Ha sido un buen año para Alberto Ruy Sánchez. En marzo, el destacado escritor, poeta, ensayista y editor nacido en la Ciudad de México, recibió la noticia de que sería galardonado con el Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco. Tal presea le fue dada en reconocimiento a su multifacética trayectoria, así como a su alto nivel de influencia dentro del mundo literario.
A la alegría de haber obtenido este premio también se suma la publicación de un libro más, que viene a engrosar su prolífica obra. Se trata de El silencio del gato (Era, 2025), poemario que explora en múltiples sentidos el enigma que representan estos pequeño felinos para el humano.
En esta entrevista, el escritor nos habla de tópicos gatunos diversos como la fascinación literaria que han despertado, de los múltiples rituales propios de su especie, del ronroneo y la respiración en el contexto del poema, así como de las formas de lenguaje que están más allá del alcance humano.
Lee también: Feliza Bursztyn, la escultora que murió de tristeza

Los gatos y las mascotas en general han causado históricamente fascinación tanto a literatos como, más recientemente, a cibernautas. ¿Cómo surgió la idea de escribir El silencio del gato?
La idea de este libro nació a partir de la escritura de poemas sobre mi gato y sobre los gatos en general. Era un ejercicio reflexivo, pero al mismo tiempo lúdico, tal como los propios gatos parecen ser. Quien ha jugado con un gato sabe que, en el momento menos esperado, les surge el instinto cazador, agresivo, nunca sabes exactamente. A mí eso me interesó mucho y empecé a investigar sobre el tema mediante la literatura; conocí primero algunos clásicos como el de T. S. Eliot y el de Pablo Neruda. Pero mientras más buscaba más me deparaba con una bibliografía que parecía infinita. Ese interés también se manifiesta en las redes. En mi Instagram hace poco puse un video hecho con ayuda de inteligencia artificial por el artista David Sander. Es buenísimo, se llama "Dance" y la ingeniería va transformándose. Hay otro video donde aparece un platito de porcelana que intervino Brian Nissen y que usé como portada del libro. Él la hizo para los 30 años de Artes de México. Le pedimos que fueran a un taller de cerámica y que intervinieran piezas.
¿Por qué el interés generalizado de la humanidad por los gatos?
Pienso que razones hay muchas. Hay algo instintivo, por supuesto, que es la atracción hacia lo que representa una pregunta. El misterio, finalmente, es algo que te asombra, pero que no alcanzas a comprender completamente. Siempre hay algo inesperado, como una adivinanza con patas con la que convives.
Lee también: La pareja real y su destino sagrado
En un verso del poema “El gato del diccionario” señalas que los gatos dirigen hacia los humanos “una mirada banal”: ¿A qué te refieres con eso?
Bueno, eso es irónico. Es una invitación a la humildad. La mirada del gato hacia el humano parece decirle: mira, tú te podrás creer muy superior, pero yo soy el que tengo el control en este juego.
¿Cuál es o cuál puede ser el rol del misterio en el arte?
Siempre hay una pregunta viva que merece nuestra atención, tanto la racional como la pasional. Hay cosas que interesan más a unos y otras más a otros. Tiene que ver con el gusto, con tus antecedentes, con lo que creemos que somos o queremos ser. Siempre se pueda retomar ese hilo.

Cuéntanos sobre el método o los métodos que has desarrollado para escribir.
Mi método puedo sintetizarlo en dos puntos importantes: el primero radica en posicionarme como una persona que necesita, ante todo, seguir aprendiendo. A su vez, ese aprendizaje tiene que derivar de una atención sostenida sobre una persona o sobre una experiencia de mi interés, pudiendo tal atención dirigirse naturalmente hacia todo lo que me rodea. Se trata de una curiosidad y una sed por aprender que me hace preguntarme por mi entorno amado, donde se encuentran, por ejemplo, las jacarandas y los gatos.
Escribo para aprender y uno de los instrumentos con los que aprendo es el asombro. Cada asombro y cada deseo por aprender requieren formas literarias distintas. Por eso mis escritos están contados de diferentes maneras, con diferentes técnicas narrativas. En los poemas, a su vez, también adopto una forma u otra según lo que quiero contar. Eso lo pueden comprobar en El silencio del gato donde no todos los poemas son sonetos, sino que poseen formas muy variadas de acuerdo a lo que cada tema amerita.
