Abusos físicos y sexuales, suicidios y acosos fue lo que reveló el asesinato de la soldado Vanessa Guillén en la base militar Fort Hood, en Texas, Estados Unidos. En ese año, 2020, mientras la familia reclamaba la búsqueda del cuerpo de la joven, Ivonne Galaz decidió solidarizarse, escribió una canción y subió un video en su Instagram cantándola: “Me tocó escuchar un caso en particular, veía una madre desesperada y triste, su hija desapareció, no había una investigación”. Ella, cantante oriunda de Ciudad Obregón, Sonora, hizo lo que siempre: compuso un corrido tumbado que retratara la realidad.

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Ivonne Galaz. Crédito: Instagram
Ivonne Galaz. Crédito: Instagram

“Neta con esta canción, que la gente que me escucha, tome conciencia y que sepa que si eres mujer siempre vas a estar en peligro, no importa si eres grande, chica, si eres de la tercera edad, siempre corremos peligro porque siempre hay injusticias en todas partes, sea México o Estados Unidos, el feminicidio existe”, expresó en un video grabado por Rancho Humilde, el sello discográfico más importante de artistas de corridos tumbados con sede en Los Ángeles, y que hace cinco años le grabó su primera canción a Galaz, “Golpes de la vida”, interpretada en dueto con Natanael Cano.

Así como la sonorense, las mujeres que cantan y componen corridos tumbados retratan su vida: el exceso en las fiestas, el placer con hombres y mujeres, y las violencias de sus entornos. “No nos queda de otra, por eso yo me relajo porque los tiempos cambiaron y al gobierno compraron, ganaron los carteles y el crimen organizado”, canta Itzel Vida y Grupo Diez 4tro en “Vida Movida” (canción con 3 millones de reproducciones en Spotify) o “A mi San Judas gracias le doy porque la vuelta se coronó, en el camino me acompañó y me cuidó de cualquier cabrón”, canta Michelle BI con Yerai R (canción con 219 mil reproducciones en Spotify).

¿Pero qué tanto se les escucha a ellas? ¿En qué parte del país tienen más seguidores? Son datos inaccesibles. En meses anteriores, este diario buscó a las plataformas digitales para solicitar el desglose de los artistas más escuchados, así como su ubicación y los rangos de edad de su audiencia, pero no hubo respuesta.

“Sí se consumen corridos tumbados cantados por mujeres, pero la verdad es que se les conoce poco. En el regional mexicano el consumo está más vinculado a hombres. Quienes más consumen la música de mujeres somos las mujeres, somos nosotras quienes decimos: ‘hay alguien hablando de una experiencia con la que me identifico’”, señala en entrevista Merarit Viera Alcázar, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco y prologuista del libro Las morras tumbadas (Ned ediciones, 2024), de José Manuel Valenzuela Arce.

En ese libro, el autor identifica a Jenny Rivera, Paquita la del Barrio y Lupita D’Alessio, por mencionar algunas, como cantantes del género regional mexicano que precedieron a las mujeres que hoy cantan corridos tumbados: Michelle Maciel, Ivonne Galaz, Estilo sin límite, Itzel Vida, Lluvia Arámbula, Tania Domínguez y Michelle Bi.

¿Por qué su número de escuchas no igualan al de los hombres?

Es una pregunta que no sólo aplica a los corridos tumbados sino a casi toda la industria musical. Ese problema de la brecha de género está relacionado con el reconocimiento artístico masculino y ese reconocimiento está anclado en una estructura patriarcal.

La participación de las mujeres no solo en los corridos tumbados, también en la música regional mexicana ha sido importante, ellas han estado presentes, pero seguimos anclados a una visión masculina, donde pareciera que la representación de ellas es secundaria: son las coristas o las musas. La propia industria pone los focos en la participación de ellos, ahí tenemos a Peso Pluma, Natanael Cano y Junior H.

¿Que ellas canten corridos tumbados es un empoderamiento?

No sé si lo llamaría así. Tengo conflictos con el discurso institucional que está detrás de ese concepto. Me parece más bien que ellas ejercen agencia mediante su participación en la música y con ello potencian su capacidad creativa. Entonces, le dan un giro también a las letras. Hablan más de su experiencia como mujeres, no sólo en la música sino en todo el ámbito de vida.

