En junio de 1950 Rosario Castellanos presenta su examen de Maestría en Filosofía con una tesis titulada Sobre cultura femenina, en la que exhibe, con su célebre ironía, el androcentrismo y la misoginia presentes en el pensamiento de diversos filósofos y escritores. Al examinar cómo esos pensamientos han avalado la inferioridad social de las mujeres, la joven de 25 años encontró que “la mayor parte de las mujeres están muy tranquilas en sus casas y en sus límites sin organizar bandas para burlar la ley. Aceptan la ley, la acatan, la respetan. La consideran adecuada” (2005:84), y se preguntó:

"¿Por qué entonces ha de venir una mujer que se llama Safo, otra que se llama Santa Teresa, otra a la que nombran Virginia Woolf, alguien (de quien sé en forma positiva que no es un mito como podrían serlo las otras y lo sé porque la he visto, la he oído hablar, he tocado su mano) que se ha bautizado a sí misma y se hace nombrar Gabriela Mistral, a violar la ley?"(2005:84).

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Rosario Castellanos
 en una imagen que es parte
de la exposición 
Un cielo sin fronteras. Rosario Castellanos. Archivo inédito,
 en el Colegio de San Ildefonso.
Rosario Castellanos en una imagen que es parte de la exposición Un cielo sin fronteras. Rosario Castellanos. Archivo inédito, en el Colegio de San Ildefonso.

Luego, en una reflexión paralela a la que hizo Simone de Beauvoir en El segundo sexo, pero sin haberla leído en ese tiempo, concluye que la diferencia que se expresa socialmente entre las mujeres y los hombres se debe, no a la distinta biología, sino a la forma diferente de encauzar la energía y el espíritu: para los varones, vía la producción de cultura y ciencia, mientras que para las mujeres, con la maternidad.

Después de esa tesis, Rosario Castellanos siguió pensando y escribiendo sobre las mujeres, incluso sobre su propio conflicto existencial como mujer. Gracias a Andrea Reyes, que investigó y recuperó sus artículos periodísticos olvidados, hoy es posible admirar la profunda radicalidad con la que Castellanos abordó una variedad de asuntos políticos y no solo los relativos a la condición femenina. El año pasado, el FCE y la UNAM republicaron en dos tomos la acuciosa investigación de Reyes con el título Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos (2024a y 2024b), y en ellos es posible constatar que, desde muy temprano, nuestra escritora habló de feminismo e incluso se autonombró feminista. Por ejemplo, en 1963, en “Feminismo a la mexicana” contrastó la diferencia del trato familiar hacia las niñas y los niños, trazó el desinterés por la educación de las niñas y destacó la importancia de la maternidad como realización social; en 1968 publicó “La mujer ¿ser inferior?”, donde interpretó el mandato de la feminidad como una forma de violencia simbólica, o sea, de esa violencia que las propias personas ejercen contra sí mismas:

"[…] hasta qué punto se ha puesto en manos de las mujeres la defensa de un tipo de valores que las perjudican y las colocan en situación de inferioridad, y cómo ellas han cumplido con un celo digno de mejor causa el papel de guardianas de la pureza de la tradición" (2024a:588).

Rosario Castellanos denunció la manera en que el orden social hace que el varón se convierta en victimario y la mujer en víctima, pero también habló del narcisismo femenino y de la falta de solidaridad entre mujeres. En dos artículos de 1969 —“El queso y la ratonera: la emancipación femenina” y “Feminismo 1970: curarnos en salud” — criticó los esquemas de la cultura y en 1970, asumiéndose una “Casandra de huarache”, opinó acerca de la ausencia pública de grupos feministas en México. Tal vez lo más llamativo de sus potentes artículos de crítica cultural y política es que no solo denunció la discriminación y marginación de las mujeres, sino que registró la opresión que les causa asumir mandatos autodevaluatorios.

