Desde su aparición, en 1952, Ramón López Velarde en Guadalajara de Emmanuel Carballo (1929-2011) forma parte sustantiva de la bibliografía velardeana; estación obligada para conocer la trayectoria del poeta en sus primeros pasos, el libro se presenta también como una investigación escrupulosa y un ensayo historiográfico de primer nivel. Cuando comienza a circular este opúsculo —debut literario de tan prometedor crítico—, la empresa de reunir la obra del jerezano, la publicada en sus cuatro libros y la dispersa en innumerables diarios y revistas, es apenas una ilusión compleja, desordenada y llevada a cabo por empeños bien intencionados, a menudo faltos de rigor y método. Por lo que anota en el ensayo introductorio, advierto que el joven escritor de 23 años reconocía en el trabajo de José Luis Martínez —el futuro editor de la obra lopezvelardeana—, un modelo de exigencia crítica, nada condescendiente a impresiones y al caudal anecdótico en torno del bardo.

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El ordenamiento de los poemas y las prosas que publicó el autor de La sangre devota en las páginas de El Regional, entre 1909 y 1912, será a la postre la aportación mayor de Carballo; corregir equívocos de transcripción y datación, por ejemplo, marcarían la pauta desde entonces para “fijar” la obra del clásico de clásicos de nuestras letras del siglo XX, asignatura todavía pendiente. Antes de 1952, los estudiosos del poeta contaban con pocas referencias bibliografías de valor crítico, Poemas escogidos de RLV (1935) con un estudio de Xavier Villaurrutia que replica en la antología El león y la virgen (1942), el ensayo “fenomenológico” El concepto de la zozobra (1944) de Arturo Rivas Sainz, las supuestas Obras completas de RLV (1944) de Editorial Nueva España, S.A., el número 39 de El Hijo Pródigo (junio de 1946) dedicado al zacatecano, Fuentes de Fuensanta (1947) de Luis Noyola Vázquez y el número 7 de México en el Arte (primavera de 1949) que exhumó manuscritos del autor de Zozobra y dio a conocer un relevante epistolario. En febrero de 1952 salieron de la Imprenta Universitaria tres volúmenes de las investigaciones documentales de Elena Molina Ortega que seguramente Carballo leyó con extrema curiosidad. ¿En qué momento el crítico jalisciense decide penetrar esa casi terra incognita de los papeles velardeanos? En Ya nada es igual (memorias 1929-1953) encuentro la respuesta: “En la entrega número 4 de ariel comencé a publicar mis hallazgos hemerográficos relativos a Ramón López Velarde. Carlos Villegas, entonces becario de El Colegio de México, fue quien me informó que el poeta de Zacatecas había colaborado en un periódico de Guadalajara, El Regional, y en su revista Pluma y Lápiz. Aproveché la noticia y me puse a investigar”. En poco más de tres años, el autor de Protagonistas de la literatura mexicana desarrolló su investigación, redactó la presentación y cuidó la edición de Ramón López Velarde en Guadalajara, libro de apenas 59 páginas que en su edición de 1988 sumaría nuevos apuntes.

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Manuel Carballo Chávez, conocido como Emmanuel Carballo ​ fue escritor, ensayista, crítico literario, editor y periodista./ARCHIVO DEL UNIVERSAL
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El capítulo tapatío 1909-1912 es relevante en la relación de amistad entre el periodista Eduardo J. Correa (de 36 años) y el entonces estudiante de leyes Ramón López Velarde (de 21 años). Gracias a la correspondencia de los dos, dada a conocer en 1991, la biografía velardeana se beneficia de una mirada de gran angular sobre la época, abonando de paso un sin fin de minucias literarias y vitales. Lo mismo puedo decir de la publicación, en 2015, de La autobiografía íntima de Correa donde el periodista hidrocálido aborda con detalle su aventura en El Regional, periódico católico que fomentaba —“moral y materialmente” a decir de Juan B. Iguíniz— el Arzobispo José de Jesús Ortiz. Al menos en las dos primeras ediciones de Ramón López Velarde en Guadalajara (1952, 1988), estos materiales no estuvieron al alcance de Emmanuel Carballo para validar sus tesis o corregir juicios. Pudo consultar el epistolario de cara a la tercera edición de 2006 publicada en Zacatecas. No lo hizo según pude cotejar. Tal vez las misivas de Correa y López Velarde hubieran modificado su aseveración sobre las causas por las que La sangre devota no se publicó en Guadalajara, en 1910, en la imprenta de El Regional. Según Carballo, por “la severa autocrítica” Ramón López Velarde retiró el libro después de una revisión “vigilante y ecuánime del oficio”, cancelando la posibilidad de que su ópera prima tuviera pie de imprenta tapatío.

