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Las guerras, a pesar de su brutalidad, parecieran manifestaciones cotidianas de nuestro fracaso como civilización heredera de la razón griega. Hasta el momento, se reportan 59 conflictos activos en el mundo, donde destacan Ucrania, Gaza, Sudán, Yemen y la reciente conflagración bélica entre Israel e Irán, con el apoyo y complacencia de los países occidentales del primer mundo, quienes alimentan la industria del terror a través de sus armerías.
En este contexto, siempre serán bienvenidas las obras literarias que escenifican el dolor causado por los enfrentamientos feroces y describen las secuelas mentales padecidas por los sobrevivientes de estos episodios, los cuales parecieran ser parte de la triste condición humana.
Hermanos del alma (David Diop, traducción de Rubén Martín Giráldez, Anagrama, 2019, ) es una novela ambientada en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, relatada por Alfa Ndiaye, un soldado colonial senegalés, quien pierde a su amigo de la infancia, Mademba Diop, en un duelo de metralla contra los alemanes.
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La agonía del amigo, con las vísceras al aire, y la petición entre lágrimas de que le corte la cabeza con su machete salvaje para evitar la humillación de una muerte larga y deshonrosa, le ocasiona una devastación mental que lo sumerge en la culpa y la locura.
Y para “aliviar” la pérdida de su hermano del alma, se venga en el cuerpo de 8 soldados de ojos azules de la fortificación enemiga, a quienes, uno a uno, les arranca las tripas antes de morir, luego les mutila una mano y, por último, les cercena el cuello.
Desde luego, semejante expresión de la naturaleza violenta de Alfa Ndiaye estremece a sus compañeros y al capitán de la cuadrilla; se alejan de él y temen ser las próximas víctimas de este fiero “devorador de almas”, semejante a un brujo de las profundidades míticas senegalesas.
Y en este plano, la novela se desvía del realismo para acceder a un mundo mágico en el cual descuellan las creencias africanas, muy próximas a los espíritus que cobran vida en los elementos totémicos y las fuerzas de la naturaleza que rigen los destinos de la gente.
En Hermanos del alma se desnuda la vida interior del narrador protagonista; sus pensamientos contradictorios fluyen mediante un lenguaje poético, emotivo e intenso, que pareciera abrevar en la oralidad y los ritmos de las ceremonias rituales africanas.
Y estos procedimientos también se enriquecen con la técnica narrativa del monólogo interior, para reproducir los flujos de conciencia de un personaje atormentado, preso de la locura, que ha perdido las dimensiones del tiempo y el espacio. Debido a la obsesión del protagonista por recuperar los mismos recuerdos, en un mundo de alucinación y demencia, la novela tiene una estructura circular propia del relato reiterativo, estudiado a profundidad por Gérard Genette.
Asimismo, la novela juega con la teoría de las dos historias, propia de los estudios de Peter Brooks. Alfa Ndiaye representa la historia explícita, a la que accede el lector en el primer plano, mientras que la historia implícita, revelada al final de la obra, es la de Mademba Diop, quien asume una identidad real a partir de las cicatrices que su cuerpo ha adquirido en las batallas.
Hermanos del alma es una obra abierta que pretende dar voz a los soldados senegaleses muertos por una patria colonial, ambigua y lejana. En su prosa, se escuchan los ecos de la tradición africana alineados con la literatura francesa, para dar vida a una novela que ha sido considerada como una forma de resistencia poética.