A una semana de la protesta afuera del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) contra las obras Extracto para un fracasado proyecto (2011-2024) y Sin título (2011), de la artista argentina Ana Gallardo (Rosario, 1958) —resultado de su interacción con Casa Xochiquetzal, albergue en la Ciudad de México para mujeres de la tercera edad que son o fueron trabajadoras sexuales—, el recinto retiró las piezas, ofreció disculpas y anunció un foro de discusión.
Las obras que formaban parte de la exposición Tembló acá un delirio, inaugurada el 10 de agosto, causaron enojo e indignación incluso en redes sociales.
La primera es un texto tallado en uno de los muros del museo que cuenta la experiencia de Ana Gallardo en la Casa Xochiquetzal. Describe con un lenguaje crudo, que la mujer que ella cuidó vivía en malas condiciones; además expresa su asco y furia porque la directora de la Casa la hace esperar y reconoce que no puede realizar esa tarea.
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La segunda obra es un video que la artista, dice, grabó clandestinamente y en el que se ven las manos y boca de la mujer descrita en el mural.
El tema causó debate y dejó en claro que los tiempos han cambiado y el suceso sienta un precedente. Críticos de arte, visitantes y una de las impulsoras de Casa Xochiquetzal reflexionan sobre la polémica.
Orígenes de la confrontación
Todo inició en redes sociales, donde se cuestionó el tono del texto y que la obra se haya realizado con una beca del Fonca. La acción in situ ocurrió el domingo 13 de octubre. Un grupo de mujeres pintó mensajes en los muros exteriores del museo: “La violencia no es arte”, “Respeto total al trabajo sexual”, “Ana Gallardo blankkka privilegiada”.
Antes de la protesta, en un comunicado, el MUAC informó que había establecido comunicación con Casa Xochiquetzal, dijo defender la libertad de expresión de la artista e invitó al diálogo. Tras la protesta, anunció el retiro de las obras cuestionadas, declaró que “se debió evaluar si las obras eran susceptibles de ser expuestas bajo las condiciones de una realidad cultural siempre cambiante”, ofreció disculpas y anunció un foro público, aún sin fecha.
No se cerró toda la exposición de la artista Ana Gallardo como aseguran usuarios en redes sociales. Entre el público asistente hay quien desconoce la polémica, dicen que no se enteraron ni por las redes, aunque sí vieron el grafiti en la entrada.
Valeria, psicoanalista y docente de gerontología, explica que por el tema de la vejez que trabaja Gallardo en su arte, ya tenía interés en visitar la exposición y que la polémica no la desanimó, sino que más bien la alentó a querer conocer la visión de la artista. Octavio Moctezuma, pintor que también recorría la muestra, considera que el texto de Gallardo era “extraño” y teoriza que quizás la artista no quería ofender, sino “expresar sus sensaciones al estar en unas condiciones tan jodidas”, pero añade que “los tiempos han cambiado” y antes había temas que no eran tan sensibles, pero hoy tienen otras interpretaciones. En las salas, una de las guardias explica que no tiene instrucciones distintas para trabajar ni en caso de que ocurra otra protesta.
Antes la polémica
En 2020, el Museo Jumex exhibió el video cuestionado como parte de la exposición Al filo de la navaja. En aquel entonces la obra no generó críticas, incluso hoy forma parte de la colección Jumex bajo el título Estela 1947/2011.
En tanto, la pieza Extracto para un fracasado proyecto se expuso en Argentina en 2012 en la galería extinta Ignacio Liprandi Arte Contemporáneo y, en 2015, en la exposición Un lugar para vivir cuando seamos viejos, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA). Este museo publicó un catálogo de la exposición, donde se describe la obra de Gallardo como “un acto entre vandálico y de franco desahogo”, en el que la artista “espantada y conmovida” comunica “su bronca y desconsuelo ante la situación de tener que enfrentar ese cuerpo agonizante y desatendido”.
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En un video de YouTube del MAMBA, al hablar sobre cómo el fracaso y la duda artística están presentes en su trabajo, Gallardo confiesa: “Propuse un tema a una institución, no funcionó. Me propusieron algo que fue muy difícil de aceptar y lo acepto. Y es una secuencia de situaciones que no tienen que ver solamente con la práctica artística, tienen que ver con la vida y con ciertos temas en los que una artista se mete y no sabe cómo puede llegar a funcionar”.
En una entrevista concedida a “El País”, en septiembre pasado, Gallardo declaró: “quería hacer una obra de arte contemporánea y la directora del centro en aquel momento fue brillante. Me dijo: ‘Ah, ¿querés violencia? Esta, que es privilegiada. Ven, trabaja y cuida a esta mujer’. (…) Entendí que la directora me había dado una lección de vida enorme. Mi lugar de artista era ridículo pensando que iba a hacer un arte contemporáneo valiente”.