Gracias a la correspondencia editada por Guillermo Sheridan, nos enteramos que el inicial y entusiasta ofrecimiento de Correa para que el joven escritor reuniera sus poemas y se los enviara para publicarlos en la capital jalisciense, se fue enfriando al tiempo que mudaban los términos de la posible edición. Después de excusarse de que la calidad de impresión del equipo de El Regional no era la mejor y que, en consecuencia, habría que buscar otro taller mejor, en Aguascalientes por ejemplo, el periodista se olvidó por un tiempo del compromiso. El cambio de actitud, según mi lectura, lo motivó una reserva pudibunda respecto del tono sensual de ciertos poemas velardeanos. ¿El periódico católico que financiaba el mismísimo arzobispo Ortiz publicaría esos devaneos lúbricos? Cuando su joven amigo y colaborador diligente recordó las demoras de la publicación, el aguascalentense sutilmente insinuó que el costo editorial del libro correría a cargo del autor. El poeta y toda su familia, tras la muerte del padre en 1908, vivían a costillas de los tíos Berumen, Salvador y Sinesio, hermanos mayores de su madre. Obviamente, las raquíticas finanzas de su prole y de su condición de estudiante pobre, no estaban para cumplir el capricho de su debut lírico por más prometedora que fuera dicha empresa avalada por Apolo y sus nueves musas.

Fuera de ese posible replanteamiento, Emmanuel Carballo anota los vínculos del zacatecano con escritores de Jalisco. Los más significativos son, a no dudarlo, su relación personal y epistolar con los poetas Francisco González León y Amando J. de Alba y su amistad de varios lustros con el médico y escritor Pedro de Alba, compañero del Instituto de Ciencias de Aguascalientes. Esos tres jaliscienses, curiosidad aparte, nacieron en pueblos de la conocida región de Los Altos: Lagos de Moreno, Encarnación de Díaz y San Juan de los Lagos respectivamente. Por razones geográficas e históricas, esa zona de la entidad ha mantenido, desde la colonia, una relación cultural estrechísima con la ciudad de Aguascalientes de mayor resonancia que la sostenida con la capital tapatía. Por otra parte, la rama paterna del nacido en Jerez, desde el virreinato tuvo asiento y dominio en Paso de Sotos, hoy Villa Hidalgo, Jalisco. En tal concierto de afinidades, la formación literaria de los años juveniles de López Velarde, como bien lo describe Carballo, gozó de estímulo y proyección por parte de sus colegas.

A esos tres referentes espirituales, el ensayista incorpora en su genealogía crítica dos alteños más, el narrador Agustín Yáñez y el poeta Manuel Martínez Valadez. El primero, aunque nacido en Guadalajara reconoció siempre sus orígenes en Yahualica; el segundo, autor ahora un tanto olvidado, nació en Arandas y participó en la revista Bandera de provincias. En estos dos escritores, en su obra temprana, el crítico de Notas de un francotirador reconoce el magisterio lopezvelardeano como fértil influencia y modelo pertinente a reformular según sus particulares tentativas. Personalmente, me atrae la lectura de Carballo respecto de las equivalencia entre La sangre devota (1916) y Flor de juegos antiguos (1942), primeros y propiciatorios libros de López Velarde y Yáñez, autores que unos pocos años después darán el campanazo con sus obras maestras, Zozobra (1919) y Al filo del agua (1947) El último apartado de Ramón López Velarde en Guadalajara comenta los críticos jaliscienses que abordaron la obra del bardo de Jerez, con desiguales resultados, Jesús S. Soto y Arturo Rivas Sainz y, con lecturas radiográficas y novedosas, Antonio Gómez Robledo y José Luis Martínez. El elogio que hace del artículo de Gómez Robledo, publicado en la Revista Arte de enero de 1933, nos llama a los interesados para localizar ese texto y ponerlo nuevamente en circulación. Sospeché por un momento que el propio Carballo lo había hecho en la muy completa compilación crítica Visiones y versiones, López Velarde y sus críticos 1914-1987 publicada con motivo del centenario del nacimiento del vate en 1988. No lo hizo y estoy, desde ahora, emplazado a encontrarlo y rescatarlo del polvo y las polillas. La labor crítica de Martínez, en el ordenamiento del corpus velardeano ha sido ejemplar en cada una de sus etapas en las que ha sumado noticias y visiones inéditas, textos literarios y documentos de mucho valor que desembocarían en las ediciones de 1971 y de 1990.

