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Ya no se puede jugar libremente en el jardín. El enemigo está en casa, silencioso, enterrado en el suelo. Durante casi un siglo, una planta de reciclaje de baterías en el sureste de Los Ángeles emitió sustancias tóxicas como plomo y arsénico en el aire. Las toxinas se esparcieron y cubrieron los patios de miles de hogares.
La planta se instaló en 1922 en la ciudad industrial de Vernon, que fundía el plomo de las baterías viejas de los autos para reciclarlas. El suelo que rodeaba a la extinta planta Exide Technologies quedó contaminado y ha puesto en riesgo la salud de miles de familias, principalmente latinas, de las comunidades de Boyle Heights, Huntington Park, Commerce, Maywood y Bell.
A pesar de que la planta violaba las reglas ambientales, Exide cerró hasta el 2015 después de que el Distrito de Gestión de la Calidad del Aire de la Costa Sur reveló que más de 100 mil personas que habitan en los alrededores de la fábrica tenían un mayor riesgo de padecer cáncer por las emisiones tóxicas. El cierre de la planta sólo fue el inicio de una gigantesca labor: proteger a las familias y sanar la tierra.
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Maru García es una artista y científica mexicana que radica en Los Ángeles. Desde hace tres años, lidera el proyecto Prospering backyards, donde realiza análisis de suelo, desarrolla métodos para reducir el plomo, ofrece talleres a la comunidad para concientizar sobre este problema y capacita a científicos comunitarios con el fin de que, a través del arte y la ciencia, se puedan explorar alternativas tangibles para estos habitantes.
“La gente no sabía el contenido de plomo en su tierra. Antes de formar un equipo, necesitábamos darle la oportunidad a las personas de conocer qué hay en sus propios patios. Encontramos que muchas personas viven en lugares con niveles de plomo muy altos, que superan los límites estatales. Para estas familias es un choque descubrir cómo la tierra, que es una fuente de vida, se transforma en lo opuesto, en especial porque son comunidades que tienden a vincularse con la tierra”, explica Maru García, quien tiene una maestría en Diseño y Artes de Medios por la UCLA y una maestría en Biotecnología por el Tecnológico de Monterrey.
A través de la galería Self Help Graphics & Art, este proyecto fue seleccionado para recibir una subvención de la Fundación Getty y participar en el Pacific Standard Time (PST), uno de los mayores eventos artísticos de Estados Unidos y que convoca a una amplia gama de instituciones culturales y científicas del sur de California.
La exposición Sinks: Places we call home, bajo la curaduría de Marvella Muro para el PST, examinará desde el trabajo de Maru y Beatriz Jaramillo cómo las comunidades que tradicionalmente han sido marginadas a menudo también terminan como zonas de residuos industriales, prácticas de desigualdad ambiental que se llegan a trazar desde grandes compañías en complicidad de las autoridades: vidas que son trastocadas por la contaminación.
Beatriz Jaramillo, artista colombiana que desde 2001 radica en Estados Unidos, se ha enfocado a retratar el daño de la contaminación por petróleo en la comunidad de Willowbrook, también al sur de Los Ángeles. Una historia local plagada de continuos errores. Entre 1926 y 1964 funcionó como una instalación de almacenamiento de petróleo, conocido como Athens Tank Farm que operaba la empresa ExxonMobile. Sólo nueve años después, una parte de la propiedad se ocupó como un proyecto inmobiliario impulsado por el gobierno para que familias afroamericanas accedieran a una propiedad. A la zona se le llamó Ujima Village, pero con el paso del tiempo los habitantes comenzaron a presentar condiciones adversas en su salud, incluso se registraron decenas de muertes. Fue hasta 1990 que el condado de Los Ángeles realizó pruebas y descubrió que el terreno seguía contaminado por las actividades petroleras. El complejo fue demolido, hoy es una zona recreativa: el Magic Johnson Park.
“El complejo industrial tenía la capacidad de almacenar 1.8 millones de barriles de petróleo; el suelo no era lo único contaminado, también el agua y el aire. Tuvimos la oportunidad de platicar con algunos residentes, pero fue un proceso difícil, cuando finalmente les informaron que tenían que demoler el complejo les dijeron que era porque el desarrollo tenía materiales defectuosos, nunca reconocieron que a raíz de la contaminación los pobladores se estaban enfermando. Lo que queremos en el Pacific Standard Time es invitar a las personas a reflexionar sobre lo qué pasó. El arte tiene el poder de comunicar estas problemáticas de forma más asequible”, explica Jaramillo, quien también es educadora de arte y se ha desempeñado como artista docente para ArtworxLA.
