Con una larga trayectoria en el dibujo y la escultura, la obra de María Lagunes se encuentra en museos y colecciones privadas de Europa y América. El pasado 12 de agosto recibió la Medalla de Oro Bellas Artes en la categoría de Artes visuales, a sus 102 años.
Ónix, bronce, acero, concreto y mármol son los materiales que eligió para consolidar sus creaciones: figuras escultóricas que exploran el cuerpo y la forma del entorno, a veces con geometría otras con abstracción, pero con una lógica creativa que es su sello indeleble.
La visité el año pasado en su casa al sur de la Ciudad de México, era una tarde gris y tempestuosa, llovía a cántaros. Sus hijas Maya y Silvia Segarra Lagunes me recibieron, conversamos unos minutos antes de dirigirnos a la planta alta, donde María Lagunes esperaba sentada en la sala.
Su charla fue lenta pero consistente. Hizo constantes pausas, quizá en ellas aprovechó para seguir recordando sus viajes, sus exposiciones o los 35 años que fue catedrática de dibujo y formas escultóricas en la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
Voz parlante de un siglo que se va, Lagunes labró su carrera en solitario, alejada de los grupos artísticos y de las corrientes de su época: “Tenía que ir por mi cuenta”, dijo. Además, está convencida de que “no siempre tomamos la dirección correcta desde el principio”; en su caso, ella recorrió otros caminos hasta que llegó al que sería su destino definitivo.
—¿Cómo fue el encuentro de María Lagunes con el arte?
—No nos encontramos, sino que poco a poco se fue forjando. A mí me seducía la música, y la guitarra era un instrumento que me atraía mucho, pero luego se fue alejando y emprendí otros caminos.
—¿Desde su niñez tuvo contacto con las expresiones artísticas?
—Con la música sí, mis dos hermanas mayores tocaron piano por muchos años. A mí, el piano no me atrapó, lo veía, lo probaba un poquito, pero no era precisamente lo que me interesaba. De repente me cayó a las manos una guitarra de mi hermano, la pobre bastante corriente y fea, y al empezar a sonar las cuerdas, sentí atracción de inmediata por ese instrumento. Por años pensé que podría dedicarme profesionalmente a tocarlo, pero en Veracruz no había buenos maestros y venir a México para mí era imposible.
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Lagunes nació el 22 de julio de 1922 en la Hacienda Angostillo, a sesenta kilómetros de Veracruz, en el seno de una familia de ganaderos y aficionados a la música; es la menor de nueve hermanos, cuyas infancias transcurrieron en el clima incierto de la post Revolución. “Cuando se vive en haciendas es más difícil consolidar algo si a uno no lo mandan a la ciudad, y eso es precisamente lo que sucedió en mi familia, casi ninguno tomó un estudio o profesión en serio”.
—¿Entonces usted fue la rebelde de su familia por haberse ido a estudiar?
—Sí, bueno, pero después de años. Ir a México no era fácil, más con gente conservadora como mi padre que todavía retenía a sus hijos, menos para mandarlos a la capital.
No obstante, la futura escultora sí pasa una breve estancia en la Ciudad de México, con familiares que la reciben para estudiar guitarra clásica en la Escuela Nocturna de Música, pero el fallecimiento de su padre la obliga a volver a Veracruz y, en 1950, se inscribe en la recién fundada Universidad Femenina para estudiar la carrera de Decoración de Interiores. “Eso ya cambiaba bastante, la Femenina tuvo a los mejores profesores de Veracruz, pero aún así no había libertad para decidir: éramos mujeres”.
"A mí me seducía la música, y la guitarra era un instrumento que me atraía mucho, pero luego se fue alejando"
María Lagunes
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Ya como decoradora de interiores, su búsqueda la lleva a matricularse en la Escuela de Bellas Artes de Veracruz en 1956, un año después es invitada a participar al VI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Moscú, que le permite conocer varias ciudades de Europa y de los países del Este.
Ese largo viaje representaría una ruptura en su vida, a nivel artístico y personal. A su regreso finalmente consigue establecerse en la capital del país e ingresa en 1958 como alumna al Centro Superior de Artes Aplicadas de La Ciudadela.
“Al principio no me inscribí en San Carlos sino en La Ciudadela, donde era posible asistir como alumna libre. En ese momento mis hijas eran todavía pequeñas”.
—Para entonces, usted ya tenía obra hecha…
—Sí, ya me había soltado para dedicarme a las artes plásticas.
—Ha contado que no mostraba sus obras a los profesores de La Ciudadela, ¿por qué?
—Porque no quería que me señalaran por dónde ir, yo ya tenía un criterio formado y no quería que me llevaran con una cuerdita, quería jalarme yo misma.
—¿Cuáles fueron los primeros materiales con los que experimentó?
—Al principio no me importaba tanto el material que usara. Lo que me importaba era desarrollar obra en las formas que me interesaban.
—¿Cuáles eran esos intereses?
—Me gustaba la escultura. La pintura la hice sin querer.