Ernesto Lumbreras, poeta, ensayista y narrador, es autor de Vals para lobos y pastor (2024), su más reciente novela publicada por Ediciones ERA.
Ernesto Lumbreras, poeta, ensayista y narrador, es autor de Vals para lobos y pastor (2024), su más reciente novela publicada por Ediciones ERA.

A los nombres de jaliscienses comentados por Emmanuel Carballo, estudiosos del legado del poeta de El son del corazón, hay que sumar los de Juan José Arreola, Hugo Gutiérrez Vega, Ernesto Flores, Vicente Preciado Zacarías, Felipe Garrido y Luis Vicente de Aguinaga quienes han aportado investigaciones y lecturas de gran calado y lucidez. Las correspondencias culturales y espirituales con el solar jalisciense no han cesado por lo visto. Curiosamente, el jerezano coqueteó y vaciló con visitar Guadalajara. Nunca concretó ese viaje. Lo tentó, en 1911, venir acá para concluir sus últimos semestres de la carrera de derecho. Luego, a mediados de 1912, con boleto de tren comprado, naufragó la posibilidad de trasladarse a la Perla de Occidente para dirigir El Regional. Todavía, por lo menos en dos momentos de 1921, en marzo y en mayo, pudo acompañar a Rafael López aceptando la invitación del gobernador Basilio Vadillo. Sin embargo, más allá de tales imposibilidades geográficas, la obra velardeana ha tenido larga y renovada residencia en el interés de escritores nacidos en Jalisco. En esa nómina de curiosos y devotos del genio del autor de “La suave Patria” se encuentra, en la primera línea, Emmanuel Carballo, un adelantado de los estudios en la materia con su Ramón López Velarde en Guadalajara¸ un libro de juventud exento de improvisaciones, riguroso de sus fuentes y pleno de fértiles correspondencias. Ponerlo en circulación, en el marco del centenario luctuoso del poeta y del siglo de vida de El minutero (1923), es un doble homenaje, al poeta de Jerez y al crítico tapatío, pero sobre todo un acierto editorial toda vez que actualiza una pieza estelar de la bibliográfica en torno del autor de La sangre devota.

En realidad sería su segundo libro, publicado también por el sello Et caetera quien lo había dado a conocer como poeta con Amor se llama (1951). Et caetera fue una revista dirigida por Adalberto Navarro Sánchez; como parte de un sobretiro de su número 9-10 apareció Ramón López Velarde en Guadalajara. El libro compartía esta dedicatoria, “A Laura” (Villaseñor), primera esposa del autor. Según se anota en el colofón, el tiro del volumen contaría apenas 150 ejemplares, impresos en los talleres del Instituto Tecnológico de Guadalajara.

Carlos Ulises Mata y Fernando Fernández se han dado a la tarea de enmendar, tras el cotejo de las fuentes originales de edición, un sinnúmero de erratas, gazapos y arbitrariedades de correctores. En los textos rescatados por Carballo, resaltan los errores de transcripción del poema “Al volver…” que tristemente se han repetido en las ediciones velardeanas. En esta nueva edición, tomando en cuenta un llamado de atención de Fernández, se corrigieron los versos: “Haces bien en reír de las locuelas/ ilusiones pretéritas de un día” que se leyeron equivocada y terriblemente como “Haces bien en reír de mis locuelas/ ilusiones, ¡ay Dios!, de hacerte mía”. Faltó corregir el verso anterior que dice: “Oh, qué lejos te fuiste, enlutada” que no cumple la métrica endecasílaba, omisión que no se podía permitir López Velarde quien escribió “Oh, qué lejos te fuistes, enlutada”, sí, con “s”, forma analógica un tanto arcaica de conjugar la segunda persona.

Este número lo coordinó Luis Noyola Vázquez a quien la familia del poeta le confió manuscritos y fotografías; además, entró en contacto con dos amigas con las que López Velarde tuvo una “cercanía sentimental”, la potosina María Nevares y la laguense Margarita González quienes le confiarían parte de su correspondencia con el poeta. En esas páginas participa el mencionado Carlos Villegas, conocido de Carballo, quien escribe un artículo de carácter biográfico sobre el autor de El minutero.

Estos libros fueron RLV. Estudio biográfico, Poesías, cartas, documento e iconografía y El don de febrero y otras prosas. Al año siguiente, en 1953, se publica una cuarta entrega, Prosa política de RLV. Quien puso al tanto de la aparición de estos libros en la capital del país fue el escritor Emmanuel Palacios, colaborador cercano de Agustín Yáñez. Si hoy todavía es una hazaña encontrar las publicaciones de la UNAM fuera de la Ciudad de México, en aquella época era un verdadero milagro. Probablemente, el mismo Palacio le remitió a Carballo esos títulos sobre el zacatecano pues lo refiere en su libro.

