Disección de mitos y bestiarios

En las artes prevalece la idea de que todo está dicho. Sin embargo, el escritor y biólogo Andrés Cota Hiriart piensa lo contrario. “A lo mejor si nos limitamos a los humanos y las pulsiones que nos guían, más o menos todo está dicho porque son realmente poquitas, se podrían reducir a veintitantos temas”, afirma.

El autor de Cabeza ajena y Fieras familiares menciona que la experiencia entre un humano y otro es similar, pero si el humano se desplaza del centro, la diversidad de experiencias se multiplica.

Bajo ese pensamiento, casi nada está dicho. Por ello, Cota Hiriart busca en cada libro la unión de naturaleza y letras, corriente literaria que hoy se llama liternatura (nature writing) y que le ha servido, entre otras cosas, para jugar a identificar qué personajes míticos y de los grandes clásicos caben en las formas de vida que existen en el planeta.

Ejemplos hay bastantes. El escritor menciona algunos en su reciente libro Faunologías. Es el caso de la criatura kappaque en la mitología nipona se describe como un dios-demonio acuático y según el cronista visual del Japón antiguo, Hokusai, su representación es un ser con escamas, garras y cabeza de galápago. La tradición narra que kappa espiaba a mujeres en el baño y devoraba niños. Más allá de las exageraciones populares, Cota Hiriart ubica una especie que pudo ser el origen del mito: la salamandra gigante del Japón (Andrias japonicus), uno de los anfibios más grandes que existen.

“Evidentemente las mitologías están empapadas de seres con los que diferentes comunidades interactuaban ya fuera de manera temerosa o de veneración, nada más hay que prestar atención aquí en México, éramos una nación animista y nuestras deidades eran animales, plantas y hongos. Me gusta tender lazos partiendo de algún mito y jugar un poco a la labor criptozoológica de qué organismo real podría haberlos inspirado”, comparte.

El escritor menciona que Kukulcán y Quetzalcóatl posiblemente eran nauyacas, serpientes venenosas que se encuentran en la floresta del país, con escamas triangulares muy disipadas que pueden dar la apariencia de plumas.

¿El ajolote también aparece en la literatura?

Está presente en muchas escrituras consideradas pilares en Latinoamérica. El ajolote va y viene. La atención de la sociedad hacia esta especie ha sido cíclica. Juan José Arreola, José Emilio Pacheco, Salvador Elizondo y Julio Cortázar le pusieron atención, luego se nos olvidó y ahora otra vez están de moda.

“Se ha usado como metáfora, por ejemplo, al decir que México es una nación que se mantiene como larva, que nunca llega a un estado de adultez. El ajolote es un animal que se sale de toda convención tanto a nivel biológico como cultural, no existe otra criatura que los habitantes del centro del país hayan tratado más. Es figura central de la narrativa: en la época de los mexicas fue un dios, después se convirtió en un enigma científico infranqueable para los naturalistas clásicos, luego fue una musa literaria, una criatura de investigación científica y hoy vuelve a ser dios porque está estampado en el dinero y ¿cuál es el dios de nuestros tiempos sino el dinero?”

Fuera de la mitología, existen animales que parecieran inventados o que sabemos de su existencia gracias a la literatura y al cine. Cota Hiriart tiende el lazo, de manera juguetona, hacia los vampiros al decir que las reales especies bebedoras de sangre en grandes cantidades son las sanguijuelas y no los murciélagos. “Nosferatu sí existe, pero es invertebrado”, comenta.

Otros animales que inspiran historias son las medusas a quienes José Emilio Pacheco incluyó en su Nuevo álbum de zoología, también aparecen como el enigma de la muerte del profesor McPherson y que Holmes debe resolver en el cuento La aventura de la melena de león, de Sir Arthur Conan Doyle, y en la película de ciencia ficción The Wild Blue Yonder del director alemán Werner Herzog.

¿La realidad del mundo natural también supera a la fantasía?

Mi interés es recuperar el asombro que hemos olvidado como humanidad tecnológica y de desarrollo desenfrenado. Le he dado ojos y oídos a la zoología porque me queda clarísimo que conocemos muy poco. En ese sentido, me gusta hacer un bestiario que recupere la aproximación a los bestiarios del siglo XIX o a los medievales donde se mezclaba realidad y ficción, en parte, no de manera deliberada porque conocíamos poco el mundo y se creía la existencia de serpientes marinas y monstruos aguardando a la vuelta de la travesía oceánica.

“Ahora el ejercicio es recuperar esa esencia, pero partiendo de organismos reales. El jugar con los términos y los formatos para cruzarlos con las letras es porque la literatura es un espejo de la cultura humana, refleja nuestros miedos, sueños, anhelos e inquietudes en diferentes momentos de la historia”.

Hay especies que por sus características únicas de vida se retoman en la literatura y en el cine de ciencia ficción. Los tardígrados es una de esas especies que Cota Hiriart podría ubicar en los cuentos de Stanisław Lem o Isaac Asimov y cuyas características, recientemente, provocaron incluso que se les incluyera en ensayos espaciales.

“Son animales que se prestan a exploraciones espaciales porque no nos son accesibles, pertenecen al mundo microscópico y la ciencia ficción siempre abre la posibilidad de sorpresa”, agrega.

Los tardígrados también son llamados osos de agua, miden entre 0.05 y 1.5 milímetros y son capaces de vivir en el vacío, en ambientes con radiación y en deshidratación prolongada.

