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La reedición por parte de Sexto Piso de La luz difícil, uno de los títulos ya clásicos de Tomás González (originalmente publicado en 2011), me dio ocasión para entrevistar a este escritor colombiano que es descrito por los periódicos europeos Die Zeit y The Guardian como el secreto mejor guardado de la literatura latinoamericana. Aunque es filósofo de formación y, también, poeta de profesión, González ha ido haciéndose un lugar de respeto principalmente como narrador, demostrando haber desarrollado una voz propia ya desde la publicación de Primero estaba el mar (1983), novela inaugural con la que ganó el premio nacional de novela Plaza & Janés en 1987. Después de aquella primera incursión literaria, González ha publicado una veintena de obras como La historia de Horacio (2000), Los caballitos del diablo (2003) y El fin del Océano Pacífico (2020) (su última realización novelística hasta el momento), así como el libro de poesía Manglares (1997), el de cuentos La espinosa belleza del mundo (2019) y el de ensayo Asombro (2021)

Entre esta vasta bibliografía, La luz difícil, es quizá la obra más famosa. Si uno la lee sin conocer a González pensaría tal vez, por su logrado tono intimista, que se trata de una novela autobiográfica (o, si se quiere, metaficcional) donde González aprovecha su propia (y trágica) vida para hacer una obra de arte. Esto, en un sentido estricto, no es así; si bien hay conexiones entre él y sus personajes (escenarios, intereses, formación educativa y artística), estos últimos poseen una vida y un destino propios, independientes al de Gonzalez. Lo que sí encontramos a lo largo de toda su novela son reflexiones metaartísticas, estas son, pensamientos sobre el arte a través del arte mismo. Es en este sentido que podemos clasificar La luz difícil como una novela “de autor". Y es que David, su personaje protagonista y narrador, se autoidentifica como tal; no solo como un prolífico pintor que adquiere reconocimiento en cierto punto de su carrera sino, paralelamente, como un escritor que, después de haber muerto su esposa e hijo, ya anciano y medio ciego, escribe una novela sobre su propia vida, novela dentro de la novela que, a diferencia de La luz difícil, sí posee un carácter autobiográfico.

David, tanto en su etapa de pintor como de escritor (la cual comienza ya en su vejez, después de haber abandonado la pintura con el firme propósito de escribir una autobiografía), es planteado como un personaje que toma muy en serio la producción de arte; cuando se dedica a pintar se presenta totalmente absorbido y casi obsesionado por lograr representar cierta luz específica para su paisaje marino (a pesar de estar pasando por momentos críticos en su vida), como escritor se dedica incansablemente a narrar las vivencias que hicieron más mella en su vida, como el trágico accidente que sufrió el hijo así como la posterior paraplejía y, finalmente, la aparición en este de dolores derivados que lo llevaron a optar por la eutanasia.

Pintura y escritura en la vida de David parecerían formas destinadas no a eludir sino a enfrentar las cosas que le pasan y lograr así que éstas no le abrumen tanto. Su búsqueda artística es continua y la potencialidad de significar y resignificar que de ella emana no se ve agotada. A su vez, el arte dentro de la novela se retrata en cierta manera como un sexto sentido, una forma especial para percibir en una sola mirada la realidad compleja como es, con sus desproporciones y sus temporalidades múltiples.

¿Dónde se apoya el mundo, en la percepción sensorial, en la imaginación o en el recuerdo?

Enorme pregunta y tan antigua como la humanidad. Me recuerda la frase famosa de Arquímedes sobre el poder de la palanca: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”.

Creo que el mundo se forma en la imaginación. Esa es nuestra gran palanca. Los recuerdos son ficción, imaginación. Ella nos crea un pasado. Las cosas no fueron como uno las recuerda. El recuerdo es el eco, digamos, de los hechos y como tal es real. El eco de un grito es muy parecido al grito pero no es el grito, aunque tampoco es menos real que el grito. En cuanto a la percepción sensorial… Tal vez sea que los estímulos sensoriales llegan al cerebro, provenientes de muchas partes, y allí el cerebro o la imaginación crea el mundo. La imaginación del primate humano y de los demás animales es lo que les crea un mundo, que es muy parecido al real y por eso pueden moverse en el real sin casi tropezarse. Pero la pregunta es grande, como te digo, y si la contesto es nada más porque la imaginación es atrevida.


