Durante el siglo pasado, la camada estética y espiritual que atravesó, como quien va sobre la cuerda floja, los lindes del abismo, tuvo la guía, en gran parte,de Antonin Artaud. Tiempo atrás fueron por sendas paralelas Kleist, Nerval y Van Gogh, entre ciertos escritores y artistas. Su fantasma dejó una estela de retazos, escenas sueltas que han recorrido el imaginario de los lectores: el hombre joven, maduro, bajo la mirada de Carl Theodor Dreyer en La pasión de Juana de Arco, que años después —amordazado y con la presión de las placas estimuladoras en las sienes— descendió al infierno en cada una de las 51 veces que se le dieron electroshocks en el hospital psiquiátrico de Rodez; su viaje a México, el tránsito místico y los nombres aislados de sus contemporáneos que lo admiraron o le dieron una mano, desde André Breton hasta Nellie Campobello.

En el centenario del surrealismo, la necesidad de reunir en español la obra de Artaud fue más apremiante que nunca. Algunos de sus textos más conocidos, como El teatro y su doble o Van Gogh. El suicidado de la sociedad, desperdigados —en pequeñas ediciones mexicanas, españolas o sudamericanas— forman parte ahora de un ambicioso proyecto: el compendio de alrededor de 2 mil páginas de su obra selecta, cuyo primer tomo publicaron en agosto Sexto Piso y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). En entrevista, el coordinador y encargado del cuidado editorial de la obra selecta de Artaud, Rodrigo Fernández de Gortari, explica que, si bien el primer tomo abarca los libros más famosos, el segundo presenta obras inéditas, incluso para el contexto francés.

¿Cuáles son las rarezas de este primer tomo?

Una de ellas es la correspondencia con Jacques Rivière. Artaud quería ser publicado en La Nouvelle Revue Française (NRF) e intentó ver a Rivière, que fue el gran editor de la época. Le dijo que no lo podía publicar, pero que le pareció interesante lo que mandó. Un hecho así no era muy común. Fue el inicio de una correspondencia en una historia editorial particular. Se trata del diálogo entre el gran editor de esos años y Artaud que, entonces, era un desconocido que venía de trabajar en el cine.

A este volumen uno lo conforman, además, obras como Fragmentos de un diario del infierno, El ombligo de los limbos, El pesa nervios y Heliogábalo o el anarquista coronado, que son más conocidas. Las dividimos, por nombrarlas de alguna manera, en poesía y poética. Eduardo Milán, uno de los grandes poetas contemporáneos vivos, fue amable al escribir al respecto. Son textos ya publicados en español, muy particulares porque toda su obra es particular. También conseguimos Una lengua del cuerpo distinta, texto interesante del escritor Michel Camus.

En el libro empieza a dibujarse ya el vínculo de Artaud con los tarahumaras. Zenia Yébenes, filósofa contemporánea mexicana que trabaja mucho a Artaud, Foucault y el psicoanálisis, escribió un texto que introduce la parte del teatro. Hay dos notas sobre los Hermanos Marx.

¿Cómo se aborda la relación que Artaud tuvo con el cine?

En "Cinematografías", la última parte del libro, incluimos un texto de Carole Aurouet, teórica que ha trabajado mucho el tema de Artaud en el cine; además, incluimos los "Scenarii", textos difíciles de encontrar como La concha y el clérigo, que se hizo película. Artaud fue actor cuando el cine era silente, pero con la entrada del sonido, el doblaje y demás, abjuró del asunto y no regresó nunca más al cine.

¿En qué consiste el proyecto completo?

El segundo tomo se va a publicar en el primer semestre de 2025 y arranca con la parte de Artaud en México. En 1936, Artaud gestionó su viaje con Jaime Torres Bodet, que era el agregado cultural en Francia, y se embarcó hacia México. Tenemos registro de que en La Habana recibió una espada de Toledo, que usó como cruz. Espada y cruz, a la vez, que le dio un brujo afro babalawo. Suponemos que éste fue uno de sus grandes talismanes. Después llegó al puerto de Veracruz y, de allí, se fue a la capital. Previamente, ya había escrito sobre la Conquista de México, pero esto fue el arranque, digamos, para una pieza importante en Occidente, El teatro y su doble.

En México pasó un periplo, más o menos conocido: llegó a la ciudad, dio conferencias en la UNAM, deambuló con Elías Nandino, usó diversas sustancias, la pasó difícil, como solía pasarla, con pocos recursos y de lugar en lugar; luego fue a la Sierra Tarahumara. La primera parte de este libro corresponde a ese periodo, el del viaje a México y su escala de 120 horas en La Habana

¿El segundo volumen profundizará en la amistad de Artaud con Nellie Campobello? No, buscamos a algunos autores para escribir del tema, pero nadie se animó. Entonces, no entramos más al asunto porque preferimos no hacer algo a medias, pero es una gran ausencia. A pesar de que Artaud fue recibido por algunos intelectuales en México, era bastante contrario al comunismo como filosofía política de Estado; él iba, más bien, por un imaginario, quizá, de la pureza de los pueblos originarios. No estaba a favor del muralismo mexicano y del movimiento nacionalista, muy de izquierdas por revolucionario. Me parece que chocó un poco con los intelectuales mexicanos de la época. Por algo se entendió mejor con María Izquierdo que con los muralistas; por algo se entendió mejor también con Elías Nandino y, quizá, con Campobello.

