Ante el entorno competitivo de la inteligencia artificial, generado por potencias de la categoría de Perplexity, Microsoft y Anthropic – todas con la misión de expandir y disputarse porcentajes de mercado entre sí, el 21 de octubre de este año OpenAI anuncia ChatGPT Atlas: un navegador web con una apariencia estética y una experiencia de usuario similar a Google Chrome. Sin embargo, este navegador sería desarrollado alrededor de la inteligencia artificial generativa, al igual que Comet, un competidor directo lanzado el 9 de julio por Perplexity. Y, al igual que el navegador de su rival, el nuevo producto de OpenAI ofrece una variedad extensa de funciones, entre ellas la generación de resúmenes instantáneos de páginas web y la creación de agentes de IA capaces de ejecutar tareas tanto académicas como rutinarias de forma autónoma; por ejemplo, hacer una reservación en un restaurante o comprar un pasaje de avión.
Junto con el lanzamiento del navegador, OpenAI refuerza una vez más la narrativa de “ChatGPT será el reemplazo de Google”, originada a inicios de diciembre de 2022 por analistas y medios tecnológicos —apenas un mes después del lanzamiento de ChatGPT—, basada en la idea de que Google carece de capacidad innovadora. Un ejemplo de esta narrativa siendo promovida, sería el de Paul Buchheit, creador de Gmail, quien publicó en su cuenta de Twitter (ahora nombrado X) el 1 de diciembre de 2022: “Google podría estar a solo uno o dos años de una disrupción total. La IA eliminará la página de resultados del buscador”. Esta narrativa, en cierto modo, es similar a la que Apple promovió en 1984 durante el Super Bowl, donde posicionó la llegada de la Macintosh, su primera computadora personal, como una ruptura ante la conformidad tecnológica impulsada por IBM, empresa reconocida por ser la primera en producir computadoras a escala.
Lee también: María Zambrano y otros poetas. Una mujer y lo divino Sin embargo, Google, a pesar de la presión ejercida por el público y los medios, se mantiene en un estado asertivo ante el lanzamiento acelerado de productos de IA generativa. En lugar de liderar la publicidad de herramientas como la generación de contenido audiovisual a partir de texto, terminó siendo la empresa que más retrasó su respuesta ante estos lanzamientos por parte de sus competidores. Así que, siendo Google una de las grandes potencias tecnológicas del mundo, ¿por qué se mantiene en un estado de aparente neutralidad ante la aceleración impuesta por la IA generativa? Para entenderlo, primero es necesario responder a la pregunta: ¿qué es Google y cuál es su historia? En 1995 Larry Page y Sergey Brin, estudiantes de Stanford, concibieron un método para clasificar páginas web según sus enlaces entrantes, partiendo de la premisa de que cada enlace funciona como un voto de confianza de un sitio a otro, es decir, cuantos más votos recibía una página, más importante se consideraba. Y así, como parte del Proyecto de Biblioteca Digital de Stanford —cuyo objetivo era construir tecnologías para una biblioteca digital universal— desarrollaron PageRank, un algoritmo financiado por la Fundación Nacional de Ciencia de los Estados Unidos. Este algoritmo calculaba la relevancia de una página considerando la cantidad y calidad de los enlaces que recibía. En su fase inicial crearon el buscador experimental BackRub, que incorporaba dicho algoritmo para continuar su desarrollo mediante el rastreo web y la construcción de un índice. A partir de 1997, comprobada la eficacia del algoritmo, Page y Brin registraron el dominio “Google.com” y, a finales de 1998, decidieron competir comercialmente con buscadores establecidos en ese momento, como Yahoo!. Bajo su misión de “organizar toda la información del mundo”, Google enfatizó una interfaz amigable, carga rápida y resultados relevantes, cualidades que le ganaron una base global de usuarios leales. En el año 2000, la compañía dio un paso hacia su expansión internacional al lanzar su buscador en diez idiomas adicionales al inglés. Ese mismo