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En la canción “Nostalgia de Palmeras”, del disco Mi vida es cantar (1998)—uno de los últimos en la inmensa discografía de Celia Cruz, que incluye también su famosísimo “La vida es un carnaval”— oímos la voz por un momento entrecortada de la cantante (de 73 años en ese entonces) expresar la añoranza y el deseo de volver a la tierra natal:

Siento la nostalgia de mi tierra

De una manera intensa

De una manera eterna

En cierto momento, la voz poética llega a la siguiente conclusión desoladora: “siempre seré extranjera”. Tal constatación tan definitoria, sin embargo, no aparece sola, sino que viene atenuada en cierta y contradictoria medida por una promesa de retorno: “hasta el día que yo vuelva”.

No obstante, en la vida real, Celia Cruz, desde aquel lejano 1960 que salió de Cuba (con 33 años) para cumplir una más de sus ya habituales presentaciones en el extranjero, nunca más pudo regresar. No lo hizo ni siquiera cuando murió su madre, un par de años después de su partida, víctima de cáncer. Esto a razón de que el gobierno revolucionario de Fidel Castro le denegó el permiso de entrada.

La vez que estuvo más cerca de su Habana natal durante los 43 años que duró su desenraizamiento forzado fue cuando en 2002 aceptó una invitación para visitar Guantánamo, bahía dominada por EUA desde 1903 y utilizada como base naval y, más recientemente, como siniestra prisión militar. Estando ahí, en ese extremo de la isla que podrá no ser cubana de facto pero, al fin de cuentas, no deja de ser Cuba, Celia besó el suelo. Del mismo agarró un puño de tierra y lo conservó consigo —aquel pedacito de Cuba (por si las dudas) lo tomó del lado oficialmente cubano, para lo cual tuvo que acercarse y meter la mano entre la reja que divide la jurisdicción de ambos gobiernos)—. Acto seguido, dio la instrucción a su esposo de que cuando muriera, colocaran esa tierra sobre su ataúd, lo cual ocurrió un año después cuando el cáncer de mama que la aquejaba hizo metástasis en el cerebro.

En la foto aparecen Celia Cruz y Ollita, su madre, de quien tendría que apartarse./ DEL LIBRO CELIA EN CUBA (1925-1962)
En la foto aparecen Celia Cruz y Ollita, su madre, de quien tendría que apartarse./ DEL LIBRO CELIA EN CUBA (1925-1962)

Este trágico relato de exilio, tan común para tantos —sobre todo cuando hablamos de miembros de comunidades sistemáticamente marginadas como los afrodescendientes americanos aún hoy racializados cuyos ancestros sufrieron los horrores del comercio de esclavos — viene a cuento por la reciente publicación del libro Celia en Cuba (1925-1962). La autora es Rosa Marquetti, quien, aunque es licenciada en filología por la Universidad de la Habana, se ha especializado mayoritariamente en la investigación musical, sobre la cual habría comenzado a trabajar en 1993 como integrante activa de la fundación Pablo Milanés (la primera iniciativa institucional no gubernamental afrodescendiente en la cultura cubana). A partir de entonces ha tenido un amplio recorrido profesional que abarca la pesquisa sobre la industria de discos, incluyendo la propiedad intelectual y la producción de los mismos. En su mayoría, sus investigaciones centran músicos que estuvieron activos a lo largo del siglo XX, lo que le ha permitido dar asesoría y supervisión en más de 15 filmes y documentales biográficos, así como hacer curaduría de colecciones y archivos relacionados a la música cubana y latino americana. Rosa Marquetti, además, ha dado conferencias y publicado textos en revistas especializadas de España, Francia y Estados Unidos, y es autora de los libros Desmemoriados. Historias de la música cubana (2016), Chano Pozo: la vida (1915-1948) (2018), El niño con su trés, Andrés Echeverria Callava, Niño Rivera (2019), llevando, adicionalmente, un blog virtual llamado Desmemoriados, que es una joya para los amantes de la historia de la música.

No es de extrañar, entonces, que una personalidad prominente como ella (a quien hasta un autor del renombre de Silvio Rodriguez le reconoce y alaba su trabajo de rescate musical), nos entregue ahora esta biografía tan detallada (aunque parcial, pues abarca solo hasta los primeros años de exilio) de Celia Cruz, la Cubana más universal, como gusta de llamarla por ser, junto a Martí y a Fidel, uno de los primeros nombres que vienen a la mente de cualquier persona si se trata de mencionar cubanos mundialmente célebres.

