El autor francés Pierre Michon publicó Los dos Beune (traducción de María Teresa Gallego Urrutia, editorial Anagrama, 2024), una novela corta cuyo título refiere a los dos afluentes del río Vézère. La obra describe la experiencia erótica de un joven maestro rural que llega a Castelnau, región famosa por las pinturas prehistóricas de las cuevas de Lascaux, las cuales fueron descubiertas en 1940 y ostentan una antigüedad aproximada de 17,000 años.
La exuberancia de los bosques y la monotonía perenne de las aguas alimentan un clima neblinoso que concentra a los pobladores en los espacios cerrados de las antiguas y modernas cuevas, donde comen, beben e imaginan escenas de “impudor y liviandad”, cercanas al placer de la carne, a imitación, quizá, de los antiguos cazadores y pescadores de la era paleolítica.
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Los dos Beune es una novela lírica cuya acción se subordina a las percepciones subjetivas de su narrador protagonista, un profesor de veinte años, situado en un tiempo presente indefinido, que es seducido por la estanquera Yvonne, una mujer mayor, madre de un hijo y presunta amante de algunos lugareños; ahí, en medio de un no lugar, las líneas sensuales de la vestal aldeana tejen una red imposible de romper por aquel joven espíritu, sujeto a la pasión ancestral de los antiguos moradores de las cuevas mitológicas.
La historia de la novela simula el tiempo mítico de la circularidad; en él, todos los acontecimientos parecen repetirse, como el flujo de las estaciones, como el carnaval y como los ritos de iniciación amorosa, donde el amante persigue a la mujer deseada hasta que la encuentra en la profundidad del bosque y, en un agujero de la noche, instalan su hoguera amorosa, con la venia de las deidades propicias.
La novela presenta una historia poco elaborada, porque su riqueza está en la expresión poética de un lenguaje capaz de poner al descubierto las pulsiones sensuales más soterradas y de sublimar los instintos caníbales de un grupo de hombres y mujeres del campo, sujetos a una atemporalidad que pareciera recordarnos, según la perspectiva de Pierre Michon, que el deseo es un sentimiento genético.
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Desde luego, en Los dos Beune, el erotismo, como una fuerza que revitaliza la esencia de lo humano, es un tema que no se puede soslayar. Y por eso evocamos La llama doble, el famoso ensayo de Octavio Paz que nos permite aclarar algunas categorías de la sexualidad, el amor y el erotismo.
En principio, se debe recordar que el sexo con fines reproductivos es común a las especies animales, pero en los seres humanos el amor le agrega un componente sentimental que eleva el asunto a los ámbitos religiosos, artísticos y morales. Pero, junto al amor y el sexo, surge el erotismo como una expresión de la imaginación, la creatividad, el placer y el arte.El erotismo es una expresión de refinamiento civilizatorio que puede halagar los sentidos y, con facilidad, se transforma en la sed y el hambre perpetua de las bocas atormentadas que piden más y más y no se sacian, como escribiera Xavier Villaurrutia. Y, por lo contrario, la pornografía suele ser la recurrencia mecánica a la genitalidad, carente de imaginación.
El erotismo en Los dos Beune es la piedra angular de su expresión artística. Con esta obra, Pierre Michon rinde un homenaje ejemplar a sus ilustres antepasados, entre quienes podemos mencionar al soberbio Marqués de Sade; a los poetas Baudelaire, Rimbaud y Apollinaire; a Jean Genet, a Proust, a Bataille y a Duras, quienes parecieran enseñarnos que el erotismo es la manifestación del deseo como una forma de subversión estética.