Una vida en fuga. Los viajes de Elena Garro comenzaron desde que era pequeña y, quizá, ese vaivén nunca culminó. Habitó más de 80 casas y estuvo 20 años en el exilio. En cada traslado llevaba consigo seis baúles repletos de cartas, diarios, fotos y manuscritos, cuentan que cada cofre llegó a pesar más de 160 kilos. De Nueva York a París, o viceversa. Las coordenadas geográficas no fueron una frontera para sus encuentros con intelectuales, surrealistas, amores y desgracias.

Las prolongadas andanzas de la autora de Los recuerdos del porvenir no fueron un obstáculo para que Jazmina Barrera siguiera la marca de sus huellas, documentara los enigmas de su vida y dibujara la constelación de su obra. En La reina de espadas, Barrera ofrece una mirada a la vida de Elena Garro, pero a diferencia de otras biografías que se concentran en los grandes eventos de la escritora como su relación con Octavio Paz o su polémica participación en el Movimiento del 68, este trabajo indaga en esas minucias tan ignoradas que retratan la cotidianidad y personalidad de Elena.

A manera de ensayo, Jazmina Barrera recorre las silenciosas piezas que se fueron impregnando en la vida de Garro: la tinta de sus cartas, listas de libros con manchas de café, notas que aún conservan olor a gato, detalles que fue nutriendo tras investigar en los Elena Garro Papers, el acervo documental de la escritora que resguarda la Universidad de Princeton, y consultar decenas de correspondencias y biografías relacionadas a la también dramaturga.

Azul, era una de los colores recurrentes que vestía Elena en su adolescencia. “Azul era el vestido que usaba cuando conoció a Paz. Azules son las libretas de sus diarios en España y azules son también las cartas que le manda Bioy (que solía usar un sombrero azul marino)”. Esta es una pizca de la escala cromática que registra Jazmina en La reina de espadas.

Con su libro de ensayos Cuerpo extraño, Barrera (1988, Ciudad de México) ganó el premio Latin American Voices 2013, también ha sido reconocida por su novela Linea nigra, la joven ensayista retrata esas obsesiones que persiguieron a Garro, pero también aprovecha para cuestionar, tratar de comprender y abrazar a una de las escritoras más importantes de la literatura mexicana.

Elena fue una persona enigmática, pero también muy contradictoria que le gustaba inventar-provocar situaciones. ¿En esta investigación cómo fue perseguir ese espíritu tan cambiante?

Fue frustrante y fascinante. En efecto, es difícil asir a una persona que tiene tantas facetas, máscaras y vidas. Fue una mujer que vivió casi por completo el siglo XX, los eventos históricos de ese siglo la tocaron de manera muy directa, transformaron su vida: la Guerra Cristera, la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, el Franquismo, el Movimiento del 68. Elena vivió en más de 80 casas y en seis países distintos, escribió más de 20 libros en todos los géneros literarios. Fue una persona que se reinventó a cada momento, creo que a eso también responde esas facetas de su personalidad, habiendo vivido tanto, me parece normal que una personalidad se desdoble y multiplique, y es parte de lo que para mí la hace tan atractiva. Por otro lado, su historia está marcada por muchos misterios, por muchas lagunas, contradicciones y es difícil tratar de contarla, pero en algún momento me resigné a que iba a ser imposible contar todo. Entendí que iba a haber cosas que no podía saber, y que en realidad eso sucede con cualquier vida, creo que con la suya un poco más. Me resigné a esa incompletud y, al final, terminó siendo parte de la estructura y forma del libro.

Tu investigación pone mucha atención a los detalles: el color de la tinta, el peso de los baúles. ¿Cómo estas pequeñas piezas fueron completando el gigante rompecabezas que es Elena Garro?

Hay muy buena biografías de Elena, que están bien investigadas desde el punto de vista periodístico: la de Rafael Cabrera, la de Emiliano Ruíz Parra, la de Patricia Rosas Lopátegui, pero yo buscaba otro acercamiento, sabía que los datos ya estaban ahí, sobre todo de los grandes eventos de la vida de Elena, su matrimonio, el Movimiento del 68, el exilio, pero me parecía interesante voltear esas minucias, pequeñas citas, ideas, repeticiones, que fui encontrando tanto en su obra como en su vida y que van construyendo un sentido alrededor del personaje. Me interesaba la materialidad del archivo de Elena: el tipo de papel, los cuadernos, los olores, las manchas, las notas, los garabatos, los dibujos y cosas que parecen muy mundanas como listas de teléfonos, direcciones, listas del super, tickets de compras, que me daban una idea más íntima y personal de Elena Garro. Otra cosa que me interesaba era jugar con las distintas maneras en las que se puede contar una vida. Las biografías tradicionales se aproximan a la vida a través del tiempo, el marco referencial es la estructura cronológica, pero me pregunté qué pasaría si contara la vida de Elena desde los colores, desde los gatos, del tarot o la astrología, que eran recursos que ella también utilizó para paliar la incertidumbre y tratar de entender una vida tan complicada como la que llevaba.