Hablando de aspectos formales que influyen en la percepción del arte: ¿qué lugar juega en este contexto lo asemántico, aquello que parece ser más ruido que significado?
Me gusta constantemente jugar con la lectura a través de todos los sentidos. Y es desde esa perspectiva que se revela la importancia no solamente de las palabras y su significado, sino del sonido y del lenguaje del cuerpo. La comunicación de los gatos tiene su propia lógica. Muchas veces no es solamente que maúllen o no, que se acerquen o se alejen, sino que, además de dichos gestos, están todas y cada una de las interrogaciones que los poemas de este libro plantean. Qué hay en la mente del gato que quiere que le abra la puerta y que, al ver que no pasará, se para en dos patas y logra abrirla por él mismo. Qué quiere decirnos realmente el gato que lee el periódico y que, motivado por lo que parece ser una señal de desdén crítico, lo destruye al final de su lectura. Se trata, finalmente, de cuestionamientos sobre la comunicación gatuna y, al mismo tiempo, de una reflexión sobre la escritura.
Sobre esto último, en el poema al que aludes, "El gato, dios sin pudor", trato de burlarme de las rimas forzadas, tan fáciles: Thor, destructor, lector, etc. Hay otro en el que uso solo dichos populares relacionados a estos felinos: "Se lo comió el gato". "Hay gato encerrado". Tales estrategias formales hacen parte de una reflexión sobre la facilidad de hacer poemas sobre gatos. Y es que se trata de un lugar casi tan común y antiguo como la propia fascinación que ejercen sobre el humano. Al mismo tiempo, está el reto de leer estos poemas con todos los sentidos.
Otra cosa que creo que aporta el libro, y no es que no existiera previamente pero muy pocos la tocan, es la dimensión ritual del gato. Tú puedes encontrar trabajos sobre la psicología de estos animales, pero muy pocos ahondan en su ritualidad y en todo lo que esta implica. Cuando el gato me está ronroneando en el pecho, está haciendo un ritual que conforma, entre otras muchas cosas, una manera de comunicación conmigo a través del eco de su ronroneo en mis pulmones y en mi corazón. Está comunicándose conmigo no solamente chupándome con su lengua y comunicándome sus olores, sino, además, haciendo que mi pecho vibre. El gato es de tal manera consciente de eso que solo hace tal ritual cuando estoy semidormido. Si yo me despierto completamente, el gato deja de ronronear y se va. Entonces, parecería que quiere que esté semidormido, en ese trance, en ese estado alterado.
Precisamente, parte del misterio del gato es que mediante rituales se autoprovoca de manera constante estados alterados de consciencia, como si hiciera uso de una droga cotidiana para entrar en trance. Lo hace con frecuencia, por ejemplo, al beber agua.
Hablando de rituales y estados alterados, declaraste en una entrevista tu interés por ese estado del insomnio en el cual estás medio despierto o crees estar despierto. Cuéntanos un poco más al respecto.
En El libro sobre el insomnio descubrí que cuando estás despierto dentro de este estado, en realidad, no estás despierto: estás semidespierto, lo cual aplica sobre todo si es uno de esos insomnios tormentosos en los que estás dándole vueltas a una preocupación y teniendo conversaciones imaginarias (y entonces le dije, y me dijo, pero yo le voy a decir...). Todos esos demonios del insomnio se van cuando amanece, lo cual es una prueba de que no estabas despierto, solo creías estarlo.
Un verso tuyo plantea la respiración del gato como una puerta al trance. Trazando un analogía: ¿cómo podemos concebir la respiración en el contexto de la poesía?
En el ritmo de la poesía está implícita la respiración. Hay mucha gente que escribe, por ejemplo, simulando que no hay puntos, que no hay comas. Pero, de hecho, si tú lees y te detienes, estás poniendo una coma. Y si te detienes más, estás poniendo un punto. Y si en el contenido de lo leído haces una separación, entonces, opera un punto y aparte, más allá de que lo hayan escrito todo corrido. La respiración es una puntuación y, al mismo tiempo, es lo que hace que haya música en las palabras. Un escritor se encarga de decidir si poner o no el punto, pero el lector es el que realmente ejecuta o no dicha decisión. Si hay gente que lee mal, como de hecho la hay, es porque no respira, porque no se detiene, porque no vocaliza.
¿Cómo se revela la dimensión espiritual en el arte? ¿qué tipo de misa tiene lugar cuando producimos obras o cuando entramos en contacto las mismas?