Y es que, aunque existen varios trabajos que abordan la vida de la que también fue llamada la “Reina de la salsa” y la “Guarachera de Cuba” (como por ejemplo una serie televisiva, una biografía escrita por Eduardo Marceles, una autobiografía, etc) no hay ninguno que posea la mirada de Marquetti sobre el asunto.

¿Cuál es la peculiaridad de tu libro sobre Celia Cruz frente a otros documentos que hay sobre ella ?

A diferencia de otros trabajos sobre Celia, yo estoy tratando de retratarla lo más real posible (sin ficciones), desde la perspectiva de una investigadora que nunca la conoció en persona pero que pasó la niñez y la juventud acompañada del enigma alegre y jacarandoso que ella representa. Hasta este momento ningún investigador cubano, sea musicólogo o musicógrafo, ha abordado su vida. Yo soy cubana, soy mujer, soy negra, igual que ella, y mi mirada necesariamente tiene que ser diferente a la de los biógrafos anteriores. En este libro trato de guiar a los lectores hacia hechos por otros omitidos, como la aproximación que Celia hace mediante su vida y obra al tema de la racialidad o el feminismo no activista que profesó a través de sus acciones y de algunas canciones icónicas. A su vez, este libro trata de demostrar la gran equivocación y la gran injusticia que se ha cometido en Cuba contra Celia al no reconocer su legado ( omitiendo su importancia a nivel institucional y premiando a artistas que no han contribuido a otra cosa que no sea alabar al gobierno) o, inclusive, al censurar ya no digamos sus canciones sino la sola mención de su nombre en los medios de comunicación. Los que deciden en nuestro país se han ensañado contra ella y en ese no perdón hay una carga de racismo y clasismo importante. No puede ser que la filiación a un gobierno sea el parámetro para medir la calidad de un artista. Algo se tiene que hacer contra eso y creo que yo, mujer negra cubana, he hecho mi parte: Escribir sobre su exitosa actuación en el propio país, misma que fue el preludio de lo que sería su gran historia en el mundo.

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En Celia en Cuba, Rosa Marquetti señala que a la “Reina del Mambo”, después de su viaje a México el 15 de julio de 1960, nunca más le permitieron regresar. Cuenta que, en medio de su ya ajetreadísima agenda internacional, “las despedidas habrían sido las de siempre”, pues el hecho de que no volvería no fue algo que supiera con antelación, siendo que aquella prohibición solo vino a materializarse algún tiempo después de su partida con la radicalización política promovida por el gobierno revolucionario. El 5 de septiembre de 1961 Fidel declaraba en su discurso de clausura del Congreso Nacional de Alfabetización: “El que en esas circunstancias abandone hoy a su enfermo [se refiere aquí a Cuba], ese es un miserable, a ese no le debemos dar chance nunca más de volver a este país”, esclareciendo así la posición del gobierno cubano frente a los que “abandonaran” la patria , a quienes se les consideraba desertores. Tal posición se oficializó en diciembre de ese mismo año mediante la ley 989, denominada “Medidas a tomar sobre los muebles o inmuebles, o de cualquier otra clase de valores de quienes abandonen con imperdonable desdén el territorio nacional”. Por abandonar la patria, en este contexto, se entendía, por ejemplo, demorarse en el extranjero más días de los consignados en el pasaporte. Fue esta la situación por la que pasó no solo Celia Cruz sino muchísimos músicos cubanos que, desde antes de la llegada de Fidel, poseían ya una jugosa fuente de empleo en el extranjero que no estaban dispuestos a tirar por la borda. Una vez rotas la relaciones diplomáticas entre la isla y Estados Unidos y frente al cierre de las embajadas cubanas en la mayoría de los países aliados a los Yankees, una buena cantidad de músicos quedaron atrapados en un limbo migratorio. México, uno de los pocos países que no rompió relaciones con Cuba, reconociendo (y respaldando así) al gobierno de Fidel, se tornó el único lugar en América con una embajada cubana activa en la que los músicos ( y los migrantes cubanos en general) podían realizar trámites. Incluso aquí, como cuenta Marquetti, los cubanos fueron tratados con desdén por el gobierno de López Mateos (en cierta medida simpatizante de la revolución), que los consideró peyorativamente como quedados, dejando a muchos en una especie de limbo legal y político y dificultando su integración social.

