El lanzamiento de ChatGPT al público en el 2022, un programa computacional con el que los usuarios generan diversos tipos de contenido textual y visual, con tan solo darle una instrucción, hizo que el tema de la inteligencia artificial se volviera popular a nivel internacional. Ya no eran solo tecnólogos como Geoffrey Hinton, ex empleado de Google nombrado como el “abuelo de la IA”, quienes opinaban al respecto, sino también personas ajenas a los mundos de la informática o los negocios tecnológicos. Las opiniones sobre la normalización de la inteligencia artificial han sido tanto optimistas como, en su mayoría, pesimistas. Sin embargo, debido a las limitaciones percibidas en las versiones iniciales de programas como ChatGPT, que generaban textos imperfectos e imágenes con detalles erróneos, muchas personas consideraban exageradas las advertencias de especialistas en IA que afirmaban, por ejemplo, que esta tecnología podría llevar a la extinción del ser humano. A ojos del público general, estas opiniones parecían fuera de la realidad.
La reacción empezó cambiar el 6 de marzo de este año, cuando Manus AI, un agente de inteligencia artificial desarrollado en China por la empresa Butterfly Effect, fue lanzado públicamente, igual que ChatGPT. Este agente prometía ejecutar tareas digitales con una intervención humana mínima. Por ejemplo, un usuario podía darle la instrucción: “crea un sitio web para vender joyería”, y el agente se encargaría de todo, desde la selección de imágenes hasta la construcción completa del sitio web. Los usuarios, una mezcla de tecnólogos sin especialización en la IA y personas ajenas a la tecnología, al experimentar la capacidad de este agente de IA, el escepticismo empezó a transformarse en inquietud. Las opiniones de los especialistas en la IA que antes se percibían como apocalípticas comenzaron a parecer razonables. Y claro, una cosa es leer una noticia como “Meta planea eliminar 4,000 empleos en Estados Unidos para enfocarse en inteligencia artificial” y otra muy distinta es vivir el impacto de una IA capaz de sustituir el trabajo humano de forma tangible. Con Manus AI, muchos pudieron darse una idea de cómo se empieza a tornar el futuro.
Lee también: “Estados Unidos tan caótico como América Latina” Sin embargo, la automatización masiva gracias a la inteligencia artificial hará que las cualidades que son exclusivamente humanas sean de un valor superior. Con la IA y los robots humanoides, que empresas como Huawei y Tesla ya están desarrollando; manejando hasta el 99% de las tareas laborales y domésticas, como proyecta la consultora estadounidense McKinsey: para el 2030, entre 400 y 800 millones de empleos automatizados. La perfección técnica de las máquinas se volverá común y predecible. Esto hará que las habilidades humanas; como la empatía, la creatividad y la espontaneidad, destaquen como un recurso escaso. ¿Pero quién creo la inteligencia artificial? La historia de la IA es profunda y compleja, formada por varios individuos. No obstante, existen dos individuos que empezaron esta rama de conocimiento y abrieron la puerta para su desarrollo. Alan Turing, un matemático y lógico británico, en 1948 publicó el informe “Maquinaria inteligente”, donde exploró la posibilidad de que las máquinas pudieran aprender y pensar. Aunque Turing inventó la base teórica, el término “inteligencia artificial” y la formalización del campo como disciplina se atribuyen principalmente por el informático estadounidense John McCarthy. En 1955, McCarthy, propuso un taller de verano en su universidad titulado “Una propuesta de verano para el proyecto de investigación sobre la inteligencia artificial”, donde se concluyó el término. Este taller, celebrado en julio y agosto de 1956, es considerado el nacimiento oficial de la IA como campo de estudio. Ahora bien, ¿qué es la inteligencia artificial? Es una rama de la informática que busca realizar tareas que requieren inteligencia humana; como aprender, razonar, resolver problemas, interactuar con el lenguaje, entre muchas otras. Y lo que hace esto posible son los algoritmos de IA. Estos son un conjunto de instrucciones matemáticas que le dice a una computadora cómo aprender de datos y realizar una tarea. Crear uno implica decidir cómo la máquina va a “pensar” y mejorar. Existen diversos tipos de algoritmos de IA utilizados para diferentes propósitos, y los datos recaudados para cada propósito, varían. Por ejemplo, un algoritmo puede ser creado con el propósito de que escriba cuentos cortos de fantasía. Para lograr esto, el algoritmo necesita aprender de datos específicos creados por el ser humano, como: libros de autores reales, cuentos, artículos, incluso noticias. Sin embargo, el proceso no acaba ahí. Ya que una vez creado el algoritmo y alimentado de datos, se necesita mejorar por medio de la retroalimentación humana, esta es usada para “enseñarle” al algoritmo qué es bueno y qué no. Por ejemplo, si el algoritmo escribe un cuento aburrido, los humanos pueden indicar que prefieren cuentos más creativos, y el algoritmo aprende a priorizar eso. Lee también: Huir hacia delante: el caos trumpista visto desde Canadá A lo largo de la historia, las innovaciones tecnológicas han liberado a los humanos de tareas repetitivas. En la revolución industrial se reemplazó el hilado manual de algodón y lana, al igual que el tejido. En la segunda revolución, el ensamblaje de productos como automóviles, donde el humano lo armaba pieza por pieza. Y en la primera ola de la automatización y la informática a partir de 1940, la clasificación y archivado de documentos por medio de computadoras, al igual que cálculos científicos y de ingeniería realizados por las mismas. La IA, sigue este patrón, pero a una escala mayor. Esta perfección técnica de las máquinas, aunque eficiente, se volverá común y predecible, haciendo que las habilidades humanas sean un recurso escaso. Sin embargo, la escasez de estas habilidades no solo surge por la automatización, sino por la decisión, muchos de nosotros se acomodarán al confort que la IA y los robots proporcionan. También, el confort es un factor inherente del humano. En el 2022, la universidad de Oxford realizó un estudio en donde se hizo una encuesta a trabajadores con una edad entre 18 y 65 años de los Estados Unidos, Reino Unido y Alemania; en sectores como manufactura, comercio minorista, transporte, y servicios administrativos. Como resultado, el 45% de los encuestados subestimaban el riesgo de automatización en sus trabajos, creyendo que sus roles eran "insustituibles" o que la tecnología no avanzaría tan rápido. Y el 52% de los trabajadores indicaron que las tecnologías actuales, como aplicaciones de gestión de tareas o robots colaborativos, hacían sus trabajos "suficientemente fáciles", reduciendo la necesidad percibida de aprender nuevas habilidades. Por otra parte, en la medicina los algoritmos de IA diagnostican enfermedades con una precisión del 90% en algunos casos, pero los médicos que combinan estos diagnósticos con empatía, un factor inherente del ser humano, logran mejores resultados. Un análisis publicado en The Lancet en el 2019, una revista médica británica, revisó más de 80 estudios, y encontró que la empatía de los médicos, es decir, la capacidad de comprender y responder a las emociones de los pacientes mejora los resultados clínicos hasta en un 20%. Por ejemplo, en pacientes con cáncer, la empatía del médico se asoció con una reducción del 15% en los síntomas de depresión, un factor crítico para la calidad de vida de los pacientes. Así pues, la comodidad que la IA nos ofrece puede llevar a muchos a descuidar sus capacidades inherentes, haciendo que solo aquellos que cultiven su empatía, creatividad y autenticidad se conviertan en humanos excepcionales.Comentarios
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