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En medio del caos que azota al Centro de la Ciudad de México, entre puestos ambulantes, calles cerradas y una serie de recintos de gran importancia cultural enclavados en calles como Moneda y Academia, el Museo José Luis Cuevas se mantiene como un portavoz del arte contemporáneo y del diálogo entre los representantes de la pintura mexicana actual.
El recinto alberga la más reciente exposición del artista Fernando Leal Audirac —hijo de uno de los fundadores del muralismo, Fernando Leal— un creador polifacético y con importante trayectoria internacional, que en esta ocasión tuvo la intención de establecer una conversación directa con el recinto, el público y su obra.
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El visitante puede juzgar ese diálogo, esa puesta de obra que envuelve al museo en lo que, a primera vista, puede parecer un capricho del artista o del curador, pero que en realidad es un lazo que hermana a Leal Audirac con Cuevas, ambos artistas esclavos de la técnica, el concepto y el pensamiento.
La exposición La monumentalidad de lo íntimo presenta el trabajo más reciente de Leal Audirac, y se compone por 35 piezas de gran formato, bajo una misma línea y unidad estilística en técnicas de temple de huevo y grafito, temple a la cera, temple de huevo con barras de óleo y temple a la cera-caseína con barra de óleo.
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La unión entre concepto y técnica definen esta exposición. Los amantes del arte que visiten el José Luis Cuevas podrán determinar esa relación, sin embargo, lo más interesante es encontrar aquellos elementos, tal vez los más escondidos, que vinculan a Leal Audirac con el artista que da nombre al museo.
De forma directa, el museo abre la muestra en el patio del recinto con un texto de José Luis Cuevas escrito en 2002 acerca de una exhibición previa de Leal Audirac, con motivo del fallecimiento de Bertha Cuevas.
En dicho texto, Cuevas denominó a Leal Audirac como un pintor de lo inquietante, de lo más oscuro del ser humano, pero a la vez de la luz, que dominó en esa exposición de hace 23 años “con soberana presencia”.
Otro diálogo directo es el que se da con la escultura La Giganta, de Cuevas, colocada en el centro del patio principal del museo, y La Giganta, de Leal Audirac, una pintura a modo de homenaje, dentro de las salas de exposición. Al lado de La Giganta de Cuevas, otras pinturas de alto formato complementan la experiencia estética.
La monumentalidad de lo íntimo es, por sus características, una muestra conceptual o abstracta, depende el ojo que la mire. En entrevista, Leal Audirac da destellos de su pensamiento para entender esta nueva producción, a la que denomina pintura filosófica.
Para explicar ese concepto, Leal Audirac le pidió a un amigo suyo, el filósofo Fernando Savater, introducir su exposición.
“Desde mi inocencia de profano, se me ocurre caracterizar la pintura de Leal Audirac como la expresión de una ironía dramática; [...] la pluralidad de métodos brindada por la panoplia del mejor arte contemporáneo al servicio de una mirada que se sonríe y estremece juntamente ante lo inesperado”, se puede leer en el texto de introducción de la exposición.
¿Cree que su reciente trabajo se inscribe en lo abstracto?
Es una pintura, como Savater mismo dijo, de tipo filosófico, yo analizo a través del pensamiento pictórico aquello que podemos llamar la realidad, entonces, en ese sentido, usted puede hacer ejercicios con sus propios ojos e interiorizarse en cosas que dirá después que son abstractas, pero va a ver que no lo son, sino que toda obra de arte requiere un sentido de abstracción. Por ejemplo, si yo represento una ciudad, voy a utilizar un recurso de abstracción relativo, que es la perspectiva, pero la perspectiva desde el infinito no existe porque entre más se aleja usted, más plana es la imagen. ¿Cómo podemos percibir la distancia? Es, para mí, lo eterno y lo instantáneo.
¿Cómo nace la idea de crear estos 35 cuadros?
Estuve doce años en Tokio, esas impresiones fueron definitivas, porque no existen en Occidente esculturas de bronce de la dimensión de las que existen en el extremo Oriente, que miden 20 metros de una rodilla a la otra , pero cuando usted las ve en una fotografía, piensa que son muy pequeñas. Ahí está la monumentalidad de lo íntimo, ahí está el leitmotiv que me hizo meditar sobre esta idea desde que era niño. Todo esto es resultado de miles de apuntes y de dibujos que inicié desde que tenía doce años de edad y que conservo, un archivo en el cual voy desarrollando ideas. En ese sentido, es una exposición muy unitaria.
¿Qué hilvana esta producción?
