El escritor español Javier Peña, conocido por su podcast Grandes Infelices, un hermoso trabajo con el que nos muestra que “a veces los escritores tienen vida de novela y no siempre de las felices”, nos lleva en un emotivo recorrido por los días y las noches en las que acompañó a su padre en el hospital, mientras se acercaba a la muerte.

Después de cuatro años sin hablar con él y con una distancia que creían insalvable, lograron acercarse pese a los difíciles ritmos de la enfermedad. Tinta invisible (Blackie Books, 2024) es la manera en que Peña se despide de su padre, tras algunos años de su fallecimiento, honrando la memoria de tantas historias que le contó entonces sobre libros y lecturas, pequeñas gestas y grandes personajes, turbios conflictos y finales inimaginados. Somos Homo Narrans, nos recuerda el autor: necesitamos que nos relaten las vidas, los breves momentos en los que todo cambia, la gloria y los fracasos de otros para conocerlos y reconocernos.

Con Peña transitamos los relatos que compartió con su padre, pero también aquellos que le habría gustado contarle. ¿Qué tiene que pasar para que ocurra una gran obra? Desde anécdotas e interesantes reflexiones sobre Harper Lee, Kafka, Joyce, Woolf, Borges, Le Guin y otros cuantos, el autor despliega esa tinta invisible que nos une a quienes crearon las obras que hoy admiramos o abominamos. Al final, como Peña, también podemos reconocer que quienes amamos nos han dado las historias, como a él su padre le dio “la capacidad de escucharlas y disfrutarlas, la capacidad de crearlas”. Así entendió que está hecho de historias.

Lee también:

Crédito de imagen: Spotify
Crédito de imagen: Spotify

¿Cómo fue la experiencia de escribir y construir un libro a partir de los relatos de su padre?

Más que en ninguna cosa que haya escrito, en Tinta invisible me dejé llevar por la intuición. Porque al principio estaban solo los relatos, los temas de los que hablaba con mi padre, las historias de los escritores. Pero luego, cuando el libro estaba a medias, entró mi padre y entró mi relación con él. Supongo que era lógico que un libro que aborda las vidas que hay detrás de los libros tuviera también su parte de “vida detrás del libro”. Pero me reafirma en mi idea de que lo primero son las historias. Y que la vida detrás de las historias ayuda a completarlas, complementarlas y comprenderlas.

¿Cómo fue el trabajo de investigación de las historias que cuenta en el libro?

Es un trabajo de investigación que va en paralelo al que vengo haciendo con el podcast Grandes Infelices. En los últimos cuatro años el 90 % de mis lecturas tiene que ver con biografías y libros sobre libros, me he obsesionado con eso. Me da pena notar que ya no tengo la memoria que tenía hace veinte años, ¡porque he leído tantas historias maravillosas! Por suerte tengo casi 30 episodios de podcast y un libro en el que he ido reflejándolas para conservarlas. A veces pienso en mi trabajo como una forma de conservar las historias que me fascinan en un lugar accesible para mi memoria.

Lee también:

¿Bajo qué criterios organizó y planeó los ejes temáticos?

Cuando empecé a preparar los episodios del podcast y me sumergí en el mundo de las biografías de escritores, me di cuenta de que todos cojeaban de defectos semejantes. Daba igual que fuesen de 1980 o de 1865, que fuesen de Colombia o de Noruega. Me di cuenta de que los escritores eran personas con un ego grande pero frágil, maestros de la mentira, grandes envidiosos, sufridores impenitentes, obsesos de su trabajo, hechizados por sus personajes, derramados en sus libros, en lucha por su hueco en el mercado, deudores del azar… Digamos que los ejes temáticos surgieron solos. Y todos ellos, de una forma u otra, me apelaban directamente. Me di cuenta de que yo, estando a años luz de esos autores, sufría sus mismos síntomas de infelicidad. Como escritor, tengo la desgracia de tener un talento infinitamente menor que los grandes, pero en cambio siento que tengo su misma capacidad para los traumas, el dolor y la infelicidad.

A partir de las conversaciones con su padre en el hospital: ¿cómo ve hoy el mundo desde las lecturas, los autores y los libros que heredó?

El mundo de hoy y el de mi padre no se parecen en nada. Creo que nunca en un par de generaciones han cambiado tan rápidamente el mundo y los seres humanos. Y no lo digo por los movimientos políticos y sociales, que al fin y al cabo son cíclicos, sino por la tecnología. Yo siento que el uso del móvil ha cambiado por completo mi forma de pensar, mi capacidad para concentrarme, para memorizar. Manejo más información que nunca, pero también vivo un estrés casi permanente. En ese sentido, las historias y los libros que compartía con mi padre son un freno, un bálsamo, un retorno a un mundo más pausado, más tranquilo, más reflexivo. Y cada día necesito regresar a ese mundo más a menudo.

¿Por qué cree que es tan común la idea de que los libros pueden salvarnos? ¿Cree en ella?

Aunque pueda sonar a un coach de autoayuda, creo que somos nosotros mismos los únicos que podemos salvarnos. Entiendo que los libros son una buena forma para reconectar con nosotros y nuestra esencia. Esa esencia de emisores y receptores de historias. Creo mucho en eso como parte fundamental del ser humano. Y ahora tenemos tantos estímulos en la cabeza que estamos dejando de lado las historias por la dopamina de unos pocos segundos. Así que creo en los libros como lugar seguro. Quizás en ese lugar seguro podamos sanarnos o salvarnos, no lo sé.

