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Durante la revolución en Nicaragua —un escenario que creía magnífico—, Penélope creció amando y temiendo a su madre. La admiró cuando era niña; resintió su devoción insurrecta cuando llegó a la adolescencia. Hoy, dice, de esa lucha solo quedan los símbolos, la parafernalia y “un viejo dirigente convertido en tirano”. Tras el fallecimiento de Valeria en Madrid, su hija viaja a esa ciudad para reencontrarse con la memoria de aquella lucha estéril, los recuerdos del fracaso y un pasado que se levanta para hacerle escuchar sus susurros. En Un silencio lleno de murmullos (Seix Barral, 2024) la poeta y novelista centroamericana nos narra la relación, en la vida y en la muerte, de esas dos mujeres que se reencuentran entre espíritus, fotografías, cartas y muchas preguntas.
Hecha del material de las heroínas, “sobrenaturales y lejanas”, Valeria fue para Penélope una mujer cuya mezcla de pasión y desapego la hicieron “amar al pueblo pero no a las personas que tiene más cerca”. Ahora, sola en la que fue la casa en tiempos de pandemia de esa madre distante e indescifrable, la hija va abriendo cajas, cofres y misterios que le revelarán nuevas versiones de una rebelión que nunca pudo hacer suya.
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Después de leer Un silencio lleno de murmullos es casi inevitable empezar preguntándole cómo ve a su país hoy, desde afuera.
Fíjate que cuando yo salí de mi casa, volví a ver para atrás y pensé: Tal vez esta es la última vez que veo esta casa, y ahí mismo me dije: Gioconda, no estés pensando eso. En ese entonces no era tan evidente que iban a pasar estas cosas, pero es terrible lo que están haciendo. Entre todas las políticas represivas de las que poco se habla, está este exilio forzado de gente que es familiar, tal vez, de personas que fueron o han sido opositoras. Por ejemplo, a una nieta de mi hermano mayor no la dejaron entrar. Hay hijas, hijos de personas que están en Nicaragua, que son parientes de alguien de la oposición, a quienes de repente nos los dejan entrar. Para la celebración de una tía mía que estaba cumplía sus noventa años, a dos hijas que tienen años de estar en España, nos las dejaron entrar. Y bueno, ellas no vivían en Nicaragua, pero hay otros que sí viven allá. Por ejemplo, a Jaime Incer, uno de los geógrafos científicos más importantes que ha tenido Nicaragua, cuando venía de vuelta de un viaje de salud a Miami, no lo dejaron entrar y le quitaron su pensión de jubilación. ¡Hacerle eso a alguien de 92 años! Alguien que solo le ha hecho bien al país.
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… o lo que hicieron con Ernesto Cardenal.
Bueno, lo de Cardenal en la misa… Yo estaba ahí, nosotros con el féretro en la catedral. Eso fue un abuso y una profanación de su cuerpo. Metieron a una cantidad de gente a gritar, a insultar, y no se pudo dar la misa. El nuncio apostólico dijo: Por favor, déjennos seguir con la misa; fue una vulgaridad. Es un Gobierno ofensivo, arbitrario, absoluto, que cada día está tomando más poder, que quiere cambiar por completo la Constitución, pero la hace pasar como una enmienda. Hasta nombraron a Rosario Murillo como copresidenta.
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Es que, si hoy hablamos del abuso de poder en América Latina, el primer país que aparece es Venezuela, como se habló de Cuba en cierto momento, pero de Nicaragua se habla muy poco.
Yo no entiendo eso, porque es peor el abuso en Nicaragua que en Venezuela, por ejemplo. Allá la gente puede salir a la calle, pero en mi país no la dejan salir, ni siquiera a las procesiones religiosas, a los viacrucis en Semana Santa. Tienen miedo de que si la gente sale a la calle van a hacer otra vez una rebelión. Esto que te voy a decir, pocos medios lo han dicho: en 2023 una nicaragüense, Sheynnis Palacios, gana Miss Universo por primera vez en la vida, entonces todos los que siguen esos eventos salen a la calle a celebrar con banderas, a gritar… La bandera en Nicaragua está prohibida; la gente no la puede sacar porque fue el símbolo de la rebelión de 2018. Pues la Miss Universo no puede entrar a Nicaragua, y a la persona que manejaba el concurso de Miss Nicaragua tampoco la dejan regresar; le echaron preso al marido y al hijo, y luego los soltaron con la condición de que ella renunciara a la franquicia de Miss Universo. Es un nivel de agresión absolutamente injusta, arbitraria. Hay un miedo constante. La gente está aterrorizada, tiene miedo de hablar, de reunirse, de escribir en las redes sociales; no sabe cuándo le va a caer la espada de Damocles. Yo lo noto por ejemplo con una fan page que tengo en Nicaragua; cuando hago cosas y pongo mis artículos, la gente allá no comenta porque le da miedo, porque la siguen. A mucha gente le impiden entrar por algo que puso en las redes sociales. Por eso yo me siento con la obligación de hablar de lo que está pasando, del nivel de represión. Por ejemplo, este Gobierno está armando enormes contingentes de paramilitares…
… como pasó en Colombia.
Son paramilitares, policías voluntarios supuestamente, pero salen con pasamontañas. Mi teoría es que Daniel Ortega está en malas condiciones de salud, cada día más incoherente en su discurso. Su esposa, la copresidenta, tiene miedo de lo que va a pasar cuando él se muera, entonces ella está armando su propio ejército y estos paramilitares son un ejército para defenderla a ella del Ejército. Están cerrando todas las posibles alternativas.