Esta sería la primera vez que los músicos cubanos, trashumantes e inquietos desde la formación de Cuba, vivieron la decisión de probar suerte en otros países como algo dramáticamente irreversible. Fue la primera vez en que su libre albedrío, su derecho a decidir donde vivir o donde trabajar fue tajantemente vetado. Esta imposibilidad cimbró hondo en el gremio, más aún que la ya acostumbrada precariedad que desde tiempos atávicos, previos a la revolución, había acompañado el desempeño de su profesión. Convendría puntualizar en este sentido que, como cuenta Marquetti, antes de la llegada de Fidel (durante el gobierno de Batista e incluso antes de este), Cuba estuvo lejos de ser un paraíso laboral para los que se dedicaban a la música, menos aún para las mujeres afrodescendientes como Celia. Si bien hubo desde principios del siglo XX una acelerado desarrollo y proliferación de modernos medios de comunicación como el radio y la TV que vinieron a actuar en paralelo y, eventualmente, casi a sustituir a otros más antiguos (hoy comercialmente ya muy reducidos o extintos como el teatro de revista y el circo), lo que significó la consolidación de una industria generadora de empleos para los músicos, las vagas disponibles en este contexto estaban mayoritariamente destinadas a blancos. Además, el cabaret (uno de los formatos más importantes en la época para la divulgación de canciones, mismo que permitió a Celia un temprano éxito) estuvo en el periodo de Batista subordinado al negocio del juego, el cual controlaba la mafia italoamericana, con el visto bueno de los altos mandos en el país.

¿Qué gestos de reivindicación racial y feminista tuvo Celia durante su etapa formativa en Cuba?

Conviene ubicar que aquellos no eran tiempos de activismo tal como hoy conocemos y enfocamos dicho término. La manera en que se daba la lucha contra las discriminaciones o la reivindicación de una racialidad, posee diferencias sustanciales a la manera en que se da hoy. Yo soy misma, soy una mujer afrocubana y la manera en que me educaron la imagino muy parecida a como educaron a Celia, salvando las distancias. Teníamos conciencia de quienes éramos, nuestros padres nos hacían tener esa conciencia y nos hacían, sobre todo, prepararnos para ser aceptados por la sociedad. Eran tiempos donde, de alguna manera,se asumía el lugar que se tenía en la sociedad y se intentaba que la sociedad te aceptara. Nos decían: hagas lo que hagas siempre intenta hacerlo bien, destacarte en ello, incluso si te dedicas a barrer la calle. Celia tuvo que luchar en un medio muy hostil no solo por lo racial, sino también por la sociedad patriarcal y machista imperante. Como arma frente a esos obstáculos, Celia tenía su talento que era tanto y estaba tan a la vista que era imposible ignorarlo, incluso en un medio como la industria musical en el que los espacios para los afrodescendientes estaban limitados. Por otro lado, no te creas que había muchas mujeres guaracheras en aquella época, pues la guaracha era un género predominante masculino. Lo que conlleva decir que ya el mero hecho de ganar el apodo de la Guarachera Celia significaba en sí la prueba misma de la reivindicación femenina que ella logró.

Cuando escuchas las primeras grabaciones radiales que se han logrado conservar de Celia, te das cuenta que ella está imitando interpretativamente a los hombres que eran los grandes guaracheros y soneros en esa época. Después lo cambia, feminiza todo eso y crea su propio estilo de cantar. Entonces, aunque el tema racial o de género rara vez se hablara abiertamente en aquella época, este tipo de pequeños gestos y el propio éxito descomunal de la cantante fueron significativos y reivindicativos en ese sentido.

De los pocos episodios que remiten de forma más explícita al tema racial durante la etapa de Celia en Cuba, vale mencionar su participación en la publicidad. Siendo su persona, como lo era, extremadamente popular (y su voz, por ende, absolutamente fácil de identificar) resultaba lógico que las marcas de cerveza y café, la solicitaran para grabar spots publicitarios. Sin embargo, inicialmente estos usaban solamente su voz y no su imagen (sobreponiendo a la primera la actuación de otra mujer, en este caso blanca, siendo este el patrón de la publicidad en estas áreas. Las mujeres negras, por su parte, estaban confinadas únicamente a la publicidad de la llamada soft industry, es decir, la de la industria de los jabones, detergentes, etc. Y es que se suponía que era eso lo que le correspondía a la mujer negra en su calidad de empleada doméstica por antonomasia, era una cosa muy terrible.

