Tel Aviv, 7 de diciembre de 1971

Relación mío 714. [Le informo] que ayer [...] nuevamente hubo simulacro [de] ataque aéreo y evacuación [de] población civil en sección residencial [...], cerca de la cual encuéntrese base aérea subterránea. Continúan maniobras militares y movilización [de las] reservas [...] Pánico adviértase en población árabe. [Se han] hecho notorios intentos masivos de salida [de] inmigrantes latinoamericanos. Seguiré informando. CASTELLANOS.

Así, en mayúsculas y sólo con su apellido paterno, Rosario Castellanos (1925-1974) firmó los telegramas que enviaba desde Tel Aviv a la Ciudad de México, cuando era embajadora en Israel.

Durante su gestión —a juzgar por los telegramas e informes políticos custodiados en el Archivo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE)— se revela que, además de su labor diplomática y docente, la escritora también informó sobre las tensiones entre Egipto e Israel.

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Foto: IISUE/AHUNAM/Colección Ricardo SalazarAhumada/VidaCultural/Retratos/RSA-01444.
Foto: IISUE/AHUNAM/Colección Ricardo SalazarAhumada/VidaCultural/Retratos/RSA-01444.

En esos documentos, resguardados en una carpeta azul, la escritora capturó el estado de guerra que se respiraba en Medio Oriente.

Su informe del 1 de junio de 1971 así lo confirma. En el documento se lee sobre “intensas campañas diplomáticas” para encontrar puntos de acuerdo entre Estados Unidos, la República Árabe Unida e Israel. Castellanos sentenció que las discusiones del secretario de Estado estadounidense, William Rogers, con funcionarios israelíes “obviamente no trascendieron”.

Castellanos también analizó el contexto político y social del entonces joven Estado de Israel. Por ejemplo, en el mismo informe del 1 de junio, detalló que jóvenes de una organización llamada Panteras Negras se enfrentaron con la policía de Jerusalén durante una manifestación “contra las condiciones habitacionales de los judíos de origen oriental”; es decir, del norte de África y partes de Asia Central.

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La escritora reportó que el saldo del enfrentamiento fue de “25 heridos y cerca de 100 arrestados”, y la condena de la primera ministra israelí, Golda Meir, quien “acusó a los Panteras Negras de holgazanes y malos judíos”. A manera de marco histórico, Castellanos escribió en su informe:

[…] el problema de los judíos orientales en Israel no es nuevo. Ya en 1959 se habían presenciado brotes de descontento [...] La sociedad y las instituciones de Israel llevan un sello decididamente europeo [...] Así, los barrios residenciales del norte de Tel Aviv son ocupados principalmente por inmigrantes de Europa Central [...] Por su parte, los yemenitas se han concentrado en los barrios bajos de Tel Aviv o en zonas fronterizas de poco atractivo para los europeos.

Se cuenta que Emilio Rabasa, entonces canciller y “jefe” de Castellanos, elogió la calidad narrativa de los reportes políticos de la escritora. Era de esperarse. Cuando fue nombrada embajadora, Castellanos ya era una escritora prolífica. Su obra literaria incluía quince libros publicados, entre novela, poesía, cuento y ensayo.

Castellanos declaró que en los informes políticos encontró un nuevo género literario, aunque lamentó que estos textos no estuvieran al alcance del público… hasta hoy, en el marco del centenario de su natalicio.

¿Cómo llegó la escritora a Israel en calidad de embajadora y qué dicen sus informes previos a la guerra de Yom Kipur, entre Egipto e Israel?

Castellanos diplomática

Antes de iniciar las indagaciones visité el sepulcro de Rosario Castellanos, ubicado en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores, al poniente de la Ciudad de México. Su tumba es una lápida blanca con el epitafio: “Sabed que entre los labios de granito quedaron detenidas las palabras”.

Sobre la lápida se alza un muro con su nombre —algunas letras ya no existen— y una escultura de Castellanos. Beatriz Caso, autora de la obra, la representó de pie y con el cabello recogido hacia atrás. Sus cejas enmarcan una mirada que parece llegar más allá del horizonte.