Las herramientas de la ciencia
Maru García se asoció con el Departamento de Ciencias Minerales del Museo de Historia Natural de Los Ángeles para desarrollar métodos naturales y fáciles de utilizar que puedan contener el plomo del suelo y así reducir la exposición de los habitantes. “Estamos trabajando con zeolita, un mineral poroso que es muy absorbente. Este mineral tiene una estructura molecular parecida a la de una esponja, con unos hoyos que pueden atrapar los átomos del plomo”, explica García, quien colabora con Aaron Celestian, jefe de este departamento del Museo de Historia.
Más de 10 mil propiedades habitacionales están afectadas por la planta recicladora de Exide, de acuerdo con un censo del Departamento de Sustancias Tóxicas. Las autoridades han invertido más de 750 millones de dólares en un proyecto de remediación, la limpieza ambiental más grande y costosa de California, pero no han logrado cumplir sus objetivos. El periódico Los Angeles Times documentó que seis años después de que arrancara esta misión, el suelo de propiedades que supuestamente fueron rehabilitadas, aún presentaban altas concentraciones de plomo.
“Con nuestros científicos comunitarios hemos encontrado niveles de plomo elevados en la zona de Vernon: el límite en la ciudad es de 80 partes por millón y el nivel nacional es de 400 partes por millón, pero hemos visto lugares donde hay hasta mil partes por millón. A partir de los 800 ya se considera como desechos tóxicos, esa tierra ya debería tratarse como desecho”, cuenta Maru.
A través de una serie de fotografías áreas, Beatriz Jaramillo documentó la transformación del entorno en Willowbrook, esos espacios que transfiguró la contaminación. Además, junto a un amplío trabajo comunitario elaboró un jardín vertical: “Una invitación para recordar que somos naturaleza en forma humana”, explica.
“¿A quiénes se les pasa esta factura? A las poblaciones con menos capacidad de asumir esta responsabilidad porque han sido discriminadas. La ciencia nos ha estado informando desde hace muchos años sobre los efectos del cambio climático, desafortunadamente no hemos querido ver de frente el problema por eso el valor del arte está en acercarnos a temas que nos es complicado voltear a ver”, afirma Beatriz.
“Bien podría hablarse de racismo ambiental, las comunidades de mayor poder adquisitivo no permitirían que estos problemas sucedieran en sus patios. Empresas contaminantes, empresas recicladoras como estas, nunca van a estar en comunidades de altos ingresos porque ellos tienen la capacidad de quejarse, pero las comunidades más vulnerables ni siquiera están pensando en estas situaciones porque no tienen otro lugar donde vivir, no tienen otra opción, no hay forma de que ellos se quejen o de que si se quejan sean escuchados”, cuenta Maru.
Sinks: Places we call home se exhibirá a partir del 21 de septiembre en el marco del Pacific Standard Time. El trabajo artístico de Maru García y Beatriz Jaramillo, integrado por instalaciones, videos, fotografías, es una ventana para ampliar nuestro conocimiento y no repetir los errores del pasado.
“Ya no nos es raro escuchar que hay incendios, sequías, derrames de petróleos, nuestras conciencias se han apagado ante tanta mala noticia, para mí el arte y la ciencia tienen el poder de la acción, de generar espacios donde la gente pueda empoderarse y actuar para solucionar problemas”, resalta Maru García.
Getty, iniciativa
Esta será la tercera edición del Pacific Standard Time, bajo el lema “Art & Science Collide”. A través de más de 17 millones de dólares en subvenciones de la Fundación Getty se presentarán más de 60 exposiciones que van desde la biotecnología, la inteligencia artificial, la agricultura sostenible hasta la justicia ambiental.
“Las exposiciones de esta nueva edición de PST ART atraviesan con audacia los límites de lo esperado y suscitan un cambio fundamental en el modo en que concebimos las posibilidades del arte y la ciencia. Las preguntas que plantean las más de 50 organizaciones participantes en sus exposiciones son cruciales para nuestro futuro”, declara Joan Weinstein, directora de la Fundación Getty, en un comunicado de prensa.
A partir del 15 de septiembre hasta el 16 de febrero de 2025, el PST cobijará a más de 818 artistas en diversas exhibiciones que representan desde las más pequeñas hasta las más destacadas instituciones culturales, educativas y científicas, desde San Diego hasta Palm Springs habrá una fiesta de arte.