Elena Garro y Helena Paz Garro, ca. 1956
Elena Garro y Helena Paz Garro, ca. 1956

En una carta que encontraste en los Elena Papers, Garro le escribe a Gabriela Mora que la “escritura es una sentencia de muerte para la mujer”…

Elena fue muy valiente, también muy imprudente en muchos momentos; esa línea que hay entre la valentía y la imprudencia ella la cruzó muchas veces. Decíamos que Elena vivió casi todos los episodios históricos del siglo XX, pero también fue testigo de la transformación del mundo ideológico respecto a las mujeres. Le tocó vivir, como tantas mujeres y escritoras de su época, entre dos mundos opuestos: un mundo conservador donde el papel de la mujer estaba muy establecido, su rol, sus deberes, sus expectativas, y otro mundo que ya se venía transformando porque el feminismo es de finales del siglo XIX y comenzaba a cambiar radicalmente las cosas para las mujeres. Escritoras como Elena, Rosario Castellanos, Pita Amor, Josefina Vicens, fueron mujeres que buscaron la libertad creativa, intelectual, sexual, viajar por el mundo, ser felices, y creo que eso chocaba con la época y provocaba mucho dolor; no me parece casualidad que muchas de ellas tuvieron intentos de suicidio, estuvieron manicomnios o se les etiquetó como locas.

Tanta es la sentencia de muerte para una mujer escritora de esa época que, como bien dices, quizá no es casualidad que en autoras como Alejandra Pizarnik o Silvia Plath estuviera presente el suicidio.

La historia de Elena es muy trágica en muchos momentos, también es un ejemplo de la vida de muchas mujeres del siglo XX. Cuando pensaba en la vida de Elena, pensaba en mi abuela, que fue enfermera, pero que dejó su profesión para ser ama de casa. Tantas mujeres que vivieron esas vidas fracturadas, incompletas, frustrantes, sin embargo, en la vida de Elena también hay momentos gloriosos, encuentros amorosos, viajes, activismo, pasión política, creación y mucho arte. Algo que me salvó de deprimirme profundamente al escribir este libro fue el sentido del humor de Elena, que es delicioso. Me tenía muerta de risa y en los momentos más oscuros, quizá su humor también se tornaba más negro, estaba la ironía, esa búsqueda de darle sabor a la vida.

También parece que la hija, Helena Paz, fue una moneda de cambio en ese matrimonio


Jazmina Barrera, autor

El matrimonio de Elena con Octavio Paz comienza siendo ella una menor de edad y termina sin que ella se entere. En La reina de espadas no buscas hacer juicios ni tener respuestas definitivas, sin embargo, si buscas aproximar al lector a esta relación tormentosa. ¿Desde tu mirada, qué mantuvo esta relación a través de los años?

Fue una de las cosas que más trabajo me costó entender, pero encontré algunas pistas. Hoy, estamos en una generación muy subversiva y donde según nuestras relaciones amorosas son fluidas, poliamorosas, relaciones abiertas, pero cuando uno ve de cerca las relaciones de esa época, al menos en la comunidad artística, es sorprendente lo que te encuentras: Bioy Casares y Silvina Ocampo fueron de visita a Europa, con la sobrina de Silvina, que era amante de Bioy y quizá también de Silvina; Bioy coincide con Elena y Octavio, mientras también están todas las amantes de Paz y todos los amantes de Garro. Sin embargo, para esa época las apariencias eran muy importantes, en especial para un hombre diplomático como lo era Paz, la apariencia del matrimonio seguía siendo importante. Se quedaban juntos porque era conveniente, Elena era muy buena anfitriona, creo que para Paz era muy útil tener una esposa agradable, inteligente y divertida. Por otro lado, para las mujeres no era tan fácil tener un trabajo, entonces tener a alguien que te apoyara económicamente era importante. En ciertos momentos de su diario, Elena apunta que no se puede separar porque no tiene dinero, aunque también hubo lapsos donde sí tuvo una independencia económica y ella era quien proveía la mayor cantidad. También parece que la hija, Helena Paz, fue una moneda de cambio en ese matrimonio, en los diarios Elena dice claramente que no se puede separar de Paz porque le quitaría a su hija. Octavio quiso que Helena viviera en casa de su madre y su padrastro, a quien Elena odiaba y temía porque el padrastro violó a su hija.