El David viejo se está quedando ciego, por ello, en algún punto, desiste de corregir su autobiografía y, pese a saber que de esta forma no podrá alcanzar el grado de perfección anhelado, decide continuar su labor.

¿A qué se debe la referencia a la incorrección en esta novela? ¿Es una suerte de recurso literario?

No es otra cosa que lo que él mismo dice, tal cual. No tiene tiempo de corregir lo que escribe porque ya está bastante anciano y cada vez le quedan menos días, ni está en condiciones de hacerlo, pues está bastante ciego. Si no fuera por eso seguramente habría corregido, y mucho, de la misma manera como retocaba sin cesar su cuadros cuando aún podía pintar y con cada retoque se iba acercando un poco más a la verdad de lo que quería expresar. Ahora reconoce sus limitaciones y trabaja lo mejor posible dentro de esas limitaciones. Eso por un lado; por el otro está el hecho de que la veracidad es o debería ser preocupación constante de todo aquel que escribe o se expresa de alguna manera. Muchas veces no se logra, por el espíritu de lucro o de venganza o de maledicencia o simplemente porque la imaginación se desborda.


El autor muestra a un David (representación del personaje-artista) que no puede ni quiere dejar de crear.

¿Por qué el arte es planteada como una necesidad básica, ineludible, más allá de las circunstancias que el sujeto esté viviendo?


Me asombra esa necesidad estética de los seres humanos, que parece tan fuerte como la de comida o de aire. Los lustrabotas adornan sus cajas con espejitos y estampas de la Virgen. En algún humilde antejardín la dueña de la casa siembra dos dalias, una rosa y una uña de gato que se sube por los ladrillos, y la señora logra así una composición perfecta. Algunas de las casas de techo de palma y paredes de barro pulido de las aldeas africanas están entre las construcciones más bellas que puedan encontrarse. El toque estético está en casi todo lo que hacemos, incluso en el horror. Los uniformes de los nazis alemanes fueron diseñados por el sastre artista Hugo Boss y son de una armonía cortante, filuda, terrorífica. Somos el único animal que tiene eso. Los nidos de los colibríes o de los arrendajos son muy bellos, claro, pero en realidad no fueron creados por ellos sino por la naturaleza o por Dios. Para el arrendajo probablementemente no tenga nada de bello su nido, sino para los humanos, que miramos todo con los ojos del artista. En el caso particular de David, el trabajo con el arte le ayuda a que las circunstancias de la muerte del hijo no lo quiebren. Tal vez para todos el impulso estético sea una manera de vivir más alegres, de no dejarnos abrumar por la vida.


El mismo día en el que, sabe, su hijo morirá David se avergüenza de haber sido descubierto trabajando en una pintura por su esposa:

¿Concibes el quehacer artístico como un ejercicio de acercamiento hacia la realidad o, más bien, como uno de elusión hacia la misma?

Es la manera que tenemos de vivir la realidad.


David busca ser reconocido como artista, sin embargo, al momento de alcanzar dicha meta, se da cuenta que el anhelado prestigio una vez alcanzado ya no le sirve de nada y que lo satisface.

¿Qué lugar ocupa la búsqueda de reconocimiento por el artista?

Los pintores, los escritores, los músicos trabajan para un público y por eso mismo buscan el aplauso. En los artistas que viven de su trabajo ese impulso es importante y se suma al impulso artístico natural, como el del lustrabotas que te mencionaba, de rodearse de cosas bellas, de crear cosas bellas. Y conviene aprovecharlo, en mi opinión, pues da dinamismo lo que hace, impulso, y es además la manera de interactuar con el público, de establecer el diálogo y hacer que la obra sea trabajo colectivo.


Ya anciano, a David le resulta imposible seguir pintando. En ese momento, la escritura viene a sustiuir a la pintura en su vida.

¿Te planteaste conscientemente profundizar a través de esta novela en las relaciones existentes entre tales disciplinas artísticas o fue algo más circunstancial?

Tal vez fue algo circunstancial. El impulso creativo es anterior a la elección del medio de expresión. El niño canta, baila, pinta, toca la guitarrita que le regalan y poco a poco va encontrando su camino y elige el medio que más va con su modo de ser. David por sus circunstancias no puede volver a pintar, entonces decide escribir.


¿Qué simboliza la luz en la obra y cuál es su vínculo con el arte?

