Más Información
Magistrada Mónica Soto propone sustituir al Comité de Evaluación del PJ; plantea someter a insaculación a aspirantes elegibles
Magistrado Reyes Rodríguez propone validar registros de aspirantes con promedio inferior a 8; excluirlos es “estigmatizante”, señala
¿Eres madre trabajadora? Puedes acceder a las guarderías del IMSS; descubre los requisitos y cómo hacerlo
El primer megapuente de 2025 se acerca; ¿cuándo inicia y qué estudiantes tendrán descanso de 4 días?
Sheinbaum reitera protección a maíz mexicano; iniciativa enviada al Congreso rechaza siembra de trangénico
El fundador de la escuela de filosofía donde estudié, Horst Matthai Quelle, que a su vez fue contratado por el fundador de la Escuela de Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California, Gustavo Almaraz Montaño, solía decir que durante la “Edad Oscura” no había pasado nada interesante. Desde que escuché esas palabras las puse en tela de juicio. Toda época conlleva en su médula diversos cambios y modificaciones intelectuales que enriquecen a la condición humana en su desarrollo. No podemos pecar de puristas, de solipsistas respecto a la historia del pensamiento de la humanidad. Pienso, por ejemplo, que esta época woke dará bastante de que hablar en unos años… es un momento tan vil en nuestra historia…
Así, la caída del Imperio Romano en el año 476 d.C. marcó un punto de inflexión en la historia de Occidente. 500 años de historia de pronto quedaron fragmentados y casi en el olvido. Con la desintegración de la estructura política, económica y social que había sostenido al mundo antiguo conocido, Europa se sumergió en un período de incertidumbre, el reacomodo normal luego de la caída de los líderes. Todo ese periodo oscuro como lo denominó Petrarca por la falta de desarrollo intelectual y tecnológico… pero era de esperarse… la tierra conocida, por lo menos la occidental, de pronto se quedó sin madre, sin esa patria unificadora.
Ahora bien, en medio de la llamada oscuridad la filosofía cristiana emergió como un faro de pensamiento y reflexión, preservando y transformando el legado intelectual de la antigüedad. Tras la caída de Roma, se convirtió en el custodio de la filosofía, dando lugar a nuevas corrientes y pensadores que sentarían las bases para el desarrollo intelectual de la Edad Media.
En el contexto del caos por la caída de Roma, las invasiones bárbaras, la crisis económica y la fragmentación política contribuyeron al colapso de un sistema que había dominado el Mediterráneo durante siglos. En este contexto, la Iglesia cristiana emergió como una institución unificadora, capaz de mantener cierta cohesión cultural y espiritual en un mundo en desintegración. La filosofía, que en el mundo antiguo había estado ligada a la polis y a la vida cívica, encontró en el cristianismo un nuevo hogar. Los filósofos cristianos se enfrentaron al desafío de reconciliar la razón con la fe, la filosofía con la teología. Este diálogo entre la sabiduría pagana y la revelación cristiana daría lugar a una tradición intelectual que se extendería por toda la Edad Media.
Durante los primeros siglos del cristianismo, figuras como San Agustín de Hipona (354-430 d.C.) y Boecio (480-524 d.C.) desempeñaron un papel crucial en la transición del pensamiento antiguo al medieval. San Agustín, quizás el más influyente de los padres de la Iglesia, sintetizó el platonismo con la teología cristiana, creando un sistema filosófico que dominaría el pensamiento occidental hasta el siglo XIII.
En “La Ciudad de Dios”, Agustín aborda la caída de Roma desde una perspectiva teológica, argumentando que la verdadera ciudad no es la terrenal, sino la celestial. Para él, la historia humana es un drama divino en el que la gracia y el pecado luchan por el alma del hombre. Esta visión teleológica de la historia, en la que todo converge hacia un fin último determinado por Dios, sería fundamental para la filosofía cristiana posterior. Hasta la fecha su reflexión sobre lo infinito me genera una profunda angustia, que nada esté limitado por el tiempo, en este caso Dios, me lleva a la cuestión: ¿qué está fuera del universo?
Boecio, por su parte, en su obra Consolación de la Filosofía, escrita mientras esperaba su ejecución, reflexiona sobre la naturaleza del bien, el mal y la providencia divina. Influenciado por el neoplatonismo, el filósofo sostiene que la verdadera felicidad no reside en los bienes materiales, sino en la contemplación de lo divino. Su obra, que combina elementos de la filosofía griega con la fe cristiana, sería una de las principales fuentes de inspiración para los pensadores medievales… un tinte estoico.
Así pues, a medida que Europa comenzó a estabilizarse tras las invasiones bárbaras, surgió en los monasterios y escuelas catedralicias un nuevo movimiento filosófico: la escolástica. Este enfoque, que dominó el pensamiento medieval desde el siglo IX hasta el XIV, buscaba armonizar la fe cristiana con la razón, utilizando herramientas filosóficas para profundizar en la comprensión de la revelación divina. Uno de los primeros representantes de la escolástica fue Juan Escoto Eriúgena (810-877 d.C.), quien en su obra Sobre la división de la naturaleza propuso una visión neoplatónica del universo, en la que todo emana de Dios y retorna a Él.
Eriúgena, influenciado por el pensamiento griego, sostuvo que la filosofía y la teología son dos caminos que conducen a la misma verdad. No obstante, fue en el siglo XIII cuando la escolástica alcanzó su máximo esplendor con la figura de Tomás de Aquino (1225-1274 d.C.). En su monumental obra Summa Theologica, Aquino buscó reconciliar la filosofía aristotélica con la teología cristiana, argumentando que la razón y la fe no se oponen, sino que se complementan. Para él, la filosofía puede demostrar la existencia de Dios y ciertas verdades morales, mientras que la fe revela misterios que trascienden la capacidad humana. Aquino también desarrolló el concepto de "ley natural", según el cual existe un orden moral inherente a la naturaleza humana que puede ser descubierto mediante la razón.
Paralelamente a la escolástica, surgió en la Edad Media una corriente mística que enfatizaba la experiencia directa de lo divino. Figuras como San Bernardo de Claraval (1090-1153 d.C.) y Meister Eckhart (1260-1328 d.C.) representan esta tradición, que buscaba trascender los límites de la razón y unirse con Dios a través de la contemplación y el amor. Eckhart influyó siglos más tarde en Fichtem Schelling, Hegel y Schopenhauer. En la siguiente entrega ahondaremos en esta parte… como lo he dicho en otras ocasiones, la historia de la religión también debe ocuparnos pero como historia de la humanidad apartándonos del fanatismo.