Discusión ante el arte retirado
La forma de resolver del MUAC ha iniciado otra controversia entre especialistas del arte con respecto a si se deben retirar obras de arte incómodas ante la presión social.
Para María Minera, crítica de arte, el MUAC “hizo lo que le correspondía hacer” y afirma que no se trata de censura si la artista está de acuerdo. Explica que la situación, que definió como un dilema ético, lleva a plantear preguntas sobre cómo exhibir arte que “envejece”, lo cual es el nuevo reto para los museos.
“Los artistas tienen derecho a la libertad de expresión, sin lugar a dudas, pero la gente también tiene derecho a vivir una vida en privacidad. Aquí hay dos derechos humanos que se encuentran y chocan. No es subjetivo cómo se sintieron ofendidas y violentadas las mujeres de la Casa Xochiquetzal. (…) El mundo ha cambiado mucho. En México las violencias contra las mujeres y especialmente contra las mujeres de grupos marginados han crecido a niveles escalofriantes. Entonces un texto así de violento, dirigido a dos mujeres vulnerables, ya no tiene cabida”, afirma Minera.
Edgar Hernández, también crítico de arte, sí considera que el retiro de las piezas es censura y sentará un precedente en los museos y en la libertad creativa de los artistas. “La posibilidad de generar una discrepancia es algo que hoy ya no puedes, porque lo único que se valida hoy en términos de programa artístico, cultural, es lo que demanda la mayoría, el consenso. Antes, al menos en la década de los 90, como un eco de lo que pasó en los 60 a nivel mundial, existía esta idea de que el arte podía ser incómodo, podía ser políticamente incorrecto, podía tener una moral muy ambigua, que podía ser cuestionable en términos éticos. Era parte del proceso creativo, había una posibilidad de que el arte tuviera esa autonomía”, comenta.
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Hernández recuerda otras controversias que ha enfrentado el MUAC, como el anillo de diamante hecho por la artista Jill Magid con cenizas de Luis Barragán, o la exposición del artista Miguel Ventura con iconografía nazi. Pese a las polémicas, el recinto mantuvo la exhibición de las obras. “Eso habla de la situación que está viviendo el museo. (…) Todo esto que pasó con Ana Gallardo es como el síntoma de algo que ya venía ocurriendo desde hace muchos años. Si revisamos el programa (del MUAC), por lo menos el último lustro, pues queda claro que esta discrepancia o esta disidencia que, en teoría, era parte de su discurso fundacional, ya no existe”.
El problema es de fondo
Casa Xochiquetzal envió una carta al MUAC expresando su enojo y preocupación por la exhibición de la obra. Señala que la Casa no ha estado en las condiciones que apunta Gallardo, denuncia el uso de las palabras “puta” y “prostituta” como insultos y afirma que la artista sólo se presentó un día y no “un tiempo”, como se indica en la ficha de la obra mural.
Marta Lamas, antropóloga y una de las impulsoras de la creación de Casa Xochiquetzal en 2006, dice a este diario que fue un “error del MUAC no darse cuenta de lo que significaba esa obra que a lo mejor tuvo su sentido hace 12 años y ponerla ahorita como si nada hubiera pasado”. También confiesa que ese tipo de arte no lo “aprecia” mucho. Sin embargo, su postura no consiste en “buscar culpables”, sino que piensa que esto debería llevar a discutir el problema de fondo:
“La necesidad de que las trabajadoras sexuales de la tercera edad puedan tener un albergue y que el gobierno de la Ciudad de México y otras ciudades, porque este es un problema en todo el país, se hagan cargo. Aquí lo que pasó con Casa Xochiquetzal es que el gobierno dio el inmueble para el albergue, pero dejó la gestión a la sociedad, en vez de establecer dentro del presupuesto la atención que se tenía que dar. El tema de la discriminación e incomprensión hacia el trabajo sexual es importante, estamos en un sistema donde hay una doble moral y las mujeres estamos divididas entre decentes y putas. Me parece que habría que hablar de eso”.
EL UNIVERSAL solicitó entrevista con el MUAC, que insistió en que la postura del museo ya estaba expresada en el comunicado de prensa. Casa Xochiquetzal respondió que la propuesta de entrevista tenía que ser evaluada y que ante el volumen de solicitudes eso llevaría tiempo. Y la artista no respondió.
Tembló acá un delirio permanece abierta al público, sin las obras en cuestión, hasta el 13 de diciembre, como se programó.
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