Tenemos en una de las paredes de nuestra casa una fotografía de Hal Morey en la que la luz entra a chorros por las ventanas altas de la Estación Central de Nueva York, alumbra a la gente que camina abajo y los muestra en toda su impermanencia. La luz es lo eterno. Sin luz no habría nada. Todo lo demás, la gente, los ladrillos, hierros y cementos de la estación son formaciones fugaces. Si pusieras aquí esa foto en lugar de todas estas palabras se respondería a fondo tu pregunta. Y no se necesitan chorros tampoco. Sólo un poco de luz es suficiente para abrir mundos inmensos. Lo hace Rembrandt, por ejemplo.


¿La literatura puede revelar perspectivas vedadas a otros tipos de artes y viceversa?

En literatura tenemos la posibilidad de pensar, oler, palpar, oír, ver, soñar, especular y muchas más cosas que no se ocurren en este momento, todo en un único movimiento. Ese es el punto fuerte de ese modo particular de expresión y de esa manera de ver el mundo. Pero la expresión escrita a veces se hace un poco engorrosa, para decirlo de alguna forma. En el caso de la luz en la Estación Central de la pregunta anterior, es muy claro que una imagen vale más que mil palabras. Me he sorprendido a veces pensando: “¡Quién pudiera simplemente poner una foto y dejar de bregar con esto!”. Y me acabo de acordar del dibujito del ataúd que incluye Faulkner en Mientras yo agonizo y de los dibujitos que pone Dostoievski en algunos de sus manuscritos. Y al revés. Las bellísimas reflexiones de Borges solo se pueden lograr con palabras. Y está la música del Romancero Gitano, de García Lorca, donde además logra pinturas increíblemente hermosas y dinámicas con pinceladas de palabras. Dice en el Romance de la Guardia civil:

[…]

Y otras muchachas corrían

perseguidas por sus trenzas,

en un aire donde estallan

rosas de pólvora negra.


¿Un artista mejora a medida que envejece?

Todo va a depender de cada artista en particular y de sus circunstancias. Hay cosas que sólo se pueden lograr cuando se está joven y otras que sólo se pueden lograr cuando se está viejo. Me gustan más los autoretratos de Rembrandt anciano que los de su juventud. Y hay escritores en quienes la prosa se hace más luminosa a medida que envejecen. Si el artista se mantiene fiel a su mirada y conserva la calma puede lograr cosas inmensas aún en medio de su deterioro, como Rembrandt. El caso de Chavela Vargas es triste, para mí. Lo que me gustaba de su estilo era ese contraste que lograba entre la extrema delicadeza y la mucha fuerza y me parece que eso lo perdió con la vejez y sólo quedó la necesidad de cantar con fuerza, como compensando. Pero no se siente fuerte sino cascada. La vejez trae sus complicaciones.


¿Cómo concibe desde su arte la relación entre popular y erudito?

No hago mucha separación entre lo uno y lo otro, porque en mi caso no la hay. Canciones de José Alfredo Jiménez me han llegado tan al alma como algunos poetas a quienes muchos considerarían lectura erudita o difícil o sofisticada o lo que en inglés se conoce como “high brow”. Uno de mis libros tiene dos epígrafes: uno de Vendaval sin Rumbo –canción que atribuyo equivocadamente a Javier Solís, cuando en realidad es de Celio González– y otro de un famosísimo poema de Rimbaud. No es que vaya de un extremo al otro, sino que no hay dos extremos.


¿En qué estás trabajando ahora?

Ya empecé a escribir, pero el asunto está todavía nebuloso. La historia sucede en unas montañas selváticas y muy altas, empinadas y llenas de neblinas, donde mi sobrino Jerónimo está montando un hotelito, cruzadas, muy abajo, por un río torrentoso, espumoso, de piedras muy bellas talladas por aguas azul esmeralda. Es grande la abundancia de vida –y de muerte, claro, si abunda lo uno abunda lo otro– que hay en esas selvas casi verticales, donde, en los pocos potreros que han logrado abrir los campesinos, los terneros recién nacidos se ruedan a veces hacia el río. Me queda por definir si va a ser autobiográfico o ficción. Marta Inés y yo, o una pareja muy parecida a nosotros, seríamos los protagonistas. En eso estoy. No estoy seguro de que aquí se puedan mezclar las dos cosas, autobiografía y ficción, aunque todavía no lo descarto. Sigue siendo una posibilidad.



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