El concepto de relato es fundamental para englobar una serie de textos narrativos que suelen desafiar los géneros literarios tradicionales mediante la hibridación de los discursos situados en la frontera de la ficción y la reflexión ensayística. Roland Barthes, en los años sesenta del siglo pasado, lo consideró una estructura básica y universal para transmitir una suma de acontecimientos ligados por el tiempo, el espacio y la acción de uno o más personajes. El relato, así concebido, se convierte en una sustancia capaz de ser vertida en diversos moldes comunicativos.

En este supuesto se ubica el “ensayo autobiográfico” Apegos feroces, de la autora Vivian Gornick (traducción de Daniel Ramos Sánchez, editorial Sexto Piso, 2024), una narración de vida y de exploración intelectual en la que se piensan, revisan y reinventan los hechos del pasado personal y familiar para enjuiciarlos a la luz del tiempo presente. Su estructura es fragmentaria, a la manera de los relatos de memorias entrelazadas, delineadas por la voz vigilante de la narradora protagonista, siempre atenta al comentario lúcido y demoledor, lo cual revela su oficio de crítica literaria.

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Crédito: Edición en español de Sexto Piso.  Edición en inglés de FSG Classics
Crédito: Edición en español de Sexto Piso. Edición en inglés de FSG Classics

Apegos feroces recrea la historia de la autora y su madre en sus largas travesías por las calles de Nueva York. En estos periplos, la anciana y la hija madura recuerdan su estancia en los barrios del Bronx y de Manhattan; su convivencia con los inmigrantes judíos e italianos; las luchas sindicales de los comunistas en los tiempos de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial; y, sobre todo, sus experiencias familiares, incluidas las derrotas amorosas. La relación entre las dos mujeres suele ser áspera, cruel, corrosiva, pero, a la vez, seductora. Los dos personajes están unidos por el filo de la ironía y la intensidad paralizante de sus soledades.

Ante todo, el relato dispone las dualidades de unas familias arraigadas en la costumbre y el despertar de unos jóvenes que ya no responden a las prédicas ancestrales, pero tampoco pueden romper con la tradición, y en este punto de quiebre aumenta su desarraigo. Es el caso de la narradora protagonista, quien rechaza la vida hogareña de su madre, pero la seducen las prácticas sexuales de su vecina Nettie, aunque no puede optar por ninguno de ambos ejemplos y decide probar suerte con tres varones.

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El primero, Stefan, es un pintor neurótico; el segundo, un maníaco sexual que después asume la ortodoxia judía para compurgar sus pecados; y el tercero, Joe, es un político que practica la democracia sexual sin escrúpulos ni culpas. En este escenario, la liberación de los cuerpos en los años sesenta cobra la factura dividida en varios conceptos y precios: angustia, depresión, soledad, cuyas patologías insalvables conducen al vacío existencial o a la lucidez de la conciencia, como sucede con nuestra protagonista.

Apegos feroces encarna en sus páginas los postulados de las luchas feministas de la segunda mitad del siglo XX; a lo largo del relato se filtran las ideas de emancipación, crítica al patriarcado y a los mandatos de género; la sexualidad y el deseo femenino; las formas de dominación en el ámbito privado; y la búsqueda de un equilibrio entre las identidades de lo masculino y lo femenino.

Las figuras tutelares de Vivian Gornick son Simone de Beauvoir y Virginia Woolf, sin olvidar a James Baldwin y Philip Roth, quienes recrean la experiencia urbana de sus personajes, mientras que Adrienne Rich y Audre Lorde recuperan la voz de las mujeres para hablar libremente de su sexualidad.

Apegos feroces es un relato que debe leerse y disfrutarse por la vivacidad de su estilo.

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