Una ironía desalentadora es que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) haya sido excluido de los programas, planes y proyectos clave de los gobiernos de la 4T. El INAH fue creado con espíritu cardenista en 1939 y encargado, desde su origen, de rescatar, conservar y difundir el patrimonio arqueológico, antropológico e histórico como parte esencial de la identidad nacional. No solo de la historia oficial, sino también de las culturas originarias y de los sectores populares. El cardenismo reivindicó a los pueblos indígenas y campesinos como pilares de la nación, defendiendo el patrimonio cultural con una postura también anti-extractivista y anti-imperialista.

El INAH nació con una misión profundamente nacionalista, educativa, popular y soberana. Pero fue gravemente trastocada por la política neoliberal del PRI a partir de 1982 y por los gobiernos panistas, que reorientaron sus objetivos hacia la comercialización del patrimonio y su uso como entretenimiento, respaldando procesos de privatización. Casos como la destrucción del Cerro de San Pedro (SLP), el Wal-Mart en Teotihuacán, la plaza Carso en Cuicuilco o Cumbre Tajín dentro de una zona arqueológica, ilustran cómo se desvirtuó su cometido original, incluso rentando museos para fiestas privadas.

Con la llegada de la 4T, que proclamó un cambio radical y democrático con énfasis en el fortalecimiento del Estado y sus instituciones, cabía esperar un rescate del INAH. Pero ocurrió lo contrario: ha sido sistemáticamente debilitado desde la presidencia de López Obrador y ahora con Claudia Sheinbaum. Sus funciones han sido socavadas por deficiencias estructurales y presupuestales, lo que refleja un profundo menosprecio hacia una institución única, histórica y esencial para implementar los cambios culturales que el país requiere con urgencia. Todo esto, además, se hace usando a los mismos funcionarios que ocuparon cargos durante el neoliberalismo.

Lee también:

Los 18 programas que integran el Plan México abordan prioridades sociales, económicas, productivas y científicas, pero ignoran al INAH. No se le considera como una entidad educativa y cultural que resguarda el patrimonio, la identidad, la historia y las raíces indígenas de nuestra nación. Esto contrasta con el hecho de que hoy más de 100 comunidades ejercen derechos de autonomía que requieren acompañamiento institucional, no subordinación a estructuras con una visión indigenista caduca.

El Plan México necesita incluir al INAH con una revaloración integral que considere sus principios fundacionales, sus 86 años de existencia y el marco legal vigente. Urge una visión alineada con la realidad presente y el futuro que deseamos para la educación del pueblo, desde una transformación pacífica y democrática. Si el humanismo mexicano es en verdad la filosofía política de la 4T, no puede continuar el desinterés ejercido hacia el INAH, manteniendo servidores del pasado que agravan su devastación.

[Publicidad]