Y sus libros, ¿están llegando allá?
No. Tienen algunos que quedan de restos de otros, pero estos no van a llegar a Nicaragua.
En este libro, como en otros de su literatura, es innegable el desencanto con la idealización política de los sesenta y setenta. Nuestros padres creyeron en la revolución de su tiempo y aquí usted nos muestra a esta hija que cuenta la lucha de su mamá —la primera que se tomó la segunda ciudad de Nicaragua— pero luego va viendo su desencanto.
Creo que la izquierda ha fallado. Yo quisiera ver un pensamiento más coherente, alternativo, y pienso que ese es el reto. Viéndolo de una manera optimista —yo soy una optimista perdida—, espero que esta embestida que está dando Trump le pueda servir a América Latina para romper la inercia y darse cuenta de que tiene que hacer un frente unido contra Estados Unidos. Como el antiimperialismo ha movido tanto la lucha en América Latina, puede que entre por ahí un deseo de posicionarse frente a ese hombre. Desafortunadamente el antiimperialismo también se ha convertido en una excusa y una mentira para lo que pasó en Nicaragua, por ejemplo. Ellos dijeron que toda esa rebelión de masas había sido causada por Estados Unidos, lo cual es totalmente falso.
Y en esta novela también es muy evidente todo este asunto de las derrotas de Daniel Ortega en las elecciones.
Yo creo que a él le dio mucho miedo que lo desplazaran por haber perdido las elecciones, que es lo lógico que podría haber pasado, porque él había sido el candidato, entonces temía que lo quitaran de ahí. Además, es una persona muy atrasada políticamente, entonces trató de mantener un pensamiento un poco democrático; no concibió cómo podía ser la oposición constructiva y ya la gente estaba cansada de la guerra, entonces hubo que romper con él, porque además empezó a callar a la gente crítica que quería cambiar las cosas. Dentro del Frente Sandinista él usó un montón de medios viles, como la difusión de mentiras, acusarnos de estar colaborando con el imperialismo… Siempre ha estado con ese cuento.
Con Un silencio lleno de murmullos usted me hizo recordar a su querido Julio Cortázar, a quien además cita varias veces en el libro. Pienso en “Casa tomada” y todo este asunto de las ausencias y los fantasmas, porque hay todo un trabajo alrededor de esa noción.
Yo pensé en crear una atmósfera mágica y de intimidad donde Penélope, la protagonista, tiene la oportunidad de relacionarse con la madre casi en directo, como que la madre está ahí. Yo creé esa atmósfera por dos razones: el libro no es absolutamente político, sino más bien sobre cómo la política se mete en la vida de las personas y crea esos vacíos, como es el caso de la relación entre Penélope y su mamá. También trata sobre la contradicción: se mete en la política, pero para la vida de la persona, en el caso de la mamá, ella encuentra el sentido de su vida en participar en la revolución y luego no puede superar la derrota. Cuando se presenta otra rebelión —y por lo que ha tenido de la revolución en su vida—, la hija se mete porque sabe que trae esa sangre rebelde de su madre. Lo que también quiere decir eso es que no basta con una rebelión, con una revolución; hay un tiempo de desarrollo de los procesos políticos e históricos, y por eso uno tiene que armarse con esa filosofía de Sísifo, de seguir empujando la roca, porque la especie humana vive bien poquito tiempo en términos históricos, entonces no podemos pensar que nuestros sueños no se van a cumplir solo porque fracasan una y otra vez. Yo creo que en la medida en que uno va empujando la roca van a ir pasando cosas. Ese es mi yo optimista.
Esta novela es un regreso a su narradora en primera persona, que le da una atmósfera y una estructura muy íntima a la historia, y transcurre, además, durante la pandemia. ¿Dónde nacieron esas decisiones?
Lo de la pandemia lo hice por dos razones: primera, porque me permitía ese ambiente de intimidad, y segunda, porque yo empecé la novela en esa época y pensaba que ese fue un momento bien interesante de la humanidad, porque nos volvimos comunidad otra vez, que es lo que hemos perdido, el sentido de lo colectivo, de lo que puede hacer la humanidad junta. Tuvimos este momento horrible, pero se hizo un esfuerzo enorme por salir de ahí, por que nos salváramos. Eso demuestra que sí podemos hacer cosas juntos; para mí eso también es una enseñanza de la pandemia. Otra enseñanza es que nos dimos cuenta cuánto significan las relaciones personales en la soledad; cuánto ese silencio se puede llenar con arte, con literatura. Cuando ya llegamos a la parte más baja del barril, lo que nos salva es el pensamiento de los demás, el arte de los demás, la literatura. Todos pasamos viendo series, leyendo libros. Me pareció que esa era una de las cosas que valía la pena recordarle a la gente.
Otro asunto muy presente es cómo se van sucediendo y heredando los dolores y tristezas en de la mamá a la hija…
… pero uno no hereda solo dolores y tristezas. Yo creo que uno hereda la consecuencia de haber tenido consecuencia en la vida, porque ser consecuente es un riesgo, y cada día nos volvemos más adversos a eso. Para cambiar la realidad necesitas arriesgarte, ¡desafiar los augurios!