año introdujo AdWords, un servicio de publicidad mediante enlaces patrocinados asociados a búsquedas. Estas innovaciones transformarían a Google de un simple buscador en una potencia publicitaria, generando más del 57 % de sus ingresos debido a ese modelo de negocio. Así, entendiendo a Google como el creador de una tecnología financiada inicialmente por el gobierno y desarrollada a finales del dotcom boom —un periodo de rápido crecimiento e inversión especulativa en empresas de internet— y comercializada agresivamente durante el estallido de la burbuja que se generó durante el dotcom boom, se vuelve evidente por qué la empresa se mantiene al margen de los lanzamientos precipitados en IA generativa. Contrario a la narrativa creada en su contra, no se trata de una falta de capacidad tecnológica, sino de óptica. A diferencia de startups como OpenAI que, debido a su etapa temprana como empresa y la urgencia que se crea por ello, pueden permitirse lanzar productos sin estar completamente desarrollados. Lee también:Ramírez-Suárez y la pasión loroncológica, por Jorge Ayala Blanco Un ejemplo: en febrero de 2022 Google lanzó un modelo de generación de imágenes en respuesta reactiva al de OpenAI y empresas similares de IA generativa, pero fue duramente criticado cuando un usuario, intentando generar una imagen de los padres fundadores de Estados Unidos, obtuvo representaciones afroamericanas sin haberlo solicitado. Usuarios y medios catalogaron a Google como “woke”, atribuyéndole un sesgo ideológico. Sundar Pichai, el CEO de la compañía, tuvo que aparecer ante la prensa para aclarar el asunto. En contraste, OpenAI afronta demandas y críticas constantes por sucesos como: “ChatGPT fomentó los pensamientos suicidas de Adam Raine” (The Guardian); y, aun así, la respuesta del CEO de OpenAI ante estos eventos y la regulación de su plataforma ha sido mínima. Sin embargo, el acontecimiento del sesgo ideológico no puede leerse como un síntoma de falta de innovación, sino como la confirmación del estilo operativo de Google: avanzar únicamente cuando comprende con precisión el terreno que pisa. Por ejemplo, mientras sus competidores se apresuraban a presentar generadores de imágenes y video que todavía mostraban fallas visibles, Google decidió no entrar a una carrera diseñada para exhibir errores. Observó y midió. Esperó a que el mercado evidenciara por sí solo las limitaciones técnicas y narrativas de los modelos rivales. Y una vez que el ruido inicial se disipó, lanzó Nano Banana y Veo 3, dos modelos que no solo superaron a las herramientas de generación de imágenes y videos existentes, sino que redefinieron el estándar de calidad en la IA generativa. Este patrón revela algo fundamental: Google no carece de innovación; simplemente se niega a poner su reputación en manos de la improvisación y prefiere utilizar a la competencia como indicador del riesgo antes de desplegar su propia infraestructura de IA. Aquí se revelan dos enfoques totalmente distintos. El éxito y la enorme recolección de datos lograda por Google ha sido posible gracias a la confianza construida con sus usuarios a través de su primer producto: el buscador web. Por esa razón, antes de lanzar cualquier herramienta, deben asegurarse no solo de su compatibilidad con todo su ecosistema, sino, sobre todo, de que no afecte a la marca ni ponga en riesgo la confianza que llevan décadas construyendo, con individuos e instituciones. Por otro lado, el enfoque de empresas de la misma categoría de OpenAI es la generación continua de datos mediante la interacción constante de los usuarios con sus productos, estén terminados o no, ya que no solo enfrentan una desventaja sobre la cantidad de datos recolectados en comparación con Google, sino que uno de los mayores retos que enfrentan es el entrenamiento de sus modelos en un contexto de escasez de datos de alta calidad recolectados de la web, fundamentales para la existencia de OpenAI. [Publicidad]Noticias según tus intereses
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