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El 15 de febrero de 1971 Rosario Castellanos leyó su discurso “La abnegación: una virtud loca” en el recién inaugurado Museo de Antropología, frente al presidente Echeverría, su gabinete y un nutrido grupo de personas invitadas. Ahí desplegó su reflexión acerca de la situación de las mujeres en nuestro país, y vinculó el mandato de la cultura sobre la feminidad con otros problemas nacionales. Con su consabida agudeza, y haciendo gala de una perspectiva interseccional, distinguió entre las diversas situaciones y desarrollos de las mexicanas para marcar que, pese a la variedad que existe,

todas están sujetas a los derechos y obligaciones de una misma legislación; todas han heredado el mismo acervo de tradiciones, de costumbres, de normas de conducta, de ideales, de tabúes; todas están dotadas del mismo grado de libertad como para reclamar sus derechos si se les merman; como para cumplir o no con las obligaciones que se les imponen; como para optar entre la repetición de los usos ancestrales o la ruptura con ellos; como para aceptar o rechazar los arquetipos de vida que la sociedad les presenta; como para ampliar o reducir los horizontes de sus expectativas; como para no aceptar las prohibiciones o como para acatarlas (2024b: 394).

Y remató con una provocadora declaración:

"la mujer mexicana no se considera a sí misma —ni es considerada por los demás— como una mujer que haya alcanzado su realización si no ha sido fecunda en hijos, si no la ilumina el halo de la maternidad" (2024b: 394).

Entonces Castellanos se atreve a cuestionar la abnegación materna, que le parece la más celebrada de las virtudes de la mujer mexicana, detalla las consecuencias negativas que conlleva y declara que va a “cometer la impertinencia de expresar algo peor que una pregunta, una duda: la abnegación ¿es verdaderamente una virtud? (2024b:395). Este demoledor discurso, sin concesiones, expresa el sentir de las primeras feministas de la segunda ola, en especial de quienes bajo el nombre Mujeres en Acción Solidaria (MAS) llevaron a cabo el asombroso mitin en contra del Día de la Madre el domingo 9 de mayo de 1971 en el Monumento a la Madre de la Ciudad de México. Marta Acevedo (2023), una de las impulsoras del MAS, luego investigó el proceso por el cual en 1922 se estableció el 10 de mayo como el Día de la Madre, y documentó las campañas que los medios de comunicación hacen exaltando la maternidad con fines claramente mercantiles.

Castellanos reivindicó la necesidad de terminar con la autocomplacencia femenina, rechazó el victimismo pero además cuestionó a las mujeres de su clase social exigiéndoles que dejaran de ser “parásitos”. Ella ya lo había señalado antes, en el artículo “La mujer, ¿ser inferior?” (1968), en el que citó a Simone Weil acerca de lo que implica perder la dignidad y caer en desgracia, pero fue más dura al indicar que disfrutar la condición de ser una “cosa” es la más total abyección. Y concluyó:

El tránsito de cosa a persona es muy doloroso, tanto que no se quiere asumir. Es el tránsito que va de la pasividad a la responsabilidad. De obedecer a una serie de mandatos al ejercicio de la libertad para la cual no se está preparado (2024a:590).

En su discurso de 1971, que inicia el arranque público de la segunda ola feminista en México, Rosario Castellanos puso el dedo en la llaga y, al calificar de “loca” a la supuesta “virtud” de la abnegación, declaró que “para su locura no existe entre nosotros otra camisa de fuerza más que la ley” (2024b:395). Al comparar la situación social de las mujeres y los hombres la encontró carente de legitimidad y legalidad, y lanzó entonces su reclamo por la equidad, término escasamente utilizado en esa época:

Todas las disposiciones legales que hemos ido elaborando a lo largo de nuestra historia tienden a establecer la equidad —política, económica, educativa, social— entre el hombre y la mujer. Y no es equitativo —y por lo tanto tampoco es legítimo— que uno de los dos que forman la pareja dé todo y no aspire a recibir nada a cambio. No es equitativo —así que no es legítimo— que uno tenga la oportunidad de formarse intelectualmente y al otro no le quede más alternativa que la de permanecer sumido en la ignorancia. No es equitativo —y por lo mismo no es legítimo— que uno encuentre en el trabajo no sólo una fuente de riqueza sino también la alegría de sentirse útil, partícipe de la vida comunitaria, realizado a través de una obra, mientras que el otro cumple con una labor que no amerita remuneración y que apenas atenúa la vivencia de superfluidad y de aislamiento que se sufre; una labor, que por su misma índole perecedera, no se puede dar nunca por hecha. No es equitativo —y contraría el espíritu de la ley— que uno tenga toda la libertad de movimientos mientras el otro está reducido a la parálisis. No es equitativo —luego no es legal— que uno sea dueño de su cuerpo y disponga de él como se le dé la gana mientras el otro reserva ese cuerpo, no para sus propios fines, sino para que en él se cumplan procesos ajenos a su voluntad. No es equitativo el trato entre hombre y mujer en México (2024b:395-396).