Dos chicas que contemplaban la tumba casi con devoción le ofrendaron rosas. Les pregunté por su visita y se presentaron: Itzel Toledo García, historiadora por la UNAM, maestra en Relaciones Internacionales y doctora en Historia por la Universidad de Essex; y Liliana Chávez Díaz, profesora investigadora de la Universidad de St Andrews, adscrita al Departamento de Letras Hispánicas.

Ambas han investigado a Castellanos y escribieron el artículo “Embajadora tras bambalinas: Rosario Castellanos en Israel (1971-1974)”, incluido en el libro Mujeres y relaciones internacionales en el siglo XX: historia y presencia en un mundo en transición (2024), coordinado por Toledo García. Su encuentro fue una afortunada coincidencia.

En una conversación posterior, Toledo García me explicó que Castellanos cumplió cabalmente con su agenda diplomática: mantuvo estables los lazos políticos, incentivó el intercambio académico y fue la única que ejerció la docencia en el país donde fue designada. Además, algo que distingue su gestión —a diferencia de otros embajadores que Toledo García ha estudiado, como Palma Guillén y Alfonso Reyes— es que la poeta sí registró en sus informes políticos los conflictos bélicos del país receptor.

Mi investigación continuó durante la inauguración de la exposición Un cielo sin fronteras. Rosario Castellanos: Archivo inédito, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso. Aquella noche convocó a cientos de personas, entre ellas, Elena Poniatowska. Cuando Rosario Castellanos dio clases de literatura en la Universidad Hebrea de Jerusalén, analizó Hasta no verte, Jesús mío (1969), de Elena. Supuse que ella sabría por qué Castellanos fue elegida embajadora en Israel.

“Ella dio un discurso el Día de la Mujer que impresionó muchísimo a Luis Echeverría y a María Esther, su esposa, y por eso yo creo que la escogieron como embajadora”, respondió.

El discurso al que se refiere Poniatowska fue La abnegación, una virtud loca, y Castellanos lo leyó cuando ya había sido designada como embajadora. En él, la escritora criticó el escaso acceso de las mujeres a la educación.

En este sentido, el exembajador Pedro González Rubio declaró en entrevista para la , de Graciela Itzaya Dorantes Martínez, que “Rosario Castellanos fue una de las más feroces críticas de Echeverría, tanto cuando era secretario de Gobernación como cuando ya era presidente. No es para nadie un secreto que para cooptar a los críticos, tratas de acercarlos a ti, con ciertas prebendas”.

Asimismo, Toledo García comenta que para 1971 Echeverría quería limpiar la imagen de México tras la masacre de 1968, y dar la impresión de un país democrático.

Respecto al hecho de haberla enviado a Israel, según González Rubio, “lo más probable es que la decisión haya recaído en Emilio Rabasa, quien tenía afinidad con Castellanos por su lugar de nacimiento y tenía ascendencia judaica”. Por otro lado, Toledo García señala que, después de la Revolución, México mostró interés por establecer relaciones diplomáticas con los estados que surgieron tras la Segunda Guerra Mundial.

Con Israel, esta historia comenzó en 1956 y continuó con Castellanos el 25 de enero de 1971, cuando Joaquín Bernal, exembajador de México en Israel, envió el siguiente telegrama: “Hoy lunes 25 [el] Gobierno [del] Estado de Israel concede beneplácito [a la] Señora Castellanos”.

La carpeta azul

“Y de pronto, ¡zas! Que me nombran embajadora. Otro oficio, otros horizontes, una vida nueva. Yo acepté porque [...] me encanta estar naciendo”, escribió Rosario Castellanos en su columna del periódico Excélsior, en febrero de 1971. En ese país, la poeta llegó a Israel acompañada de su hijo y de Herlinda Bolaños, la mujer encargada de las labores domésticas.

Gracias a sus columnas periodísticas —reunidas bajo el título Mujer de palabras. Artículos rescatados (UNAM, 2024)— conocemos el Israel de Castellanos: vibrante, cosmopolita y bullicioso. Escribió sobre el teatro y comentó el sabbat, día de descanso para los judíos. Por cierto, Gabriel Guerra recuerda que, para él y su madre, ese día tenía un tono más íntimo: “Comíamos en la casa o hacíamos alguna excursión”.

