Más Información

Hallazgo en Rancho de Teuchitlán nos debe indignar: Iglesia; “hemos dejado de escuchar a las víctimas”, advierte

Vaticano difunde primera foto del Papa Francisco desde que fue hospitalizado; reportan su salud como “estable”

Asaltan al secretario de Economía y Turismo de Sonora en la autopista Culiacán-Mazatlán; él y su chofer se encuentran bien

Tras entrega de 29 narcos a EU, hackearon el celular de Sheinbaum, asegura NYT; portavoz de Presidencia declinó hacer comentarios

“Les buscamos y solo nosotras les encontramos”, reclaman; vigilia por Teuchitlán entre zapatos, velas y hasta un enfrentamiento
Lee también: David Noria y sus estudios helénicos
Sobre Las correspondencias (Visor, 2015), el libro anterior de Alí Calderón, señalé algunos puntos que vale la pena recuperar para la crítica de El sin ventura Juan de Yuste. En primer lugar, destaca la capacidad del autor para relacionar elementos aparentemente inconexos, dotándolos de una pulsión secreta que los articula en la creación de nuevos significados.
En aquel libro de 2015, los procedimientos formales estaban al servicio de una novedosa exploración del pathos, logrando la convivencia de estrategias estilísticas en principio antagónicas: por un lado, el coloquialismo de la poesía conversacional, heredado de Salvador Novo y del exteriorismo de Ernesto Cardenal; por el otro, las recurrencias retóricas predilectas del neobarroco latinoamericano, como la paronomasia y la aliteración, junto con un léxico culto, la acumulación de adjetivos y neologismos, estos últimos en clara referencia a la poesía de Abigael Bohórquez. En Las correspondencias, la poesía de Alí Calderón avanzaba con una recurrencia rítmica centrada en la acentuación de la sexta sílaba, a la que se sumaba una desarticulación sintáctica que generaba una constante tensión entre la forma y el drama de una instancia de enunciación cada vez más inestable.
Encontramos, además, dos antecedentes temáticos que prefiguran a El sin ventura Juan de Yuste (Círculo de Poesía, 2023). Uno de ellos es el poema “Gonzalo Pizarro (Trujillo, 1510), fornezino y porfiado, percaça lo que pudo ser y cogita en andando ónix con pórfido tras baratar”, así como “E subimos las ciento catorce gradas longas de aquel cú…”. En estos textos se hallan en germen tanto la dicción como la temática que habrán de formalizarse casi diez años después.
El sin ventura Juan de Yuste narra la historia de una columna de conquistadores que, en 1520, cayó en manos de la resistencia indígena. La caravana estaba conformada por antiguos soldados de Pánfilo de Narváez, quienes habían viajado desde Cuba con la misión de detener la insurgencia de Hernán Cortés. Derrotado Narváez en Zempoala, este contingente se unió a las fuerzas del conquistador extremeño. Sin embargo, al avanzar hacia el altiplano, fueron capturados por guerreros texcocanos. Según Hernán Cortés, eran “cinco de caballo y cuarenta y cinco peones que venían de la Villa de la Vera Cruz”, que incluía españoles, esclavos africanos y cientos de aliados indígenas que transportaban suministros. Según la evidencia disponible, todos los integrantes de este grupo, entre ellos hombres, mujeres y niños, fueron sacrificados mediante canibalismo ritual. El lugar fue conocido posteriormente como Tecoaque, que en náhuatl significa “donde se comieron a los señores”. Las calaveras de los cautivos y de los los caballos fueron exhibidas en un tzompantli, con la clara intención de enviar un mensaje de advertencia a los invasores.
El libro también aborda, de manera paralela, la huida de los expedicionarios españoles durante la llamada Noche Triste, episodio que había sido predicho por el soldado Blas Botello de Puerto Plata, un hechicero con conocimientos astrológicos, figura que será central y cuyo relato se entrelaza con el anterior.
Vale la pena señalar que desde la perspectiva formal El sin ventura Juan de Yuste, de Alí Calderón, se nos presenta como un desafío para el lector, pues abandona definitivamente el tono conversacional de sus anteriores libros, enfocando su imaginación compositiva al desarrollo de un brillante trabajo del significante, al proponer un espectro léxico desbordado que trastoca y exhuma palabras de las crónicas de indias, principal acervo de sus hipotextos intertextuales, ensayando una arqueología lingüística, mientras incorpora de forma paralela la escritura de la historia, donde, como en muy pocas escrituras contemporáneas, despliega un delirante artefacto literario, un conceptismo narrativo cuya cadencia es culterana.
«Se acoraban porque Ofir e sus talentos fueron, e también la fina argentería y abrusado el oro e la craza para amonedarlos, hacienda ya de los perros del Extremo. Que del árbol de la juventud perenne cuelgan los pomelos o mejor decir auríferos pedruscos copelados e crecen, sin desdoro e nidios, herbazales de argento y de ruibarbo y en los mangles, el jengibre, los bejucos, el benjuí. Dicen que brizna el sándalo en las siete cibdades del César. De chusqueros daremos en señores» (9).
En este sentido, la obra se inscribe en lo que el pensador inglés Hayden White concibe como una forma de historiografía en la que “los relatos históricos son ficciones verbales cuyos contenidos son tanto inventados como encontrados” (White, 109).
Las múltiples citas y reescrituras que recorren el libro de Alí Calderón, son provenientes de la Historia verdadera de la conquista de Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, las Cartas de relación, de Hernán Cortés, la Relación de méritos y servicios del conquistador Bernardino Vázquez de Tapia, las Relaciones indígenas de la Conquista y un largo etcétera de autores de los siglos XVI y XVII, así como de fragmentos recuperados por los estudios de autores contemporáneos como Pierre Gruzinski. Lo anterior hace de El sin ventura Juan de Yusteuna obra de poesía documental. Aquí, la historia se convierte en poesía y la poesía de los oprimidos en una forma de escritura de la historia, una épica impulsada por, como señala Walter Benjamin, pequeñas fuerzas mesiánicas.
Entre las muchas y variadas influencias del libro destacan El estrecho dudoso, de Ernesto Cardenal, en lo que respecta al procedimiento benjaminiano de “cepillar la historia a contrapelo”, y la novela de culto Diario maldito de Nuño de Guzmán, de Herminio Martínez, sobre todo en lo referente a la recuperación de un espectro léxico singular.
Es importante subrayar la centralidad de la polifonía en El sin ventura Juan de Yuste, pues permite la recuperación de las voces de los soldados de a pie, las mujeres y los indígenas aliados, esto quiere decir, la voz de la víctimas. La presencia de mujeres en el escenario de la conquista ha sido escasamente documentada y, en consecuencia, rara vez ha sido incorporada a la literatura. En El sin ventura Juan de Yuste, figuras como María Estrada, Beatriz Bermúdez y Mariana Hernández, quienes participaron en la toma de Tenochtitlan, teniendo una participación activa en las maniobras bélica junto a sus esposos soldados, encuentran un lugar preponderante en el relato. Asimismo lo tienen los aliados indígenas, que aparecen representados en dos poderosos poemas, uno presentado en lengua náhuatl y el otro en lengua totonco.
Con este volumen, Alí Calderón no sólo reconfigura la escritura histórica a través de la poesía, sino que también desafía las estructuras narrativas tradicionales al insertar un discurso que cuestiona las formas en que se han relatado los procesos de la conquista de México, lo que lo vuelve un libro sigular en el panorama actual de la poesía en español, que desde hace años sucumbe a la uniformidad de los tonos y de las bésquedas experimentales.