Según ella, la batalla por la equidad (que consiste precisamente en reivindicar la igualdad ciudadana, pero reconociendo las diferencias) requiere no solo de “lucidez de la inteligencia, determinación en el carácter, temple moral, que son palabras mayores, sino también de otros expedientes como la astucia y, sobre todo, la constancia” (2024b:396). Sus palabras dejan en claro que el objetivo de dicha batalla es la emancipación de todas las personas, pues si se gana surgirán

[…] "seres humanos más completos, uniones más felices, familias más armoniosas y una patria integrada por ciudadanos conscientes para quienes la libertad es la única atmósfera respirable y la justicia el suelo en el que arraigan y prosperan, y el amor el vínculo indestructible que los une" (2024b:396).

No es posible, en estas breves páginas, dar cuenta de la profundidad de la reflexión feminista de Rosario Castellanos. Su crítica a diferentes aspectos de la dinámica política de nuestro país es mordaz y muestra su gran sentido del humor, que incluso se aplica a sí misma. Su aspiración de alcanzar “otro modo de ser, humano y libre”, expresada magistralmente en su poema Meditación en el umbral, sigue siendo hoy un anhelo compartido por muchas personas feministas, mujeres, hombres y de identidades diversas.

Rosario Castellanos fue un ser humano extraordinario y brillante, que padeció el sexismo y las limitaciones que impone el mandato de la feminidad, y que también registró, analizó y denunció la crueldad, el abuso y la violencia que acompañan el racismo y el clasismo de nuestra sociedad. Sus escritos más políticos, esos que Andrea Reyes desenterró con amor y paciencia, muestran el amplio rango de su indignación ante todo tipo de injusticias. Su valiente denuncia de las creencias y prácticas nefastas que todavía hoy perduran, la retratan como una comprometida defensora de la libertad y la igualdad. Su penetrante mirada exhibió los desgarros y contradicciones de nuestra vida social y política, y hoy resulta necesario recordar su acertada crítica a la abnegación y el victimismo de las mujeres, que lamentablemente persisten todavía.

Castellanos fue educada para ser una señora “decente”, se convirtió en una feminista lúcida y acabó siendo una de esas excepcionales mujeres que ella estudió. En su tesis se propuso

[…] "comprenderlas, averiguar por qué se separaron del resto del rebaño e invadieron un terreno prohibido y, más que ninguna otra cosa, qué las hizo dirigirse a la realización de esta hazaña, de dónde extrajeron la fuerza para modificar sus condiciones naturales y convertirse en seres aptos para labores que, por lo menos, no les son habituales" (2005:85 y 86)

Hoy, cuando tantas personas tienen curiosidad por su vida, es posible visualizar el doloroso camino que la llevó a “separarse del rebaño” así como admirar la inteligencia y sensibilidad con las que construyó un legado poético, narrativo y ensayístico conmovedor. El pensamiento fulgurante de Rosario Castellanos, a más de cincuenta años de su fallecimiento, sigue convenciendo y emocionando, y tal vez esos artículos recopilados en Mujer de palabras, tan variados en temas, tan brutalmente honestos y tan radicalmente comprometidos, son los que la consagran como la imprescindible referencia política de ese feminismo que hoy lucha por la emancipación de todas las personas, y no solo de las mujeres.

Referencias:

Acevedo, Marta 2023 A cien años del 10 de mayo, México, UNAM

Castellanos, Rosario 2005 Sobre cultura femenina. México, FCE

Reyes, Andrea 2024 Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos, México, FCE y UNAM, tomos I y II

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