Continuamos: desde Baruch Spinoza hasta Friedrich Nietzsche “La muerte de Dios” no fue un evento aislado, sino el resultado de un largo proceso histórico que transformó la concepción de lo divino en la filosofía occidental. Desde el Renacimiento hasta la modernidad tardía, pensadores como Spinoza, los idealistas alemanes, Ludwig Feuerbach y Nietzsche desempeñaron roles cruciales en este desarrollo, erosionando progresivamente los fundamentos teológicos de la civilización occidental.

Baruch Spinoza marcó un punto de inflexión al redefinir radicalmente la noción de Dios en su obra principal, Ética (1677). Para Spinoza, Dios no es un ser personal y trascendente, como en la tradición judeocristiana, sino la Substantia o Naturaleza (Deus sive Natura), una entidad infinita, necesaria y eterna que abarca todo lo que existe. Este Dios impersonal opera según leyes necesarias, sin voluntad ni intervención providencial, en contraste con el Dios antropomórfico que actúa con propósito. Al eliminar atributos como la voluntad o el amor, Spinoza anticipó el deísmo del siglo XVIII, que describió a Dios como un “relojero” distante. Sin embargo, Spinoza fue más lejos, negando la idea de un creador separado del mundo, lo que lo convirtió en un precursor de la secularización del cosmos.

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En su Tratado teológico-político (1670), Spinoza criticó las interpretaciones literales de las Escrituras, argumentando que la religión popular surge de la imaginación y la ignorancia, no de la razón. Propuso leer los textos sagrados como documentos históricos, no como verdades metafísicas. Spinoza, así, sentó las bases para cuestionar la autoridad religiosa y racionalizar lo divino, influenciando a los pensadores posteriores que continuaron este proceso. El Idealismo Alemán que va de finales del siglo XVIII y principios del XIX, buscó superar las limitaciones de la filosofía de Immanuel Kant. En su Crítica de la razón pura (1781), Kant afirmó que el conocimiento humano está limitado por las estructuras de la mente, imposibilitando conocer la “cosa en sí” (noumeno), incluyendo a Dios. Esta restricción dejó un vacío que los idealistas, como Johann Gottlieb Fichte, Friedrich Wilhelm, Joseph Schelling y Georg Wilhelm Friedrich Hegel, intentaron llenar. Hegel, en particular, desarrolló un sistema en el que identificaba lo divino con la razón absoluta. En su Fenomenología del espíritu (1807) y Lecciones sobre la filosofía de la religión (1832), concibe a Dios como el Espíritu Absoluto, que se manifiesta históricamente a través de un proceso dialéctico de tesis, antítesis y síntesis.

Para Hegel, la religión era una forma simbólica de conocimiento, inferior a la filosofía, que captaba la verdad absoluta conceptualmente. La religión cristiana, con su Dios trascendente, era solo un momento en el desarrollo del espíritu, superado por la filosofía especulativa.La influencia de Spinoza en Hegel es notable, aunque matizada. El concepto spinozista de Deus sive Natura comparte afinidades con la idea hegeliana de un absoluto racional que se manifiesta en el mundo. Sin embargo, mientras Spinoza presenta un sistema estático donde todo está determinado por la necesidad de la sustancia, Hegel ve la historia como un proceso dinámico de autodesarrollo del espíritu. Esta racionalización de lo divino, aunque elevaba la razón, tuvo un efecto paradójico: al reducir a Dios a un momento del pensamiento humano, despojó a la divinidad de su trascendencia, preparando el terreno para críticas más radicales como las de Feuerbach.

Asi pues, Ludwig Feuerbach, en La esencia del cristianismo (1841), dio un paso radical al invertir la relación entre Dios y el ser humano. Influido por Hegel, pero crítico de su idealismo abstracto, Feuerbach argumentó que Dios es una proyección de las cualidades humanas idealizadas. La religión, en su visión, es una "antropología invertida": el ser humano, incapaz de soportar sus limitaciones, proyecta sus deseos de perfección, poder y bondad en una entidad divina. Así, atributos como la omnipotencia o la bondad infinita son cualidades humanas magnificadas. La crítica de Spinoza a la religión popular como producto de la imaginación resuena con Feuerbach, aunque Spinoza no redujo a Dios a una proyección, sino que lo redefinió como la estructura racional del universo. La tesis de Feuerbach influyó en Karl Marx, quien en Tesis sobre Feuerbach (1845) y El capital (1867) describió la religión como el "opio del pueblo", una herramienta que aliena al distraer de las condiciones materiales. Al reducir la religión a una construcción psicológica y social, Feuerbach allanó el camino para cuestionamientos más profundos sobre la existencia de Dios.

Y bien, llegamos a la Muerte de Dios como Crisis. Esa declaración no fue una fiesta del pensamiento en sí, sino un lamento por las consecuencias de esta pérdida. Para Nietzsche, la muerte de Dios no era teológica, sino cultural: la creencia en un Dios trascendente, que proporcionaba valores absolutos y sentido, había perdido credibilidad en la modernidad. Este colapso resultó de la Ilustración, el pensamiento crítico y las ideas de filósofos como Spinoza, Kant, Hegel y Feuerbach, que desmantelaron las bases racionales y teológicas de la fe. Spinoza, al eliminar la noción de un Dios personal, socavó los fundamentos de la moral cristiana que Nietzsche declaró obsoleta. En Así habló Zaratustra (1883-1885), Nietzsche propone el superhombre (Übermensch), un individuo que crea sus propios valores frente al vacío dejado por la muerte de Dios.

Podemos decir que la "muerte de Dios" fue el desenlace de un proceso iniciado en el Renacimiento, cuando el humanismo y el redescubrimiento de textos clásicos, promovidos por figuras como Maquiavelo y Erasmo, cuestionaron la autoridad de la Iglesia. En el siglo XVII, la revolución científica de Galileo, Kepler y Newton mecanizó el cosmos. La muerte de Dios dio lugar a crisis de sentido en la modernidad tardía y la postmodernidad, exploradas por Martin Heidegger, Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Jaques Derrida y Michel Foucault. Hoy, las ideas de Nietzsche y sus precursores como Spinoza son relevantes para entender el relativismo moral, la secularización y la búsqueda de significado en un mundo pluralista. Hay mucho que decir de Dios aún…

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