“Gracias al descubrimiento de algunos tardígrados vivos en la lámina de un cohete ruso tras su regreso a la Tierra, la cuestión cobró dimensiones propias de novela de Stanisław Lem e hizo que estos gráciles organismos dejaran de ser ignorados y comenzaran a figurar en los encabezados de periódicos y revistas”, narra Hiriart.

La resistencia de esa especie derriba las preconcepciones porque, hasta ahora, es el único animal con tales características. “Siempre busco hacer guiños a nuestras limitadas ideas, solemos constreñir una visión antropocéntrica y nos sentimos representativos del mundo cuando somos una excepción de excepciones. La mayoría de animales son invertebrados, todo lo que pensemos como normal o anormal está equivocado porque generalizamos a partir de una experiencia que es la nuestra”, indica.

Como lector asiduo de ciencia ficción, Cota Hiriart señala que Stanisław Lem tiene muchas obras que tratan sobre seres extraterrestres, no bajo la visión del alien hollywoodense sino seres realmente desconcertantes.

“Quizá él nunca conoció a los tardígrados, de lo contrario no dudo que se hubiesen convertido en sus animales favoritos. El hecho de que puedan sobrevivir en el espacio exterior los hace candidatos a la idea de la panspermia, de que la vida vino de fuera, a bordo de asteroides. Sin duda, a Lem le hubieran encantado porque abren la llave a todo un mundo de posibilidades en el imaginario”, expresa.

Humanos, un narrador más

A mediados de enero, Cota Hiriart junto con otros autores serán compilados en la primera antología de liternatura mexicana (Sensacional de la liternatura mexicana) y conjuntará diversos géneros: poesía, ensayo, crónica, relato, ensayo de estudios críticos y periodismo. Después, en el verano aparecerá Fieras interiores, una obra sobre parásitos de la autoría del biólogo.

“Liternatura es un término que engloba una corriente literaria que existe y siempre ha estado, es nombrar la escritura en la que el humano no necesariamente está al centro porque en el punto medular figuran otras criaturas y el entorno. Puede aparecer el humano, pero en relación con esos dos elementos”, detalla.

¿Qué define a esta corriente?

Reflexionar sobre el resto de seres vivos, el mundo entendido como algo mucho más que lo que corresponde a la experiencia humana. Mientras más lugar le demos a otras especies, más las apreciaremos, por ahí viene el giro y la fuerza de este abordaje creativo. Si no nombramos lo que nos rodea, seguiremos sintiéndonos empoderados y llamando recursos naturales a nuestro entorno, eso es un despropósito, que en este tiempo de crisis ecológica sigamos pensando en los bosques como recursos, como si fueran una mercancía.

Veo que cada vez empieza a florecer el interés porque finalmente ponerle un nombre a una corriente no es más que sumar fuerzas de algo que está sucediendo con o sin ese término. Como lo mencioné, la literatura y el arte son un reflejo de la inquietud momentánea y hoy vivimos en una época de inquietud hacia el entorno.

¿Cómo se visibiliza ese mayor interés?

Sí, el Premio Bellas Artes de Ensayo Literario “José Revueltas” de este año se lo dieron a Balam Rodrigo por el libro Krakenque habla sobre el calamar gigante; el de Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes se lo dieron a la obra El estómago de las ballenas, de Luis Ángel Vargas; y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz del año pasado se lo ganó María Ospina por un libro (Sólo un poco aquí) que narra la perspectiva de diferentes animales. Sin duda, hay una convergencia.

En México nos estamos tardando, el nature writing tiene un siglo o más en Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Mi teoría es que en Latinoamérica nos vamos tarde en romper con la idea de las dos culturas: las artes y las ciencias, como si las áreas del saber fueran cajas estancas, que no se comunican entre sí.

En mi experiencia como un biólogo que escribe desde siempre y que he buscado abrirme espacios en México -lo cual ha sido difícil-, hasta ahora veo algunos cambios. Si llegabas al ex Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) y decías: quiero escribir un libro de ciencia, te respondían: pues pídele dinero al Consejo Nacional de Ciencias y Tecnología (Conacyt), y en Conacyt te contestaban: pídele dinero al Fonca. Prevalecía la idea de que son cosas diferentes y eso es una herencia que se está rompiendo.

No es que la liternatura no indague en la condición humana, sólo es una condición humana ampliada que toma en cuenta el resto, no podemos ser nosotros sin los demás, eso es clarísimo para todos menos para los empresarios, ellos quieren ganar más dinero y piensan que podríamos ser un mundo completamente industrializado, compuesto por humanos y especies que nos comemos.

¿Qué autores sigues por su fidelidad de crear personajes con elementos existentes en la naturaleza?

El inglés Redmond O’ Hanlon, sin duda de mis favoritos, escribe sobre los lugares más biodiversos de la Tierra en diferentes etapas. En el cine a Werner Herzog y su larga trayectoria, ahora de documentales, él entiende bien cómo entrar al corazón de las personas, por ejemplo, en Encuentros en el fin del mundo, es un documental en la Antártida que trata sobre la gente que está ahí investigando, científicos, y es increíble cómo humaniza a los personajes que hacen ciencia porque muchas veces hace falta.

Leo de todo, otros autores que disfruto son Elisa Díaz Castelo, Jorge Comensal y Oliver Sacks.

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