Cuando entras en una lógica ritual estás provocando rebasarte a ti mismo. Es decir, ir más allá de lo que eres como persona y convertirte en otra cosa, no sé si mejor o peor, pero en algo diferente a ti. Es eso a lo que llaman trascendencia, ir más allá y es precisamente lo que haces al entrar en trance. Dicho estado posee una connotación de búsqueda de la sacralidad o de convocación de lo sagrado –como nota curiosa vale decir que lo que antes llamaban drogas alucinógenas, ahora las llaman entógenas, lo que significa sustancias que hacen que lo sagrado surja en ti.
Este asunto yo lo hago explícito en La mano del fuego, novela que postula la idea de que cuando haces el amor estás en un ritual que convierte a la persona amada por un instante en un dios o en una diosa. Entonces, si tienes suerte y lo haces en complicidad con la otra persona, te ganas el paraíso un instante.
Para mí es ahí donde está la sacralidad, no en algo que viene de entes superiores, sino de la persona amada; tú para ella y ella para ti. Esa es la idea de sacralidad más fuerte que existe. La iglesia como institución es otra cosa.
Mencionas a las drogas como puertas espirituales: ¿Las has consumido? ¿Las consideras formas válidas de experimentar la espiritualidad o de incentivar el ejercicio.
Bueno, yo vengo de una generación en la cual era lo cotidiano. Sin embargo, nunca fui alguien que tuviera fascinación por las drogas o una cotidianidad en su consumo. Viajé mucho, eso sí, no solo viajes interiores sino exteriores, eso fue muy bueno.
Acabas de ganar el Premio de Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco 2025. En su tiempo también ganaste el Villaurrutia. ¿Qué papel consideras que juegan los premios en la literatura o en el arte de un autor?
Pienso que cada quien los vive de manera distinta. Para para mí han sido muy importantes. Son gestos dados con inmenso aprecio que he vivido con agradecimiento y, al mismo tiempo, tomado como retos, independientemente de la cuestión de si los merezca o no.
Ahora hay premios que es evidente que no te mereces. Por ejemplo, recibí uno por ser capitán honorario del barco más antiguo que navega el Mississippi. Obviamente no merecía la distinción. Aún así me hizo muy feliz.
¿Hay literatura que valga la pena más allá de los premios, quiero decir, artistas con obra sobresaliente cuyas carreras no hayan no han sido premiadas?
Por supuesto, sí. Un premio lo que te da es público. En el caso del Excelencia en las Letras, la asociación que otorga el premio está integrada por apasionados de la literatura mexicana. Parte de cualquier premio tiene que ver con esa cercanía que creas hacia los amantes de la literatura.
Obviamente no todos te conocen ni tienen por qué conocerte perfectamente. Algunos leerán un libro más, otros un poema más. Eso es parte del premio, te crea lectores y, por ende, contribuye a entablar una comunicación con el público.
Lee también: “Los hongos son el combustible de la tecnología”: entrevista con Naief Yehya
Pensando en Los nombres del aire, novela con la que ganaste el premio Villaurrutia en 1987 y que desarrolla una perspectiva sobre el cuerpo de la mujer y su misterio implícito: ¿Cuál fue su pertinencia en su tiempo y cuál consideras que es su actualidad hoy que, cada vez más, se pugna por inclusividad y por derribar estereotipos machistas?
Ese libro (que comenzó siendo uno solo y que, después, se desdobló en una saga), plantea la pregunta sobre el deseo femenino entre dos mujeres, planteamiento que en aquel momento no era tan normal.
Tal pregunta que, dicho sea de paso, queda abierta (pues lo que uno puede aprender sobre el deseo es que hay que seguir preguntando) fue interesante para mí porque abrió un enigma entorno al cual indagar; antes de publicar el libro me pasé muchos años preguntando y escuchando historias.
El resultado fue la presentación en Los nombres del aire de una relación lésbica que despertaba identificaciones dentro del lector en general. Y es que el que está leyendo y se identifica con las pasiones, no le importa si estas son de hombre o de mujer. Eso produjo que, al publicarse el libro, empezara a recibir cartas y mensajes de gente que me decía: en su libro encontré palabras para decirle a fulanito o a fulanita lo que siento por él/ella. Era el deseo de hombres hablándome de su pasión por otros hombres, mujeres hablándome de su pasión por hombres o por mujeres. No se trataba de una sexualidad neutra, sino de la validez del deseo para cualquier elección, circunstancia o accidente de la vida, en este caso, a partir de la pregunta respecto a un tipo de deseo puntual, el femenino.
