pensar que la IA sea una herramienta para nuestros traductores, que nos permita a ambos hacer procesos más eficientes, rápidos y económicos.
Hay mucho que la IA puede ayudar para la traducción de un texto, pero sigo prefiriendo que un humano revise la versión final.
En fin, nos encontramos de nuevo en un entorno disruptivo a causa de los avances tecnológicos. Siempre hemos sentido miedo al cambio y hemos imaginado escenarios catastróficos que normalmente no suceden. Al final del día, la tecnología nos ha venido a mejorar la vida en muchos sentidos. Estoy convencido que así será con la IA, aunque habrá que estar vigilantes de sus dilemas éticos y actuar en consecuencia.
Ciertas citas de este texto se generaron con ayuda de la IA.