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No dejó de llover durante la charla, de pronto el estruendo de un rayo hizo retumbar el departamento. Las hijas de Lagunes aprovecharon para acercarse y darle agua a su madre.
—Margarita Nelken fue un personaje central para que su carrera despegara, ¿cómo la conoció?
—Fue la gran crítica de arte que vino a México con la emigración española, era la reina de la opinión en esa época, la conocí por unas amigas españolas y, poco a poco, me fui introduciendo en su mundo.
—¿No tuvo miedo de mostrarle su obra?
—No (dice sin titubeos). Estas amigas españolas me preguntaron si conocía a la señora Nelken, yo les dije que eso era difícil y me dijeron que me la iban a presentar, pues a mí me daba vergüenza presentarme con ella.
—Cuénteme de su primera exposición, en 1965…
—Fui haciendo mi obra lentamente, al mismo tiempo que frecuentaba diferentes cursos con maestros y artistas. La señora Nelken, que había visto mi obra, me habló del Instituto Francés de América Latina (IFAL) y yo le dije: “No, eso es un búnker para exponer a artistas profesionales, no para novatos”, aun así, ella le habló de mí al director, él vio las fotos y los dibujos y aceptó exhibir mis piezas.
—¿Gustó la obra que expuso en aquella ocasión?
—Fue un éxito y los críticos escribieron favorablemente, asistieron muchos artistas y amigos que ya me conocían de exposiciones colectivas; estuvieron presentes, entre otros, Emilio Carballido, Jorge Juan Crespo de la Serna, Berta Taracena, Margarita Nelken, Pablo Fernández Márquez, Salvador Pinoncelly, Antonio Rodríguez Luna, Javier Arévalo, Miguel Urbán, Eduardo Zamora, críticos, maestros, amigos y compañeros.
—¿La disciplina del estudio ha sido importante para su obra?
—Naturalmente, porque lo que yo iba a aprender no era sobre la obra de los otros artistas, sino los medios y las técnicas para hacer mi propia obra.
"Fui haciendo mi obra lentamente, al mismo tiempo que frecuentaba diferentes cursos con maestros y artistas"
María Lagunes
—Después de la exposición en el IFAL usted ganó una beca en Francia, ¿No es así?
—El IFAL había patrocinado la exposición y entonces el gobierno francés me otorgó la beca especial de seis meses para estudiar en Francia, que me permitió hacer estudios libres en París, más bien enfocados a la investigación. No tenía que asistir a clase sino trabajar en mis intereses, la única condición era que cuando volviese de la beca hiciera una exposición presentando los resultados.
—¿Fue con sus hijas a Francia?
—Naturalmente, mis hijas eran pequeñas, allí aprendieron francés; yo fui a la mairie a inscribirlas, Silvia fue a la maternal y Maya a la école des filles. Tuvimos un departamento por el que pasó todo el mundo: Marta Palau, Eduardo Zamora, José de la Colina y todo el que visitaba París, era como una especie de consulado. Mis hijas iban casi todo el día a la escuela, como si fuera internado, y yo en ese tiempo me dedicaba a trabajar.
—¿Francia fue un parteaguas en su trayectoria?
—Podría haber sido cualquier otro país, pero París era la ciudad más interesante y yo ya había estado antes de paseo, conocía mejor el medio y el idioma. Estar en París sí cambió mi trayectoria.
—Y se mantuvo vigente por décadas a través del Salón de Mayo…
—En 1973, expuse en el Salón de Mayo por primera vez, era una de las exposiciones de arte más importantes y Jacqueline Selz, la secretaria del Salón, me invitaba año tras año.
—¿Por qué cree que su obra fue tan bien recibida en Europa?
—Bueno, yo no soy crítica de arte así que no te puedo decir nada y menos en mi favor.
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Una de las obras más representativas de Lagunes, es Cabeza de León Felipe presentada durante el Primer Salón de la Escultura de 1971, que representa al poeta español y que actualmente se encuentra en el jardín escultórico del Museo de Arte Moderno de México.
—Es una pieza que hay que ver varias veces para entenderla…
—Conocí a León Felipe, considero que fue amigo y tuve ocasión de observarlo de cerca, su rostro me interesaba para una pieza y él me dijo que sí pero que lo retratara sin lentes, le tomé algunas fotos e hice un retrato pensando en que era una escultura y no un busto.
—¿Cómo ve su pieza en el Museo de Arte Moderno?
—Mire, no sé por qué la sacaron al jardín, la vi y estaba manchada con una extraña pátina, igual que otras esculturas, no sé lo que le habrán hecho, lleva mucho tiempo afuera y le hace falta mantenimiento.
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—¿Está satisfecha con su carrera?
—Sí, no hay problema, yo creo que la obra se presenta sola.
—¿Qué les diría a los nuevos talentos del arte?
—No es fácil decirlo, eso lo tiene que experimentar el artista, yo sólo les recomendaría trabajar porque el artista se tiene que hacer grande solamente con su obra.