En Aguascalientes, el gobierno y mucha gente del lugar se llena la boca alabando y apropiándose de José Guadalupe Posada. Hace poco, el secretario de turismo dijo: “La Catrina es de aquí y se la quieren apropiar otros estados”.

El funcionario ignora que Posada se fue muy joven de Aguascalientes, que la Catrina es su obra póstuma y que fue ejecutada en el barrio de Tepito de la Ciudad de México, donde vivió desde 1888 hasta 2013. Curioso.

Sexenio tras sexenio, en el Festival de las Calaveras se vanaglorian, hacen un jolgorio casi bacanal como la Feria de San Marcos, mientras Posada sigue siendo un fenómeno inexistente en Aguascalientes. De hecho, lo es.

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Placa de zinc original donde no se aprecia ninguna perforación. Abajo de ésta, la impresión de la obra Formidable choque de un tranvía./ MUSEO GUADALUPE POSADA
Placa de zinc original donde no se aprecia ninguna perforación. Abajo de ésta, la impresión de la obra Formidable choque de un tranvía./ MUSEO GUADALUPE POSADA

La obra que Posada publicó en su tierra natal es mínima. Apenas se conocen once espléndidas litografías publicadas en El Jicote. El joven artista, por entonces, tenía 19 años, era el año de 1871.

Como se sabe, la vida de Posada pasó inadvertida durante décadas. Más aún, no hay noticia alguna de que al genial artista lo recordaran en su tierra. En 1952, el gobernador del estado de Aguascalientes declaró ese año como el “Año de José Guadalupe Posada” y los festejos consistieron en realizar un mural en el palacio de gobierno (hoy desaparecido, seguramente alguien pintó encima de él).

Mejor aún, un michoacano avecindado en Aguascalientes, Francisco Antúnez, publicó un enorme trabajo: Primicias litográficas del grabador José Guadalupe Posada. 134 ilustraciones. Antúnez hizo la selección y notas. Fue un trabajo excepcional que recoge las primeras obras de Posada.

Después, el silencio.

Afortunadamente, uno de nuestros grandes promotores culturales, don Víctor Sandoval, tuvo la claridad de crear un museo en el año de 1973, pero fue una idea que se truncó. Sandoval comentó a Lupita Appendini: “el museo contará con varias secciones en donde se desarrollará un esquema histórico del arte del grabado… en la primera sala tendrá una ambientación de la época en donde desarrolló su sensibilidad artística: prensas, buriles, fotografías y sus primeros trabajos hechos en Aguascalientes”. Después: “la sala principal será ocupada por los originales y reproducciones de la obra de este artista… Será un museo vivo… y se contará con todos los adelantos modernos”.

Crédito: Foto de redes sociales
Crédito: Foto de redes sociales

Nunca se materializó esta idea.

Durante décadas ha sido una casota de cultura que exhibe obras de Posada y de Manilla, que hace talleres, que presume de mostrar a Posada y nada más.

En 2010 se hizo una remodelación al espacio. La museografía la realizó una empresa comercial ajena al estudio de la obra de Posada, con una visión vieja y anacrónica, con descuido tal que el día de la inauguración ni siquiera fueron colocados los vidrios de protección a la obra y tampoco mostraron esas primeras litografías de Posada.

Se publicó un catálogo: Posada. El genio de la estampa, donde, nuevamente, la obra impresa en Aguascalientes quedó marginada. En tanto, dieron un enorme espacio a una imaginaria investigación que achacaban algo que nunca hizo Posada: la tipografía de las hojas volantes.

Desde entonces, la casota de Posada no se ha movido. Sigue igual o, más bien, mucho peor.

El Museo Posada muestra de manera limitada apenas un fragmento de la obra del artista, básicamente los impresos de Vanegas Arroyo, dejando de lado las publicaciones que tuvo con Ireneo Paz, con Francisco Montes de Oca, o los setenta periódicos en los que participó, entre un número indeterminado de obras.

El museo, con minúsculas, no goza de una curaduría profesional y moderna, carece de un discurso museográfico claro. No es, de manera alguna, un lugar de memoria de la realidad ni un espacio lúdico que congregue y sea espejo de la época del artista y esté conectada con la realidad del siglo XXI.