Elena Garro y Octavio Paz en Barcelona, recién casados, en 1937. Foto: Tomada del libro "Yo sólo soy memoria. Biografía visual de Elena Garro", de Patricia Rosas Lopátegui.
Elena Garro y Octavio Paz en Barcelona, recién casados, en 1937. Foto: Tomada del libro "Yo sólo soy memoria. Biografía visual de Elena Garro", de Patricia Rosas Lopátegui.

En algunas cartas de Paz a Elena hay episodios que pueden molestar a los lectores por las amenazas que sentencia Octavio. ¿Cómo lidiar entre estos errores de Paz pero tampoco caer en el otro extremo que es la cancelación del autor?

No hay una receta. Si nos pusiéramos muy estrictos moralmente, no leeríamos ni a Elena porque también cometió muchos errores. No voy a decirle a nadie, como creo que pasaba hasta hace poco, que estos personajes, hombres blancos, son intocables, que no se les puede criticar por lo que decían, hacían o escribían, que todos esos errores y violencias se tenían que mantener ocultas o simplemente descartadas. Es perfectamente válido seguir leyendo a Octavio Paz y encontrar machismo en su escritura o encontrar feminismo por qué no, pero también es perfectamente válido que alguien diga que después de leer las cartas no quiera leer a Octavio Paz.

Bioy era un donjuán pero me parece que su pasión por Elena era real


Jazmina Barrera, ensayista

Elena es una persona con muchas pasiones desde temprana edad: el ballet, el teatro, la música. En el libro también consignas su gusto por la moda. ¿Cómo estas pasiones acompañan y nutren su obra?

Fue una persona que se entregaba con mucho arrojo a su trabajo creativo, periodístico y de activismo. Le viene mucho de su infancia, una infancia medio “salvaje” en Iguala, así lo describía Elena porque parece que sus padres la dejaban hacer y deshacer, vivía haciendo travesuras y la mandaron a la Ciudad de México cuando quemó una casa. También tiene estas pasiones como la moda, un aspiracionismo peculiar. Cuando ella era chica su familia sí tenía dinero por el monopolio de telas en Iguala, pero después eso se fue a pique, la familia cayó en la quiebra y, sin embargo, mantenía el gusto por ese estilo de vida aristocrático, que en muchos momentos era incompatible con la capacidad adquisitiva que tenía. Hay una lectura muy superficial que está relacionada con la vanidad, pero hay algo más profundo: el interés de Elena por la belleza, por la belleza en el mundo, en la naturaleza, en la escritura, en el arte, en la apariencia, eso incluye su aprecio por los textiles. Elena tiene toda una teoría alrededor de la escritura y los textiles, ella dice que escribe como si bordara y que conforme va haciendo las puntadas, los patrones, se le van ocurriendo las cosas.

Sobre pasiones… ¿Qué tipo de Elena llegamos a encontrar a través de sus cartas a otros amores, a sus amantes, como Bioy?

Su relación con Bioy fue muy beneficiosa y muy dañina. Bioy era muy distinto a Paz, comparando sus cartas, Bioy era encantador, seductor, divino, tiene un gran sentido del humor, era romántico a más no poder, se desvivía por Elena, aunque esto también era un artificio porque Bioy era un donjuán pero me parece que su pasión por Elena era real. Él la incitaba mucho a escribir, la invitaba a colaborar, a traducirlo, a ser su agente, la admiraba mucho y eso ayudó a Elena en su autoestima y en su decisión de por fin animarse a escribir porque hasta ese punto sólo había escrito periodismo, después de que termina su relación con Bioy, en el proceso de duelo, se anima a escribir Los recuerdos del porvenir.

A través de tu investigación fuiste testigo de la relación de Elena y su hija, se querían mucho, pero también tenían fuertes desencuentros. ¿Cómo fue verlas a la distancia?

