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Cuando llegue este comentario ante Usted, será justo el día de la última función de la ópera Madama Butterfly que la Filarmónica de las Artes habrá llevado este año a escena en el Auditorio del CUC, allá por los rumbos de Odontología 35, muy cerca de la UNAM. Tras asistir en noviembre pasado a una de las funciones donde programaron los Réquiems de Mozart y Verdi bajo la batuta del Maestro Patrón de Rueda y salir muy bien impresionado, me animé a ver la reposición que harían con este clásico de Puccini, sin la incertidumbre de que sería otro desatino, como los que padeció este queridísimo compositor en Bellas Artes, durante el año de su centenario. ¿O es que alguien ya se repuso del desastre que fueron la Turandot y La Bohème que ahí se cometieron?

De entrada, contaban con la garantía de tener, nuevamente en su podio, al Maestro Patrón de Rueda, quien les guste o no a los integrantes del Coro de Bellas Artes que se indignaron cuando les señaló sus desafinaciones y entradas en falso, es quien mejor sabe cómo dirigir ópera en México. De ahí el peso de sus palabras al ponderar la solvencia de esta orquesta: “a diferencia de otras agrupaciones que son como jarrito de Tlaquepaque porque no aguantan corrección alguna y luego luego te objetan, vetan y protestan ante sus sindicatos, la Filarmónica de las Artes tiene algo mejor, una plantilla de jóvenes con ganas de hacer bien las cosas, y eso es invaluable”.

Eso, y que ahí músico que no da la talla, no lo vuelven a invitar.

Más o menos, podríamos decir que, con esta orquesta, ocurre lo mismo que, hasta ahora, he reconocido en la OJUEM: son jóvenes que con su entusiasmo y disciplina superan los resultados de sus pares profesionales. En ese caso específico, de la OFUNAM, aunque, ahí, pesa también que el Maestro Rivero Weber ha realizado un trabajo más acucioso que Gasançon, cuyos conciertos pecan de sosos y desangelados, además de que se achica notoriamente el volumen de la orquesta cuando él sube al podio (¿será por sus problemas auditivos?), cosa que no ocurre con otras batutas como ocurrió, por ejemplo, con Ligia Amadio, durante su participación como directora huésped en la temporada pasada, pero esa, es otra historia…

Bajo el cuidado de Abraham Vélez Godoy, artífice de este esfuerzo de carácter privado, que se precia de no haber recibido apoyos oficiales para su conformación han surgido, además de la orquesta, un coro, una compañía de danza y, más recientemente, una rama teatral, demostrando que, bien llevada, la Cultura es atractiva y rinde réditos. Poco a poco, con las ganancias que han generado, se han hecho de sus propios atriles, vestuario, luminarias y equipo técnico, así como de un bien aceitadito equipo que se hace cargo desde la publicidad, hasta de la cafetería y acomodar al público. “Y a todos se les paga”, puntualiza Vélez.

Semanas antes de abrir el telón, esta Butterfly había agotado las localidades de sus seis funciones con un público entusiasta y muy diferente de aquél que asiste a Bellas Artes, y eso que, en la publicidad previa, no anunciaban más que al Maestro Patrón alternando con Vélez en la concertación, y a Angélica Alejandre como Cio-Cio-San, la protagonista, quien cumplió a cabalidad con su rol, no así el resto del elenco. Hubo de todo, desde cantantes con trayectoria hasta jóvenes que recibían su primera oportunidad, y me pregunto si no sería plan con maña para no espantar a los conocedores que, más exigentes, vieran por ahí algún cartucho quemado… o que nomás nunca prendió.

“Haiga sido como haiga sido”, diría mi muy añorado Presidente Calderón, el resultado fue satisfactorio. A la intachable parte orquestal y decoroso desempeño del coro se suma que, con oficio y eficiencia, sacaron el máximo provecho de un escenario que no tiene una gran profundidad, y sin más que una sencilla escenografía –firmada por Paso de Gato y Constructores Escénicos-, enmarcada con un enramado que le brinda tridimensionalidad y colorido, Omar Olvera Calderón marcó un trazo escénico que, tras cumplir con la tradición, cimbra al público al darle una inesperada vuelta de tuerca a la escena final. A diferencia de aquella mafufada cometida hace algunos ayeres en el Blanquito, cuando se le ocurrió a la inefable señorita Faesler que toda la historia era una suerte de flash back para justificar su avidez feminista de suicidar a Pinkerton, aquí, Olvera hermanó el libreto de Illica y Giacosa con una estremecedora tragedia de Eurípides ¡y ya, no les cuento más!

También me llamó la atención que ya puede consultarse en línea la muy versátil y variada programación de la Filarmónica de las Artes, en la que destaca La Bohème para el mes de agosto, que con esta Butterfly, contribuye a cubrir el repertorio “de cajón” al que con tanto gusto y fidelidad regresa el público operístico, y que se suma a las novedosas propuestas anunciadas por la Ópera de Bellas Artes y a los esfuerzos que se harán en provincia, permitiéndonos vislumbrar un 2025 más activo para la lírica en México.

Vea por qué se lo digo: a los quince títulos que ha montado el MOS en cinco años de existencia, con especial énfasis en la ópera mexicana, se añadirá Paso del Norte, de Rasgado, y exhumarán Atala, de Meneses. Además, Escena 77 expande sus producciones al Estado de México, donde presentará La Sonámbula, de Bellini, en asociación con la Orquesta Sinfónica del Estado de México, que cerrará su temporada 152 con Ariadne auf Naxos, de Strauss, en versión concierto; off the record, me he enterado que, de cumplirle el presupuesto ofrecido, la Filarmónica de Jalisco retomará en noviembre la producción operística.

Si esto pinta bien, mejor pinta el hecho de que, este miércoles, la Secretaria Claudia Curiel anunció cambios en el Cervantino. Hago votos porque Romain Greco logre recuperar el prestigio de aquél festival que congregaba a lo mejor de la escena internacional, y al que Fraustita y Marianita se esmeraron por devastar hasta hacer de él un lamentable remedo de kermés, tan pueblerina y ramplona, que perdió interés hasta para el público local. ¿Qué más podía esperarse, si ese es el alcance de sus referencias?

Nomás falta que ahora, con tanto comité y consejo asesor metiendo su cuchara –que entiendo son necesarios en la medida que las culpas compartidas son menos y se busca diluir la responsabilidad de quien programa-, le vayan a amargar el mole antes de tiempo al nuevo Director Ejecutivo que, ¿quién lo iba a decir?, regresa al Cervantino después de haber sido corrido por su antecesora, durante una de las tantas rabietas y arranques de soberbia e inseguridad por las que será recordada.


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