Las otras exposiciones que he presentado aquí se basaban en el contraste estilístico y formal, un poco como Fernando Pessoa que inventó los heterónimos (e nventó psicologías y formas estilísticas diferentes para cada uno). En mi caso, traté de lograr algo semejante en los años 90, confrontando soluciones técnicas y estilísticas opuestas. En este caso, hay una gran unidad estilística, que nos introduce de golpe en lo que sería el desdoblamiento de un único cuadro en otras 35 piezas de gran formato. Todo es unitario.
¿La pintura puede ser conceptual?
Lo que pasa es que todo arte es siempre conceptual. Leonardo Da Vinci lo dice, la pintura es cosa mental. Todo arte es conceptual. Por conceptual debemos entender, como lo define Galvano Della Volpe, que hay conceptos pictóricos o musicales que son intraducibles entre ellos. Por ejemplo, Jacques Derrida, cuando hablaba de la différance para hacer notar que el esfuerzo de teóricos y críticos alrededor de una obra de arte no es sino para tejer un puente entre el espectador y la obra, porque todo lo que se pueda decir de una obra es lo que no está en ella. Una es la obra que pienso, otra la que puedo escribir, una tercera la que escribo y una cuarta la que el público lee. Todo arte es siempre conceptual, la pintura es la imagen encarnada en la materia y tiene que ver con el lado físico, con el hecho de estar formados de carne y hueso.
¿Hay una reflexión o intención al exponer en el Museo José Luis Cuevas?
Se trata justamente de la monumentalidad de lo íntimo; son visiones interiores, pero que ocupan el espacio discursivo que en otro tiempo habría utilizado, por ejemplo, el muralismo mexicano, del que mi padre es fundador, en 1922. Hay que tomar en cuenta que la ubicación del Museo Cuevas es, en sí misma, simbólica. En la calle más importante de América: Moneda, ahí donde estuvo la primera imprenta, la primera universidad, el arzobispado, en fin, toda la historia de América está comprimida en esta calle. El museo se encuentra enfrente de la Academia de San Carlos. A espaldas del Palacio Nacional está el Templo Mayor y está San Ildefonso. Entonces, están reunidos aquí el Muralismo y la Ruptura.
¿Qué me puede decir del cuerpo de obra y de La Giganta?
Me especializo en la técnica del temple de huevo, el óleo, el fresco; todos los que vamos a presentar aquí son temple de caseína, temple de huevo, no hay óleos, hay intervenciones, sí, de barras de óleo combinadas. Hice, de forma especial, homenaje a La Giganta de José Luis, que también se llama Giganta. En mi pieza hablo de la mirada interior, tal vez podría representar una especie de asteroide que da origen a la vida y a los planetas, a la división de los continentes del asteroide que provocó la división entre Asia, África y América hace millones de años. Ese asteroide me vino como una inspiración premonitoria pocos meses antes de la pandemia, de la situación que está viviendo el mundo hoy día. Es un cuadro en sentido apocalíptico.
¿Entonces su obra se encamina a ser una reflexión social o política sobre la crisis global?
Es un momento de un gran cambio a nivel global en todos los sentidos, ya sea climático, político, social, cultural. Me viene a la mente el haikú, que sería como una epifanía, es una comunicación momentánea con lo absoluto. Eternidad e instante son inconmensurables, no tienen una medida. Son infinitos impensables, no tienen un principio ni un fin.
¿Existe un diálogo directo con José Luis Cuevas?
En materia de artes visuales, el arte esencialmente occidental es la pintura y en oriente es el dibujo. De ahí que esa gran afinidad y ese diálogo permanente con mi amigo y maestro José Luis Cuevas se basara justamente en el dibujo, y de ahí que yo haya llevado esto y quiera rendir homenaje a los 33 años de fundación del museo y a nuestra profunda amistad con una exposición que es gráfico-pictórica. No es totalmente pintura ni totalmente dibujo, son superficies en donde técnicas antiguas se utilizan para lograr efectos que no se podían hacer en tela.
¿Qué lectura hace del arte moderno y contemporáneo?
Históricamente había una concepción piramidal de la cultura, en donde un grupo, una élite, gobernaba, determinaba lo que debía decirse o no decirse. Se ajustaban los hechos históricos a las conveniencias de grupos políticos o intereses de tipo comercial, pero en la medida en que esos grupos van pasando, se van superando, las circunstancias cambian, ¿no? Luego se produce una revisión de todo. Y en ese sentido, por ejemplo, yo le puedo mencionar las dos líneas fundamentales en los orígenes del muralismo, que son la representada por mi padre y la representada por otros tres colegas muy famosos. Una tenía la orientación hacia la línea soviética y la de mi padre hacia el bolivarismo, el mundo hispanoamericano. Hoy en día, los herederos de estos artistas nos hemos reunido y hemos dado conferencias juntos. .