Las escritoras están más vivas, más frescas, y más potentes que nunca, a pesar de quienes no las leen y las abortan de las colecciones editoriales desde la investidura de autoridad nacional.

Hoy, es un paradigma esta necesidad de leerlas, un lema que va de lo académico a lo político, cuando tenemos paridad de género y las mujeres van rompiendo techos de cristal en direcciones antes impensables, incluso tenemos una presidenta. Por todas partes nacen colecciones editoriales como Vindictas, de la UNAM y librerías dedicadas exclusivamente a las autoras como Mrs. Dalloway en Coahuila y Utópicas en CDMX, mencionando sólo algunas, y hay premios, publicaciones, cursos y talleres sólo para ellas. Hoy, esto nos parece natural, aunque no a todo mundo, claro, siempre hay voces que reprochan lo que llaman una “discriminación” en contra de los hombres, como si los actos afirmativos de las mujeres tuvieran la vocación de la exclusión. Pero, años atrás, cuando Eve Gil iniciaba casi en soledad, con una obstinación que pareciera obsesión por hacer justicia en el seno de la crítica literaria, entonces prácticamente nula en lo que se refiere a textos escritos por mujeres, ya iba tejiéndose lo que sería, muchos años después, esta magnífica obra, Las calladas del boom.

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Estantería dedicada a autoras en una biblioteca como símbolo de visibilidad. Crédito: Wikimedia Commons
Estantería dedicada a autoras en una biblioteca como símbolo de visibilidad. Crédito: Wikimedia Commons

Pienso en dos antecedentes, por orden de aparición: se publica en 2001, el volumen Las siete cabritas, de Elena Poniatowska, con siete retratos de mujeres que han dejado una huella indeleble en la cultura mexicana. Elena Poniatowska, con ese estilo aparentemente ingenuo, mordaz y sabio, se embarca en una exploración apasionada de las vidas de estas figuras icónicas, a partir de una variedad de fuentes que incluyen memorias, entrevistas, cartas, comentarios críticos, anécdotas y sus propios recuerdos personales.

Poniatowska presenta a Frida Kahlo, la pintora cuyo trabajo y vida desafiantes la convirtieron en un símbolo cultural; Nahui Olin, una figura audaz y controvertida que personificó la revolución sexual femenina; Pita Amor, una poeta excéntrica y única; Rosario Castellanos, la autora total; María Izquierdo, la genial artista plástica; Elena Garro, novelista, cuentista y una figura legendaria en sí misma; y Nellie Campobello, cuya obra sobre la Revolución Mexicana la convierte en una voz única.

Con trazos vivos y conmovedores de estas “cabras locas”, como las llama, les rinde homenaje, resaltando su audacia y valentía en un mundo desafiante para las mujeres de su época.

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Beatriz Espejo, en 2009, publica, a su vez, el volumen Seis niñas ahogadas en una gota de agua, donde estudia esmeradamente la vida y la obra de seis autoras mexicanas. Desde el contexto social en el cual emergieron, trenza los contenidos y las características de sus obras. Hay un minucioso análisis de los recursos literarios, del mundo y las obras en los que se movieron Pita Amor, Guadalupe Dueñas, Elena Garro, Rosario Castellanos, Amparo Dávila e Inés Arredondo; seis escritoras mexicanas que durante la segunda mitad del siglo pasado consolidaron ya en su poesía, ya en su prosa, mucho del alto prestigio de la literatura de nuestro país.

Es importante meter en contexto la investigación de Eve Gil, para realzar la importancia de plantarse frente a un movimiento que fue fundamental en la segundo mitad del siglo XX, el llamado boom latinoamericano, y exigir, desde la más estricta justicia, el aplauso para las autoras que formaron parte de él, y más aún, lo produjeron, e incluso más aún, fueron sus antecedentes, para después ser puestas al margen del marketing editorial, por el mercado, por la crítica, y por sus propios pares masculinos, quienes, paradójicamente, luego de volverse famosos y multipremiados, uno a uno fueron renegando de ser parte de ese fenómeno de ventas, y hubo quienes adujeron que fue un invento de Europa, desde España, a través de la exitosa agente literaria Carmen Balcells.

Es el caso de Marvel Moreno, frente a García Márquez en Colombia; Elena Garro o Inés Arredondo frente a Fuentes y Rulfo, en México; Cristina Pieri Rosi frente a Onetti, en Uruguay; sólo por poner algunos ejemplos. Muy pocas, y como excepción, han tenido reconocimiento público en los últimos años, como Rosario Castellanos o Elena Poniatowska, una desde su función diplomática y académica, la otra desde su desempeño en el periodismo y la crónica. Las obras literarias de las veinte autoras que se analizan en este libro contienen las características más sobresalientes del llamado realismo mágico desde la crítica estadunidense, pero nunca son nombradas. Además, ofrecen nuevas perspectivas temáticas y sus personajes rompen con el estereotipo de género de la época, con lo cual son realmente pioneras del auge actual de la literatura escrita por mujeres en el mundo.

Eve Gil desmenuza algunos de los aspectos más representativos de la narrativa del boom silenciado por la crítica que son puestos en la mesa, precisamente por las autoras: la identidad femenina que, creámoslo o no, sigue en discusión en este 2025, la opresión social y las dinámicas de poder dentro de la familia y la sociedad; voces donde el amor, la violencia y la marginación se miran desde ángulos diferentes, tal vez por eso no convienen a la tradición fundamentalmente machista de los excesos latinoamericanos que terminan aplastándolas.

Clarice Lispector: voz esencial de la modernidad narrativa en lengua portuguesa. Crédito: Wikimedia Commons
Clarice Lispector: voz esencial de la modernidad narrativa en lengua portuguesa. Crédito: Wikimedia Commons

Hay que nombrarlas, leerlas, discutirlas; ellas son Dulce María Loynaz, Silvina Ocampo, María Luisa Bombal, Josefina Vicens, Armonía Somers, Elena Garro, Clarice Lispector, Aurora Venturini, Marta Traba, Rosario Castellanos, María Luisa Mendoza, Inés Arredondo, Luisa Josefina Hernández, Elena Poniatowska, Nélida Piñón, Rosario Ferré, Luisa Valenzuela, Albalucía Ángel, Marvel Moreno, Cristina Pieri Rosi. Y sí, deben estar en las colecciones editoriales, nacionales e internacionales, entre sus colegas varones, a la par y por derecho propio.

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