El Museo Posada, hasta la fecha, no cuenta con nada de esto. Ni siquiera hay un museógrafo ni un equipo técnico para el montaje. Su personal se limita al mínimo, a pesar del entusiasmo de algunos de sus directores ha carecido y carece de estos elementos.

Los gobiernos estatales, municipales y federales han desdeñado a José Guadalupe Posada, a pesar de que suelen vanagloriase con el nombre del grabador.

Desde hace cincuenta años, el Museo Posada muestra, prácticamente, la misma obra; en 2007 hubo la oportunidad de modificar la museografía cuando el gobierno adquirió la casa vecina, adjunta al museo, que fue derrumbada y se logró ampliar la sala principal.

Tampoco la casa donde nació Posada, en el Barrio de San Marcos, ha tenido un mejor fin. En 2013 se pintó la fachada y se colocó una placa señalando que ahí nació y vivió Posada. Hoy, esa misma fachada está sucia, despintada y con una mancha que delata que la placa que hubo ahí alguien la hurtó o tal vez sólo la quitaron después de una denuncia que hicimos hace unos años, pues estaba a punto de caer.

Pero lo peor ocurrió hace unos días.

Diversas publicaciones locales, como El Heraldo, publicaron tres fotografías con la imagen de la placa de zinc, denominada Formidable choque de un tranvía, con una perforación de un tornillo de cruz.

Alejandro Vázquez Zúñiga, director del Instituto Cultural de Aguascalientes, con enorme desparpajo y una ignorancia extrema, afirmó en una nota de prensa aparecida que: “Ninguna obra ha sido dañada, pues las placas tienen perforaciones para colocar clavos o tornillos que las sostengan en la base de madera, lo cual es una práctica común en la exhibición de las placas de zinc del artista”.

Sin pudor alguno afirmó que el tornillo ya estaba desde noviembre del año pasado y que “estas perforaciones no dañan las características de las obras y que, una vez que el museo concluya las reparaciones por humedad en el edificio, se podrá visitar para que el público pueda apreciar las piezas en persona y conocer el proceso por el cual se justifican las perforaciones”. Pero fue más allá al afirmar que la propia “Catrina Garbancera tiene perforaciones”.

Hace quince años tuve una efímera participación en el comité de reestructuración del Museo, a raíz de la ampliación que se dio entonces. (Por cierto, el entonces director del ICA, Víctor Manuel González Esparza nunca tuvo la amabilidad de explicarme por qué me excluyó del proyecto). Debido a ese trabajo, se me entregó una serie de archivos del acervo del Museo la cual conservo y puedo mostrar que esa pieza carece de tornillo alguno.

Ni qué decir de la imagen de la Catrina, por cierto, ni de ninguna pieza. Conozco cientos de placas originales de Posada, tanto de esa casota de cultura, como del Museo Nacional de la Estampa, de coleccionistas o de los familiares de Vanegas Arroyo, y ninguna tiene algún tornillo; existen piezas muy dañadas por el uso y abuso de ellas, que incluso se mira un clavo antiguo y oxidado, pero es clara la diferencia entre el desgaste y el uso de un taladro y un tornillo moderno recién comprado en una tlapalería.

Las placas de zinc están montadas en madera. Son piezas con una antigüedad de más de cien años, patrimonio de la Nación y de la Humanidad. El taladrar la cincografía para colocar ese tornillo no sólo muestra la ignorancia, descuido e ineptitud, también es un delito al lastimar un patrimonio cultural único.

Ojalá algún día despierte la señora gobernadora de Aguascalientes y la propia comunidad cultural, y tomen cartas en el asunto.

Posada fue un artista quien, en vida, no se le valoró ni se le reconoció debidamente. Es el gran ilustrador de lo mexicano, el artista que creó la línea del arte mexicano, como he titulado un par de exposiciones que he curado.

Posada está vivo, no lo atornillemos, no lo merece.

Tampoco Aguascalientes lo merece.

José Guadalupe Posada Aguilar vivió en esa ciudad hasta los 19 años y, aparentemente, nunca volvió.

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