¿Aparece aún la palabra y la figura de la buchona en el corrido?

Las buchonas son parte de la representación del regional mexicano, pero de lo que fueron los narcocorridos. Las buchonas son las mujeres hipersexualizadas que de alguna manera se vinculan con un hombre para tener un posicionamiento dentro de la dinámica de la cultura del narco. Yo pienso que la figura de la buchona enunciada desde las mujeres demarca una diferencia. No es lo mismo el vato que está hablando de la buchona en función de su propiedad, a la morra que está enunciándose a sí misma porque hay una apropiación de su cuerpo y sexualidad como estrategia de poder. Eso es un juego dentro del patriarcado, pero al mismo tiempo es una subversión. La buchona es una chingona, es aquella que tiene la posibilidad de elegir o negociar a través de su belleza, sexualidad y deseo, entonces genera una autorrepresentación.

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¿Por qué se les cuestiona cuando hablan de su sexualidad?

A las mujeres se nos ha identificado en términos de la sexualidad, desde una mirada masculina y objetivante. Entonces, la sexualidad puede estar asociada a dos cosas: a generar placer para los otros o a generar reproducción. Cuando las mujeres hablan sobre sus deseos, rompen la normativa de género asociada a estereotipos y roles porque no lo hacen en los mismos términos que los hombres y eso, insisto, se vuelve subversivo.

Además, si analizáramos las letras de sus canciones (como José Manuel Valenzuela Arce lo hace en el libro), muchas de las veces, ellas están hablando de la sexualidad, de la apropiación del deseo en función del amor, pero también del desamor y del placer o de poder estar con alguien. También rompen la heteronormatividad y eso es algo muy innovador dentro de los corridos tumbados de las chicas porque cantan para otras mujeres, hablan del amor hacia otras mujeres.

¿Ellas escriben sus canciones?

La mayoría lo hace, no voy a decir que todas porque algo común es que sólo sean intérpretes y que alguien más componga las letras. En este caso, ellas sí eligen qué canciones cantar. Tenemos a Itzel Vida, Michelle BI, Tania Domínguez, Lluvia Arámbula e Ivonne Galaz que sí escriben sus canciones.

¿En el norte se escuchan más sus canciones que en el centro del país?

Soy de San Quintín y viví un tiempo en Tijuana, y la idea de que en la frontera vivimos en un mundo diferente es un mito. Claro que hay diferencias regionales, pero no, lo que principalmente se escucha es a los hombres.

La brecha existe porque no se escuchan en la radio, porque la industria no las voltea a ver de la misma manera que voltea a ver la producción masculina. Aunque cada vez se habla más de ellas en la música. Podríamos decir que es un tema en boga a partir del boom de los feminismos de la cuarta ola, pareciera que hay un circuito de escuchas vinculado con activismos feministas y que no ha logrado popularizarse ampliamente.

¿Cuál es el género musical con más presencia del feminismo?

Creo que ahora sucede con las cantautoras y el rap, están protagonizando mucho los escenarios, al igual que en el pop. Entre las raperas lo que prepondera es la palabra y la enunciación, entonces las mujeres lo que queremos es hablar, gritar, decir...

Me interesa cómo la música se convierte en una herramienta política de activismo feminista. En los corridos tumbados esto no está ocurriendo todavía. Aunque tengo dudas sobre el regional mexicano porque la representación más fuerte de un himno feminista en México es “Canción sin miedo” de Vivir Quintana, y todas las letras de ella están vinculadas al regional y al activismo.

En el discurso de prohibir corridos por apología a la violencia, ¿resultaría contradictorio que haya mujeres cantando en ese género?

Ese es un gran error de interpretación. Los corridos, históricamente, tienen un origen vinculado con informar sobre algo que está ocurriendo. Por ejemplo, los corridos de la Revolución hablaban de las Adelitas. Entonces, la idea de que la música puede ser el germen de un problema social es completamente falsa. Las líricas que existen en los corridos tumbados las podemos encontrar en el reggaeton, rap, rock y en todos los estilos musicales. Lo que hacen es expresar la realidad que se está viviendo y nosotros vivimos en un país donde uno de los principales problemas es la violencia y la violencia por razones de género. En los corridos, las mujeres también evidencian su experiencia ante esas violencias.

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