La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y yo compartimos una historia que comenzó en 1975, cuando ingresé a la Facultad de Economía. Desde entonces no sólo ha sido mi casa de estudios, sino también un símbolo de las oportunidades que ofrece una educación pública de calidad en nuestro país. Recuerdo con gratitud cómo la Universidad, con su rica tradición de pensamiento crítico y su compromiso con la justicia social, me abrió las puertas a un mundo de ideas y me permitió formarme como economista. Ser parte de una institución de tanto prestigio fue, y sigue siendo, un privilegio enorme que marcó mi vida personal y profesional.
Uno de los aspectos que más valoro de mi paso por la UNAM es su constante esfuerzo por fomentar un pensamiento crítico, libre y plural. En las aulas de la Facultad de Economía aprendí no sólo teorías y modelos económicos, sino también a cuestionar, a debatir y a entender la complejidad de los problemas sociales y económicos desde diversas perspectivas. Este enfoque integral me permitió desarrollar una visión del mundo más amplia y reflexiva y comprender que las ciencias económicas no pueden separarse de los contextos políticos, sociales y culturales en los que se desenvuelven.
Sin embargo, el aporte de la UNAM no se limita al ámbito académico. La Universidad siempre ha estado a la vanguardia en la producción y difusión de la cultura, tanto en México como en el mundo. A través de sus museos, teatros, salas de concierto y festivales se ha consolidado como un faro cultural que irradia conocimiento y creatividad. Durante mis años como estudiante tuve la fortuna de presenciar exposiciones de arte, conciertos, representaciones teatrales y eventos literarios que ampliaron mi horizonte cultural y me permitieron apreciar el arte en todas sus formas.
Me acuerdo con especial cariño de los paseos por Ciudad Universitaria, donde cada rincón es un recordatorio del compromiso de la Universidad con la cultura y el arte. Desde los murales de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros que adornan las fachadas de sus edificios, hasta los eventos organizados por la Coordinación de Difusión Cultural, la Máxima Casa de Estudios es un espacio donde la cultura no sólo se contempla, sino que se vive.
Para mí, la UNAM es sinónimo de libertad, de creatividad y de compromiso social. A lo largo de los años he visto cómo la Universidad ha evolucionado, adaptándose a los cambios de la sociedad y contribuyendo con soluciones innovadoras a los problemas que enfrenta nuestro país. Nuestra "Alma Mater" es un símbolo de resistencia y de esperanza, un lugar donde la ciencia y la cultura coexisten y se nutren mutuamente para crear un México más justo, equitativo y consciente.
Un aspecto que también merece reconocimiento es el trabajo de Fundación UNAM. Desde su creación hace 32 años ha sido un pilar en el apoyo a los estudiantes de bajos recursos, pero con alto desempeño académico. La Fundación ha otorgado becas y programas de ayuda que les permiten a muchos jóvenes cumplir sus sueños educativos y gozar de una formación de calidad, lo que ha reducido las barreras económicas que impiden el acceso a la educación superior. Esta labor ha sido clave para que miles de alumnos talentosos puedan seguir preparándose y contribuyendo al desarrollo del país. Gracias a su incansable trabajo, la Universidad de la Nación continúa siendo un motor de movilidad social, una institución donde la meritocracia y el esfuerzo son reconocidos y respaldados.
La UNAM y yo compartimos un vínculo que va más allá de los años que pasé en sus aulas. Es un lazo que perdura, una conexión que me recuerda siempre la importancia de la educación y la cultura en la construcción de un mejor futuro. Estoy convencido de que la Universidad Nacional Autónoma de México seguirá siendo un referente en la ciencia y la cultura, y me enorgullece haber formado parte de su historia.
Secretario general UDUALC