El personaje de Helena Paz es el más trágico en esta historia. Empezando por ese episodio de terror cuando el padrastro de Octavio Paz la viola, después es una historia de desplazamientos continuos, me imagino que para una niña es complicado tener tan poca estabilidad, además de tener a dos padres que se aman y se odian, que se pelean constantemente. Tener a una madre profundamente deprimida, que se trata de suicidar e incluso trata de llevarla consigo en uno de esos intentos. Imaginate lo que eso le hace a tu cabeza. Helena siempre estuvo muy apegada a su madre, aunque en sus memorias habla de que cuando estaban en París quien estuvo más cercana a ella era la persona que trabajaba en su casa. Cuando Helena es mayor y empieza a tener novios y a independizarse, viene el 68 y ahí se acaban todas sus posibilidades de independencia, pues tienen que huir, un exilio prolongado con su madre que las aisló por completo, que cortó sus posibilidades de una carrera artística o de traducción. Cuando trata de retomar su carrera profesional, ya para entonces el alcoholismo, la adicción a los barbitúricos la vuelven más inestable y no se recupera. Su relación con su madre se va volviendo cada vez más hostil, más violenta y a la vez más codependiente; me parece que es la víctima de la historia de Paz y Garro.

Es más fácil entender la reacción desmedida y equivocada de Elena tras el acoso y violencia del Estado


Jazmina Barrera, escritora

Uno de los pasajes más controversiales de Garro fue su injerencia en el Movimiento del 68. ¿Cuál es tu lectura de su participación?

Fue una de las partes más difíciles de entender, fui día por día, hora por hora, para ver qué sucedió. Fue mucho más complejo de lo que suele retratarse, que casi siempre es: “Elena fue una traidora”. Hay que tener el contexto. Elene venía de colaborar con los campesinos de Ahuatepec para que les devolvieran sus tierras; se hace muy amiga de Carlos Madrazo, quien trataba de formar un nuevo partido político, y me parece que estaba embelesada con él; tenía una relación de amor-odio con el comunismo; con el movimiento estudiantil tiene un acercamiento ambivalente porque sí va a algunas asamblea y refugia a estudiantes en su casa, pero al final decide que los intelectuales están manipulando a los universitarios; un par de días antes del 2 de octubre, amenazan a Elena y su hija con matarlas, con poner una bomba en su casa; acusan a Elena de ser una de las incitadoras del Movimiento, quizá para perjudicar a Madrazo, pero trata de deslindarse; después viene un periodo muy confuso, el gobierno dice que las va a proteger, pero las tiene drogadas y las manipula para escribir cartas; los intelectuales la abandonan, José Luis Cuevas la llamó “la cantante del año”. Para mí, es más fácil entender la reacción desmedida y equivocada de Elena tras el acoso y violencia del Estado que venía recibiendo por haberse aliado con los campesinos de Ahuatepec y con Madrazo; no lo justificó, se equivocó y por su culpa agarraron de chivos expiatorios a intelectuales y académicos.

Imagen de archivo de la escritora Elena Garro, autora de "Los recuerdos del porvenir". Foto: Archivo EL UNIVERSAL
Imagen de archivo de la escritora Elena Garro, autora de "Los recuerdos del porvenir". Foto: Archivo EL UNIVERSAL

Su defensa por el reparto agrario es un claro ejemplo de su interés por las luchas sociales. Aunque no se asume como feminista, su obra es contestaria a la violencia y al acoso hacia las mujeres…

Fue una escritora muy revolucionaria para su época. Tiene este acercamiento a la lucha indígena, al mundo campesino, critica la violencia que se ejerce sobre estas comunidades. Por otro lado, también critica la representación de la violencia hacia la mujer: la violencia física, la represión intelectual, el mandato del matrimonio, el mandato de la maternidad, todo eso está retratado con una crudeza y un realismo apabullante. Elena no se consideraba feminista, pero cuando la leemos es imposible negar que su obra es un aporte feminista a la historia de la literatura mexicana.

Si pudieras escribirle una carta a Elena, ¿qué le preguntarías?

Este libro lo podría considerar una carta de amistad y admiración. Aunque tendría muchos chismes y anécdotas por preguntarle, que me parecen muy confusos, como un episodio en Nueva York, al principio de su exilio, donde aparece Eunice Odio, una poeta a la que matan, pero Elena piensa que es por su culpa, en medio de todo eso parece que la CIA estaba involucrada. Me gustaría preguntarle a quiénes consideraba sus amigas, las amistades más cercanas que encontré fue con hombres, con José Bianco, Emmanuel Carballo, Emilio Carballido, José María Unsáin, hay varios hombres de los que fue buena amiga, pero no sé qué pasaba con las mujeres en su vida; quizá, sus amigas en realidad eran sus hermanas. También me gustaría que me hablara sobre su relación con los animales, con los gatos; otra incógnita que tengo es su relación con su mamá, tengo poca información, la admiración por su papá es muy clara y lo que su papá piensa de Paz, pero me gustaría saber qué pensaba su mamá de todo eso y que tipo de relación mantuvo con ella.

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