Sin embargo, en los informes políticos Castellanos fue más detallada y registró los desafíos internos de Israel y el estado de alerta en medio de las tensiones diplomáticas. El nerviosismo e incertidumbre están contenidos en los documentos que guarda en la delgada carpeta azul que custodia la SRE.

En el reporte de junio de 1971 Castellanos escribió que la estructura política de Israel “cierra las puertas a la única vía para que las comunidades más desposeídas se expresen políticamente”, y concluyó el informe argumentando que la única vía política “que tienen los judíos orientales es la que han abierto los jóvenes Panteras Negras”; y aunque explicó que este grupo cambió el adjetivo negras por azul y blanco, enfatizó que “todos los europeos se refieren a los [judíos] orientales como shahorim, los negros”.

Sobre política exterior, en su informe de octubre de 1971, Castellanos registró que el presidente egipcio Anwar Sadat declaró que sus “fronteras no son tierra de regateos” y que su postura aplicaba “para el Sinaí, Golán, Gaza, Jerusalén y todos los territorios árabes”.

De acuerdo con Castellanos, la respuesta de Israel fue: “Es mejor que Egipto no intente cruzar el canal y le recomendamos al presidente Sadat que piense lo que va a hacer, pues lo volveremos a derrotar”. En ese mismo reporte se lee la preocupación de la señora Meir ante la demora de Estados Unidos para entregar los aviones Phantom, “a pesar de que grandes cantidades de armamento soviético se han provisto a Egipto y Siria”.

En el telegrama del 23 de noviembre de 1971, Castellanos reportó que el presidente egipcio “anunció reanudar [la] guerra con Israel [...]”. De acuerdo con el informe del día 26, las tensiones aumentaron: “Temores de Israel ante [guerra inminente se han convertido] en una alarma oficial”. Además, señaló que la guerra se limitaba a la zona del Canal de Suez y que su evolución dependería de las conversaciones entre el presidente Nixon y los gobernantes soviéticos. Concluyó: “...espérese reanudación de hostilidades a mediados de enero, salvo circunstancias imprevistas”.

En su informe del 3 de diciembre de 1971, Castellanos reportó el arribo a Israel de representantes de algunos países de la Organización de la Unidad Africana, con el fin de averiguar “qué se puede hacer por la paz en Medio Oriente”.

¿Qué pasó de 1972 a 1973, cuando estalló la guerra de Yom Kipur? No hay manera de saberlo. Aquí se pierde el rastro.

El Archivo Histórico de la SRE sólo conserva los informes políticos y telegramas correspondientes a 1971. El resto de las carpetas corresponden a las actividades culturales que realizaron Israel y México en el décimo aniversario de su muerte, y documentos diversos.

Castellanos retomó la guerra de Yom Kipur en su columna periodística del 27 de octubre de 1973. Cuenta que una sirena advirtió un ataque aéreo, mientras su hijo estaba afuera, en su bicicleta. Posteriormente, se trasladó al refugio de la cancillería para redactar los informes que envió a México, de los cuales no hay rastro.

Castellanos concluyó su artículo reflexionando que “los judíos [...] quienes dan una importancia tan fundamental a la palabra no dispongan del diálogo como un medio de entendimiento con sus vecinos”.

Castellanos murió el 7 de agosto de 1974. Luego de que la noticia llegó a México, la SRE invitó al público a recibir a la escritora en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a las 6:30. Posteriormente, se llevó a cabo un homenaje en el área de conferencias de la Secretaría.

Los homenajes continuaron a las 11:00 en el Palacio de Bellas Artes. Finalmente, el cortejo fúnebre partió a las 15:30 rumbo al Panteón Civil de Dolores. 51 años después, hasta allí acudieron García Toledo y Chávez Díaz a hacerle “un pequeño homenaje”.

“Todavía hay mucho que estudiar sobre ella, y tenemos que tomar en serio lo que nos dice: los informes son otro género literario, y nos permitirán abrir una nueva rama de investigación”, concluye García Toledo.

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