Celia rompe con eso, pero no es que ella protestara directamente contra dicha situación. ¡Fue el propio público el que protestó! No aceptó que estuviera su voz y que la imagen fuera otra. Ella lo cuenta, es la única referencia que yo en mi investigación encontré de Celia hablando del tema racial.

También está la grabación por parte de Celia de la canción "Quédate negra" de autoría de Facundo Rivero, que mencionas en tu libro.

Exacto, pero fíjate, cuando Celia empieza en la publicidad ya están corriendo los años 50s, casi la segunda mitad, pero "Quédate negra", ella la graba en el 48, con 23 años y nunca más la vuelve a grabar. Cuando la descubrí en mi investigación pensé, por el título, que se trataba de una canción en la que un hombre está diciéndole a la muchacha: quédate, no te vayas. Quédate, negra. No. Más bien lo que dice es: quédate así, quédate como estás.

Pasa y pasa peine y pelo no enderezá

Unta y unta polvo y cara no blanqueá,

¿pa' que engaña' a la gente?

Quédate negra como tá'

Esto es de una importancia tremenda. Yo lo conversaba con una amiga que estudia el tema de la imagen de la mujer afrocubana y nosotros no encontramos un antecedente de una canción que reivindique la belleza negra de esa manera. Es decir, que contraponga el estándar de la belleza patriarcal blanca a la a la belleza de la mujer afrocubana. También te quiero decir algo: Yo no creo que ella tuviera una conciencia reivindicativa muy estudiada, ni remotamente. Desde la mirada de hoy estas cosas tienden a encasillarse, pero la grabación de "Quédate negra", si bien representar una reivindicación por la racialidad, no te puedo asegurar que haya sido consciente porque no tengo ninguna evidencia, salvo su actitud al grabarla.

En el otro extremo de esta temática mencionas también la participación de Celia como protagonista de la novela mexicana El alma no tiene color.

Claro, esa novela la hizo ya en los años 90. Pero fíjate que, a diferencia de lo que representa "Quédate negra", El alma no tiene color es una novela que encasilla a Celia en el rol usual dado a las mujeres racializadas, un papel folclorizante que alude casi siempre superficialmente a clichés del ámbito afro como el de la santería, etcétera.

Cuando uno revisa documentos de la época tales como los kinescopios que han quedado de la televisión cubana es común ver mujeres negras y hombres negros, lo que pudiera dar la impresión de que en Cuba no había racismo. Por su puesto que había racismo, lo que pasa es que la cubana era una sociedad que trataba de cuidar determinadas formas. Además, como es el caso de Celia, había muchos hombres y mujeres negros, actores, cantantes, músicos cuyo talento no podía ser obviados porque eran demasiado buenos, demasiado eficientes en lo que hacían. Y, en ese sentido, Cuba en aquella época estaba quizás mucho más avanzada que, por ejemplo, los estados americanos del sur.

¿Qué gestos son representativos de la reivindicación de género sin activismo que Celia profesó?

Sobre eso es significativo en sí mismo el gran éxito que alcanzó y que mantuvo hasta su muerte (y que hoy sigue vigente como lo demuestran sus millones de oyentes mensuales en plataformas). Por su parte, Celia también grabó a muchísimas mujeres compositoras, lo que representó un impulso a sus carreras. Además, hay una canción grabada por ella que puede verse como una reivindicación de género. Me refiero a "La sopa en botella", misma que ella graba en Cuba y que vuelve a grabar después en Nueva York.

Es posiblemente el texto más duro que pueda haber en cuanto a la decisión de una mujer de rebelarse ante el ante el chulo. El chulo en Cuba era el hombre que no quería trabajar y ponía a trabajar a la mujer. Y esa canción es respuesta a una anterior, un guaguancó llamado "El vivebien". No les daré más spoilers, en el libro está la letra.

¿En qué libro estás trabajando ahora?

Acabo de terminar de escribir la segunda parte en la continuidad de Celia en Cuba. Sin embargo, este último es absolutamente imprescindible para poder entender a cabalidad quién es Celia Cruz.

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