¿Todos somos artistas o existen personas con un don especial, digamos, nacidos para el arte?
A diferencia de la mayoría de los oficios, la literatura tiene una materia prima que todos usamos, esta es, el lenguaje. Hay quienes hacen del lenguaje de la vida cotidiana una creación excepcional. Pero no es todo mundo que lo hace. Recuerdo un maestro que tuve que hacía la diferencia entre prosa notarial (o sea, ese recuento frio y directo que el notario escribe cuando realiza un documento propio de su oficio, del tipo "certifico que a las 5 de la tarde fulanito me dio equis cantidad de dinero") y la escritura literaria. El artista trata de alejarse de la primera y acercarse a la segunda, que es una manera muy viva y creativa de utilizar las formas posibles del lenguaje para crear obras de arte.
Considero que más que volver a concepciones antiguas como la de don y la de genialidad sería mejor pensar en una noción como la de excelencia, la cual está vinculada a dar lo mejor de sí, el máximo esfuerzo. Porque hay gente muy inteligente y hay gente que nace con recursos bibliográficos o con educación, pero esos privilegios en sí no les garantiza nada.
Es cierto que contar historias resulta placentero y que el placer constituye una forma de conocimiento. Pero también se habla del del onanismo intelectual, el cual se refiere a un ejercicio hueco e infértil. Desde tu perspectiva, ¿por qué el pensamiento se desvirtúa de esa forma?
Pues no estoy en contra del onanismo ni de la infertilidad. Finalmente, hay una dimensión del arte que es la inutilidad. Hay gente que hace obras que creen que elevan el espíritu y resultan en todo lo contrario. El arte, más bien, implica convocar lo imprevisible. Algo que parece que nadie escuchó, algún tiempo después cae en manos de alguien que lo difunde de una manera o se apropia de eso con enorme creatividad. Nunca sabes.
En este sentido, consideras que el quehacer del artista es necesario y útil para lidiar con el presente o, más bien, te atrae la idea del arte como un legado para la posteridad.
Bueno, a mí el tema de la posteridad no es algo que me parezca muy interesante. Primero porque, en realidad, nadie lo controla. Los accidentes de la vida hacen que la posteridad se convierta en lo contrario de lo que la gente planeaba. Piensa solo en cuántos casos de artistas no hay que se mueren y sus viudas o viudos entierran su obra.
Lo que sí creo es que el arte (y la escritura) añaden en los humanos una atención sobre dimensiones que la vida cotidiana nos obliga a omitir, es como si todos tuviéramos una quinta extremidad invisible que, como no vemos, casi no usamos. La lectura te da la posibilidad de agudizar esta dimensión del cuerpo, no solo de la mente, de manera que te permite ser un humano más completo. Alguien que no usa un pie o un brazo hace que esa extremidad se atrofie. De una manera similar, alguien que no ha encontrado los libros que le cambien la vida, es como si nunca se hubiera enamorado.
Has dicho que tuviste una formación literaria de matriz oral que se hace notar en tu escritura. En este mundo tan mediatizado de pantallas y dispositivos en que vivimos: ¿dónde queda la oralidad?
La oralidad es una dimensión que es contemporánea y tradicional al mismo tiempo. Es decir, la oralidad tiene la característica cronológica del libro también. Un buen contador de historias demuestra que lo es tanto en una plaza pública como en un grupo de amigos. Él no se sabe meramente de memoria las historias que cuenta, sino que hace de ellas una composición: sabe cómo contarlas, cómo desarrollarlas, cómo y cuándo seguir, cómo concluir. Hay quien diría que ya lo trae, que le nace, pero, en realidad, está entrenado para hacerlo.
La oralidad está presente en cualquier quehacer que implique contar historias. Ya sea en el contexto audiovisual como, inclusive, en la inteligencia artificial. Hay una idea de composición, comienzan de una manera, parecen desarticulados, pero se van sumando de otra. El libro electrónico es otra manera del libro impreso. Todo lo mediático es otra manera de la oralidad. Y, como en todo, hay bueno, malo y regular.
¿No sientes nostalgia de cuando no éramos seres tan tecnológicos?
No, creo que la tecnología son instrumentos para contar cosas. Hay que aprender a usarla. Lo mismo la inteligencia artificial.