Ya nada es igual, (memorias), Emmanuel Carballo, Ediciones de la noche, Guadalajara, Cuarta edición, 2002, p. 79. La revista ariel aparece en enero de 1949. El número aludido en la cita corresponde al mes de abril de 1950.

Iguíniz, Juan B.¸ El periodismo en Guadalajara (1809-1915), Imprenta Universitaria, Guadalajara, 1955, p. 293. Cuando Iguíniz comparte algunos nombres de colaboradores importantes de El Regional llama la atención la ausencia de López Velarde, seguramente porque todavía en este momento, 1955, el poeta era un tema de especialistas literarios. Menciona al canónigo Agustín de la Rosa, a los científicos José María Arreola y Severo Díaz, al licenciado J. Ignacio Dávila Garibi, entre otros. También se olvidó de otro poeta: el padre Alfredo R. Placencia.

La fotografía de la portada de la nueva edición de Ramón López Velarde en Guadalajara (2024) muestra el edificio de dos plantas de El Regional, levantado expresamente para alojar a la imprenta y la redacción del diario. El inmueble refleja bonanza económica. El periódico hizo su aparición el 29 de junio de 1904 y cerró sus prensas, obligado por el ejército constitucionalistas, 8 de julio de 1914. Aún permanece en pie dicho edificio, en la esquina de las calles Pino Suárez (antes de la Alhóndiga) y Juan Manuel, conservando su hermosa herrería en los balcones del segundo piso.

En la mayoría de las bibliografías de Yáñez se anota 1941 como fecha de aparición. Consultando el colofón de la primera edición de Flor de juegos antiguos leemos que se editó “En la Imprenta Universitaria, enero de 1942”. Imprenta de la Universidad de Guadalajara, conviene aclarar, coincidiendo dicho lanzamiento literario, como también lo apunta el colofón, con el cuarto centenario de la fundación de la capital de Jalisco.

En este volumen, el crítico recoge un texto suyo “¿Ramón López Velarde, periodista reaccionario?”, un artículo publicado inicialmente en la Revista de la Universidad en 1953 a propósito de la aparición de Prosa política de RLV, compilación de Molina Ortega. En 1971 retoma el escrito y lo amplía para publicarlo en Excélsior. Fue un texto polémico que debatió, entre otros Gabriel Zaid, acusando a Carballo de juzgar al poeta según “los modelos de santidad” del 68 mexicano. Ese texto corregido y aumentado tuvo una tercera aparición en 1987 en El Semanario Cultural de Novedades.

La salida de Correa de El Regional, con motivo de su nombramiento en La Nación, en mayo de 1912, no contó con el beneplácito del arzobispo Ortiz. Para colmo de males, la muerte del jerarca católico, en junio de 1912, hizo difícil la situación de Correa como socio de la sociedad del periódico y de su posible influencia para proponer un sustituto en la dirección del mismo. La llegada del nuevo arzobispo Orozco y Jiménez, según lo cuenta en su Autobiografía íntima, lo separó definitivamente del diario que había posicionado entre los lectores tapatíos.

El gobernador Vadillo fue alumno del poeta Rafael López en la Escuela Nacional de Maestros de la Ciudad de México. La reserva del zacatecano, si existió tal para no viajar, tuvo que ver con la filiación obregonista del flamante mandatario jalisciense. En los primeros días de marzo de 1921, Jalisco contó con dos gobernadores, Vadillo encabezando la facción oficial y el poeta Salvador Escudero simpatizante del abatido carrancismo; este último, en días de mucha tensión trasladó a Chapala los poderes del Estado. Por lo visto, los fantasmas políticos seguían presentes en la vida del poeta.

Otras lecturas velardeanas de Carballo fueron publicadas en el Calendario de Ramón López Velarde de 1971. En el mes de junio se publicó el poema titulado “En la tumba de Ramón López Velarde” que concluye con estos versos: “Ramón, apacible hermano/ hoy cambio símbolos a tu zodiaco:/ en parvadas las violetas aroman tu tálamo.” En el mes de julio y octubre se reprodujeron extractos de Ramón López Velarde en Guadalajara. Finalmente, en el número de noviembre se recoge el artículo “¿Revolucionario o reaccionario?” publicado en Excélsior del 18 de febrero de 1971.

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