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¿Por qué existe el mal? Dostoievski, Tolstoi, Chéjov. Ensayos de literatura comparada (Lagos de Moreno: Centro Universitario de la Universidad de Guadalajara en Lagos de Moreno, 2021) postula que novelistas del siglo XIX eran cineastas antes del cine. Por eso nos resultan tan visuales, tan ricas en escenas, tan descriptivas, tan poderosas en ritmo y tono las obras de estos maestros rusos y de otras grandes voces literarias, como Stendhal, Balzac, Flaubert en francés o como Dickens y Collins en inglés.
La literatura influyó en el naciente cine, por ejemplo, al enseñarle las astucias del suspenso y de la construcción en serie: Dickens, un padre de la novela por entregas, salía a la calle a preguntarle a la gente qué seguiría, según el juicio de ella, y más de una vez eligió lo que alguien le decía:
––¡Acertó usted! –exclamaba él, y la persona se iba con la satisfacción de haberle adivinado una parte del argumento al maestro Dickens.
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No, no lo había adivinado: lo había creado en ese momento, y Dickens aprovechaba la creatividad participativa de sus lectores. Otras veces salía a la calle y tomaba los diálogos de sus personajes novelísticos y repartía papeles y los recitaba con otras personas en una suerte de teatro espontáneo a partir de la narrativa.
Y de pronto llegó el cine. Estamos a fines del XIX, tres siglos después de que Shakespeare había inventado, si no el cine, sí lo cinemático en el teatro (por eso es tan fácil o por lo menos tan tentador llevarlo a la pantalla).
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He propuesto que comprendamos a Juan Rulfo como confluencia de tres culturas: la letrada, la popular y la mediática. Esta última, en el maestro jalisciense, sería sobre todo el influjo de técnicas del cine en sus obras maestras. Ejemplo ya estudiado de ello es la disolvencia de ciertas escenas en Pedro Páramo: el cine fertiliza a la literatura, así como antes la literatura fertilizó al cine. Y el mundo sigue rodando.
Sirvan las anteriores notas para celebrar la aparición de El siglo de Rulfo. Fotografía y cine en su vida y su obra (México: Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnología / Fondo de Cultura Económica, 2024), de Roberto García Bonilla.
Por una coincidencia curiosa, el libro llegó a mis manos el mismo día en que me enteré de que un par de días atrás había fallecido el arquitecto Víctor Jiménez, director de la Fundación Juan Rulfo durante más de un cuarto de siglo (1998–2025).
Conforme leo el volumen de García Bonilla (por lo demás, espléndidamente editado), me voy dando cuenta de que merece ser un referente en varias disciplinas: los estudios en torno al cine mexicano, a la elaboración de películas durante fases de la época de oro, al papel de la cinematografía en la construcción del imaginario colectivo mexicano y desde luego a la obra de Rulfo en sí.
El volumen aporta análisis muy valiosos, por ejemplo, alrededor de la película Paloma herida (1962), que acredita una participación de Rulfo en un tema que a él le resultaba decisivo: el despojo sufrido por gente vulnerable a manos de la violencia armada. Queda abierto el debate sobre cuánta fue la presencia del maestro de la narrativa y la fotografía en la película, que no tuvo una buena recepción. Se trata en todo caso de un asunto más de las relaciones entre cine y literatura, a veces muy tensas, a veces –como vimos– fructíferas (y a veces las dos cosas).
El volumen está lleno de información valiosa y, hasta donde alcanzo a ver, no incurre en el desacierto de disminuir la importancia de tan grande autor y fotógrafo. Este desacierto tiene que ver con un atavismo de la especie humana, que desde hace millones de años tiende a deshacerse (o por lo menos a recelar muchísimo) de los individuos excepcionales en una dirección u otra. Dichos individuos se salen de la media (el centro de la campana de Gauss) donde se ubica la inmensa mayoría de las personas y donde se van construyendo los hábitos de la sociedad, de los cuales no es fácil desasirse. Y Rulfo estaba mucho más allá de la medianía, en cierto modo tranquilizadora, de los hábitos colectivos. Para colmo, tuvo genio y disciplina para dos artes que él volvió complementarias, aunque no de manera mecánica y automática, sino sutil y cuidadosa: la literatura y la fotografía.
El volumen de Roberto no incluye agradecimientos (o yo no los detecto). Puede, eso sí, advertirse la aceptación por parte del cineasta Juan Carlos Rulfo, hijo menor del maestro, al menos en cuanto se refiere a la autorización de publicar un par de imágenes que son propiedad de La Media Luna Producciones, cuya cabeza es Juan Carlos.
En todo caso, la investigación es muy extensa y cuidadosa y aporta una buena suma de datos y de análisis. Unos y otros se entreveran con la vida del maestro Rulfo, al punto de que el libro de García Bonilla deja leerse como una biografía o como una importante aportación al conocimiento de la vida del autor de Pedro Páramo. Más aun, el volumen concluye, antes de una extensa bibliografía, con una cronología muy puntual, a la que de pronto pueden faltarle datos como la respetuosa velación en el Palacio de Bellas Artes (se lee en la Enciclopedia de la Literatura en México: “Juan Rulfo murió en su casa al sur de la Ciudad de México el 7 de enero de 1986 por un cáncer pulmonar. El cuerpo fue llevado al Palacio de Bellas Artes”). Y su esposa, Clara, estaba con él en casa al momento de su deceso, del que se cumplirán cuatro decenios justos en unos meses y ante el cual ya se esbozan relecturas y nuevos análisis, por ejemplo, por parte del Instituto Cultural de México en España.
Pero estos son detalles. Sin duda, el libro consuma el esfuerzo de un acucioso y meritorio doctor en Letras, actualmente activo en un posdoctorado en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México, según se lee en la semblanza al final.
El siglo de Rulfo viene a sumarse a la magnífica investigación de Douglas Weatherford, José Carlos González Boixo y Fernando Mino Gracia, Juan Rulfo en el cine. Los guiones de Pedro Páramo y El gallo de oro, que publicó rm en 2020. Vale la pena citar in extenso la sinopsis:
Las relaciones de Juan Rulfo con el cine fueron más extensas de lo que el público no especializado suele suponer y cubren diversos campos en esta –por definición– multifacética actividad. Douglas J. Weatherford ha estudiado todos los ángulos de esta vinculación entre Rulfo, su obra y la cinematografía a lo largo de los años, revisando archivos públicos y privados tanto en México como en los Estados Unidos, además de reunir documentos y testimonios desconocidos hasta hoy para ubicarlos en una gran obra de investigación que Editorial RM y la Fundación Juan Rulfo han editado y cuyo primer volumen presentan este 2020.
El texto principal de este libro de investigación es de Douglas J. Weatherford, académico de la Brigham Young University y quien es sin duda la máxima autoridad, hoy, en el tema de las muy complejas relaciones de Juan Rulfo y el séptimo arte, pero igualmente están los ensayos de José Carlos González Boixo, el gran especialista español en la obra de Juan Rulfo, y de Fernando Mino, investigador mexicano de la obra de Roberto Gavaldón.
El libro incluye los tres guiones inéditos para la adaptación cinematográfica de dos novelas de Juan Rulfo, escritos por Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Carlos Velo, con participación de Roberto Gavaldón y Manuel Barbachano.
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