¿El proyecto está pensado como una forma de hacer accesible su obra?

Vamos a hacer una página web, donde habrá algunos fragmentos abiertos al público. Es un proyecto patrocinado también por la UAM Cuajimalpa y el auspicio del exrector Rodolfo Suárez Molnar. Él fue quien emprendió el proyecto y consiguió todas las posibilidades, recursos y facilidades para hacerlo.

El asunto es que la obra de Artaud es interminable. En la colección de Gallimard abarca más de cuarenta volúmenes. Lo que hice junto a Philippe Olle-Laprune, uno de los coordinadores, fue seleccionar los textos más importantes. Además, pondremos algunos inéditos en español; básicamente será una selección de los cuadernos psiquiátricos: los de París, los de Rodez y los de Ivry. Hay una pieza interesante también, Secuaces y supliciaciones. Hasta la fecha, prácticamente nadie la conoce en español. El saxofonista neoyorquino, John Zorn, que es un músico particular, hizo una obra a partir de dicho libro. También Luis Alberto Spinetta hizo lo suyo, pero con el libro sobre Van Gogh.

Este segundo volumen será, básicamente, todo el viaje a México, la selección extensa de los cuadernos psiquiátricos, Secuaces y supliciaciones y una parte de sus escritos sobre arte; escritos que están desperdigados en distintas ediciones en español o que no habían sido traducidos; algunos más son inéditos. La parte mexicana la presenta Olle-Laprune. Otra sorpresa es el que quizá sea el último texto inédito del psicoanalista argentino Néstor Braunstein, quien vivió mucho tiempo en México y murió hace dos años. Nos regaló algo fantástico sobre el encuentro con Jacques Lacan que revela cosas que no estaban claras. Digamos que son las aportaciones a lo que se sabe de la obra de Artaud en nuestro idioma. Juntamos todo esto en dos volúmenes porque, en general, es difícil conseguir sus libros. La idea fue reunir esta selección y hacer nuevas traducciones porque creemos que cada época merece su propia traducción: a Fabienne Bradu, gran conocedora del tema, la acompañan Claudia Itzkowich Schñadower, Conrado Tostado y Adriana Romero-Nieto. No fueron traducciones fáciles porque en Artaud hay un nivel de escritura hiperlúcido y brillante, complejo, con estructuras de mucho cuidado. Todo esto fue revisado y coordinado por Melina Balcázar y, principalmente, Arturo Vázquez, que ya está retirado, pero fue fundador del Centro Profesional de Traducción e Interpretación (CPTI) del IFAL.

Evelyne Grossman, la gran especialista francesa contemporánea que está terminando de editar los volúmenes de Artaud en la Biblioteca de la Pléiade, nos hizo un texto sobre Artaud y el arte. La última sección son los textos y dibujos del final de su vida. No incluimos fotos de él en el cine o retratos que le hayan hecho, sino, propiamente, su obra gráfica y una cronología

¿Qué otros inéditos hay?

Hace unos años, un escritor cubano, Pedro Marqués de Armas, encontró los textos que Artaud escribió para la revista de los años 50, Grafos. Lo invitamos a escribir un prólogo en el que explica cómo consiguió los cuatro textos que versan sobre la corrida de toros, los sacrificios humanos, la pintura y los indios y la metafísica. Estos textos, incluso, no se conocían en Francia, por lo que los mandamos en español a Gallimard. Nadie sabe dónde están los originales franceses.

¿Cuál diría que es la huella más notoria de Artaud en el presente?

Puede rastrearse con fuerza a partir de la lectura filosófica de Gilles Deleuze y el concepto del cuerpo sin órganos. Es la lectura contemporánea que más me atrevería a señalar. Deleuze la escribió a partir de Para acabar con el juicio de Dios, texto que Artaud leyó en la radio y fue censurado por el gobierno francés. En este radioteatro, narración radial o texto que llevó a la radio —por llamarlo de alguna forma— por primera vez introdujo el concepto de cuerpo sin órganos. Una lectura aterradora, por cierto. El concepto luego se repitió en otras piezas y fue usado por Deleuze y Guattari en Capitalismo y esquizofrenia. Un término bastante complejo que se filtró en muchos sitios, no sólo en la filosofía, sino en las artes en general. Es una suerte de cuerpo abstracto que se autorregula. Pero también es un poco una concepción del cuerpo como maquinaria, como ensamblaje místico y maquínico, donde confluyen sus partes y órganos como una totalidad que se va separando y se vuelve una suerte de cuerpo esquizofrénico, drogado e hipocondríaco. Es algo bastante místico y religioso que, a la vez, está fuera de las religiones. El tema también lo trabajó Jacques Derrida en Artaud, el Momo que es como un pilar escondido. Sobre todo, abordó la obra gráfica de Artaud, pero también se introdujo en la fragmentación y el cuerpo, en fin, como conceptos. Foucault es otro de los filósofos que leyó a Artaud.

Artaud parece absolutamente vital en el presente.

Conforme más se lee a otros desde la óptica artaudiana, más se da cuenta uno de que su obra permea a muchos de los pensadores, artistas y escritores del siglo XX. Yo creo que puede hacerse una lectura vinculada con estas épocas. Artaud tiene ese espíritu perturbador del encierro y la enfermedad; el malestar sobre la corporalidad y los estimulantes también está en su escritura. En su suerte de violencia corporal, de malestar físico y de época, es muy contemporáneo.

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