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Tras nuestros buenos fajazos de tequila, mi amigo y yo salimos de la cantina El Tío Pepe. Doblamos las puertas abatibles por el lado que da a la calle de Dolores y de inmediato dos vastos y marmóreos Leones de Fu aparecen ante nosotros. Son los guardianes que custodian la entrada al Barrio Chino de la ciudad. Un barrio minúsculo, de una sola calle, con dos ansiosos y misteriosos callejones transversales; un barrio con mucha historia en su haber. Dolores debe su nombre –de acuerdo con el célebre cronista José María Marroqui (sin acento en la i)– a la extinta capilla de la Santísima Virgen de los Dolores, que estuvo en esta rúa hasta 1860. Al cruzar el ilusorio umbral protegido por la pétrea pareja de felinos orientales, le hago notar a mi amigo la presencia de una vetusta cantina: La Mascota (contigua a El Tío Pepe).
La Mascota de Dolores fue fundada alrededor de la década de 1920. Infaustamente ha perdido parte del encanto y vocación de auténtica cantina y, aunque conserva buena parte de su mobiliario, ahora opera como restaurante familiar. Así que nos la podemos ahorrar. No obstante, en 1955, el escritor, periodista, guionista y director de cine Luis Spota –nuestro Stephen King, dada su prolijidad– eligió La Mascota como locación para una escena de su película Amor en cuatro tiempos. En la toma se puede apreciar a Adalberto Martínez “Resortes” entrar a La Mascota.
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Pues bien, echamos a andar por Dolores, hacia el sur. Nuestro destino es La Reforma, que está en la esquina con Ayuntamiento. Mientras caminamos bajo un falso plafón de linternas chinas, aprovecho para señalarle a mi amigo los intrigantes callejones del antiguamente llamado Barrio Oriental. El primero –ahora secreto– llevó el nombre de Salsipuedes (debido a su desmesurada estrechez) y actualmente se encuentra vedado mediante una horrenda puerta metálica. Ese callejón fue locación de otra película: Un rincón cerca del cielo (1952). En ella el angosto callejón era la entrada (custodiada por don Tenen, interpretado por Arturo Soto Rangel) al humilde departamento de la pareja caída en desgracia Margarita (Marga López) y Pedro (Pedro Infante). Me gusta imaginar que al final de este callejón –que si se mira con atención aún puede reconocerse– alguna vez existió una escalera que conducían a un rincón cerca del cielo.
Seguimos caminando y metros más adelante nos encontramos con el otro callejón de la “Barriada de Dolores” –este sí abierto, aunque sin salida–, antes conocido como De las Damas, pues en él cundían prostíbulos y astrosos lupanares frecuentados por toda suerte de fauna sublunar. Además, ese callejón fue el epicentro del narcotráfico en México durante la primera mitad del siglo XX, particularmente del trasiego de opio que los chinos producían (amapola) en Sinaloa, transportaban –vía Guadalajara– a la Ciudad de México, resguardaban en este barrio, y posteriormente lo enviaban a Estados Unidos por Nuevo Laredo. Hasta que, en la década de 1940, agentes corruptos de la policía mexicana antinarcóticos, que debían combatir el narcotráfico, poco a poco se apoderaron del lucrativo mercado acaparado por los chinos. Y el resto de esta historia, lastimosamente, todos la conocemos.
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Aquí cabe recordar la ya mencionada novela Yonqui, del escritor beat William Burroughs, pues en ella narra sus andanzas por este barrio –incluyendo su visita a El Tío Pepe– en busca de fumadores clandestinos de opio, que generalmente se hallaban en la planta alta de algunos edificios de este callejón, ocultos bajo la fachada de supuestos restaurantes de Chop Suey.
En este callejón, que ahora se conoce como de Dolores, también se filmaron las películas Distinto amanecer (1943) –protagonizada por Andrea Palma y Pedro Armendáriz, con diálogos de Xavier Villaurrutia–; y Cayó de la Gloria el diablo (1972), con Ignacio López Tarso y Evita Muñoz “Chachita”. Esta última cinta, por cierto, comienza con la música de “Estrellita”, de Manuel M. Ponce –el compositor mexicano más reconocido en el mundo–, quien fue buen parroquiano de la cantina La Reforma, hacia donde ahora mismo nos dirigimos.
Mi amigo y yo llegamos al cruce de la calle Dolores –que ahora es completamente peatonal, pero por donde hasta la década de 1930 pasaba el tranvía– y Articulo 123 (que antes se llamó Callejón de los rebeldes). Justo ahí concluye el diminuto Barrio Chino. Seguimos adelante, sobre Dolores, y a la mitad de la cuadra (más o menos en el número 40) le muestro a mi amigo un lúgubre edificio, que ahora expende lámparas, donde hasta 2004 (o 2005) estuvo el legendario Salón Orizaba, una cervecería de agobiantes aromas –apodada por sus bebensales como el Horrizaba o simplemente La Apestosa–, atendida por amplias damas de compañía. Sus telarañas eran intocables y su caldo de camarón el más fétido, tibio y desabrido. Escritores como Parménides García Saldaña, Carlos Martínez Rentería o Humberto Musacchio (viejos lobos de bar) se corrían sus buenas juergas en este tugurio. Dice el anecdotario que el lacrimoso y anodino Manuel Camacho Solís solía beber –y llorar– en este congal desde que se enteró que no sería “corcholata” a la presidencia de la República.
Más adelante llegamos a la esquina de Victoria y Dolores (a esta altura antes calle Puente del Santísimo). Ahí –le comento a mi amigo– estuvo la histórica cantina La Ametralladora, que dejó de existir en 1985, cuando parte del edificio que la albergaba se vino abajo a causa del sismo. Continuamos nuestro andar y una cuadra más adelante, en Ayuntamiento, al fin llegamos a La Reforma.
La Reforma fue el título favorito de varias cantinas desde finales del siglo XIX. Así que hubo (y hay) varias con ese mismo nombre. En la calle Nemesio Morales número 2, en la Peralvillo, sobrevive una; en Bucareli 26, existe otra… Pero la primera y más famosa estuvo en la esquina de Venustiano Carranza y Bolívar, frente al antiguo Banco de Londres (edificio construido por Miguel Ángel de Quevedo, que hoy alberga a la biblioteca de la Suprema Corte de Justicia). Se dice que fue la cantina más elegante de la ciudad; que poseía una amplísima barra oval y que era la favorita del presi Plutarco Elías Calles, así como de los actores Joaquín Pardavé y Fernando Soler.
Hemos llegado a muy buen tiempo a La Reforma (de Dolores), porque ya va siendo hora de comer y en esta cantina sirven un excelente chamorro al horno además de unos menjurjes explosivos de no malos bigotes.
Continuará…