¿Cómo funciona esa red de conocidos y desconocidos que se teje cuando leemos, al decir de Carmen Martín Gaite?

Supongo que es lo que yo llamo tinta invisible en mi libro. Porque la lectura une al lector con el escritor, une los anhelos y miedos y esperanzas de dos personas que tal vez habiten en dos esquinas opuestas del mundo o en siglos diferentes. Pero no solo eso, también une a los distintos lectores del mismo libro. Por eso creo que es importante que los libros se mantengan en el tiempo y puedan ser leídos por muchos lectores, para tejer y nutrir esas redes. En la actualidad, en el mundo editorial de fast food en que vivimos se publican demasiados libros y prácticamente todos desaparecen a los dos meses y así es imposible que se teja esa red. ¡Y cuánto está perdiendo el mundo y la cultura sin esa red! Creo que por esa carencia están tomando tanta relevancia los clubes de lectura. Los libros necesitan tener el metabolismo y la vida de una tortuga gigante y ahora mismo tienen la vida de un mosquito.

Casi que se nos ha impuesto la obligación de leer los clásicos. Retomando a Pierre Bayard: ¿cómo hablar de los libros que no se han leído? ¿por qué lo hacemos?

Estamos en un momento en el que es imposible estar al día en las lecturas. A mí me ha sucedido que en los últimos años casi todo lo que he leído tiene que ver con el podcast y con Tinta invisible y estoy muy rezagado con la lectura de novedades. A veces voy a una feria o un evento y me preguntan: ¿has leído tal libro? Y yo: no. ¿Y este otro? Y yo: no. Y al tercero ya dices que sí, porque van a pensar que este señor no se lee un libro jamás. ¿Cómo explicarles que me estoy leyendo dos libros sobre la historia de San Petersburgo y no la última novedad de tal autor que está de moda? Creo que es algo que nos sucede en el mundo actual: nos cuesta mucho reconocer nuestra ignorancia sobre algo y nos vemos obligados a opinar de todo. Y sucede también que cuanto más lees, más cuenta te das de lo que ignoras y lo que te queda por leer. Y eso puede ser abrumador. Así que todos tenemos nuestras técnicas para hablar de libros que debíamos haber leído y nunca lo hemos hecho (risas).

¿Cómo se conversa con la biblioteca de alguien a quien se quiere mucho? (una lectura atravesada por el afecto, esa idea de: “El libro es malo pero le gustaba a mi papá”, por ejemplo).

Supongo que el afecto cambia cómo lo percibimos todo. Igual que vemos más hermosa a una persona si la queremos, con los libros pasa lo mismo. Personalmente prefiero guiarme por el afecto que le tengo a ciertos libros e historias a dejarme llevar por categóricos como ‘esto es malo’ o ‘esto es bueno’. Los libros que le gustaban a mi padre son más especiales para mí que muchos de los del canon de Harold Bloom. Que cada uno encuentre sus libros especiales, ¿por qué debería decirle yo a nadie qué libro tiene que ser especial para él o ella?

¿Cree que se lee de otra manera cuando se es escritor?

Sin duda. Yo leo de un modo totalmente distinto. Uno deja de leer simplemente por placer y no puede parar de analizar todo como escritor, pensar cómo construyó el autor tal cosa o tal otra, y qué partes o frases o párrafos de ese libro pueden ser útiles en el futuro. Es uno de los aspectos que más echo de menos de haber pasado de ser un lector puro a ser lector-escritor: la selección y la lectura por mero placer.

Usted dice que siempre introduce las mismas dos anécdotas sobre literatura cuando charla con personas en ciertas situaciones. ¿Se podría afirmar que existe una “forma de comunicación”; propia del mundo literario? (una especie de pensar y comunicarse particular bajo esa lógica, digamos).

Yo creo que todas las profesiones y oficios tienen su forma de comunicarse. Lo que sucede es que cuando eres escritor la gente espera que siempre cuentes historias maravillosas. Entonces, está muy bien que tengas en la reserva alguna historia interesante sobre literatura y, tal vez, también alguna que desmitifique el mundo editorial. A todos nos parece increíble poder estar en una gran Feria como la de Bogotá o Madrid o Sant Jordi… hasta que estás allí y te das cuenta de que no es para tanto. Es curioso, pero yo me siento mucho más aburrido desde que soy escritor profesional… Será que gasto mis energías en contar historias en los libros o el podcast y no a mis amigos (risas).

¿Por qué cree que “las vidas de los escritores son más literarias que su propia escritura”?

Aunque parezca una paradoja creo que en esencia la vida es más literaria que la literatura. La literatura al final no es más que la vida bien contada. Pero la materia prima es la vida. De eso estoy convencido: los mejores escritores son aquellos que saben transformar sus experiencias vitales en material literario. Y ese también es el sentido del podcast Grandes Infelices. Es cierto que una obra se tiene que sostener por sí misma, pero si luego sabemos las circunstancias vitales que llevaron al autor a escribirla de ese modo, la novela es mucho más sabrosa. O al menos a mí me lo parece.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses

[Publicidad]