Celebrar 25 años de trayectoria en el Palacio de Bellas Artes es para Arturo Chacón-Cruz (Ciudad de México, 1977) uno de los tenores mexicanos más reconocidos, el detonador de una combinación de emociones difíciles de nombrar: orgullo, aprecio, deseos de estallar en llanto. “Siento como si me dieran más de lo que merezco. Me hace humilde, me hace reflexionar en lo afortunado que soy”, dice. Tras presentarse en el Rigoletto, de Giuseppe Verdi, que hizo la Compañía Nacional de Ópera (CNO), el multipremiado cantante se llevó una gran ovación, el fervor del público que lo reconoce en uno de los momentos más altos de su carrera. En los últimos años, explica, ha incrementado su conexión con México. Es una persona, cuenta, que salió del país, que ha trabajado mucho y ha tenido éxito, pero al final no deja de ser “un hermano que viene de lejos”. Para celebrar, el repertorio que presentará el 8 de junio en Bellas Artes a las 17 horas, estará conformado por la gran tradición de canciones europeas y mexicanas: de Puccini y Bizet a José Alfredo y Agustín Lara.
¿Cuál es la diferencia entre el artista que es hoy y el de hace 25 años?
El artista que soy hoy es muy diferente. No tenía capacidades técnicas. Las capacidades técnicas que tengo ahora son impresionantes, comparado con lo que era (...) La voz era juvenil, bella, emocionante en ciertas partes y la gente lo apreciaba; ahora entiendo y sé manejar la voz.
¿Quiénes fueron los maestros cruciales en su evolución?
El maestro Plácido Domingo me dio la mano al principio de mi carrera. Ramón Vargas también fue un gran maestro para mí y un buen amigo todavía. En México tuve como maestro a Enrique Patrón de Rueda. También a Pepita Serrano, gran amante de la música, que impulsó a cientos de cantantes jóvenes mexicanos para que lograran aprender. Gracias a ella pude salir de México al principio; logré salir con la beca de Plácido Domingo.
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En Europa hubo otros maestros, como Robert Carsen, que para mí es uno de los más grandes directores de escena que ha habido en la historia. Él me enseñó a vivir, a ser el personaje, me enseñó cómo podía dejar mi ser atrás para convertirme en alguien, aunque no conociera exactamente todo lo que es ese alguien. Hay mucha gente que va por la vida sin conocerse, eso es lo que me dijo: que un cantante se puede meter a un personaje, y de verdad ser esa persona. Conócete para darle a conocer este personaje al público. Otro maestro fue Zubin Mehta, con quien tuve grandes experiencias en Italia, Israel y Francia. Muchas oportunidades que son, de verdad, un regalo.
¿Cree que es necesario salir de México para seguir los pasos de los grandes maestros?
Creo que sí porque en México no existe la oportunidad de trabajar con estos grandes directores. Yo considero que, al menos, un 30% de mi avance, de lo que me ha llevado poco a poco a hacerme mejor, lo he aprendido por seguir a directores como Zubin Mehta, como Michel Plasson, el director francés más importante de los últimos 70 años. He tenido grandes oportunidades que en México no estuvieron.
¿A qué edad salió por primera vez a buscar suerte en el extranjero?
Tenía 22 años. A los 23 ya tenía beca en Boston, y de allí seguí.
¿Fue una cuestión de tesón, de insistencia?
Sí, es algo interesante porque yo siempre he tenido una actitud demasiado positiva y eso me lo decían mis amigos y colaboradores. De verdad pienso que esta inocencia me ayudó, era muy inocente y todo me lo creía, y siempre andaba con una sonrisa. Creo que algunas de las oportunidades no fueron por mi voz, fueron porque era bueno para la moral del grupo. Cuando me escogieron para cantar en el Carnegie Hall, por primera vez, a los 23 años… por el amor de Dios, yo creo que fue también un “este muchacho me cae bien, canta todas las notas, vamos a darle una oportunidad…”
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Sobre la situación en México, ¿se refiere también a un problema estructural viejo?
Sí, pero para la carrera internacional de un cantante lírico, seas americano y vivas en Estados Unidos, o italiano y vivas en Italia, es necesario salir. Tengo colegas impresionantemente talentosos en Italia, que por motivos personales, ya sea que le tienen demasiado respeto a salir del país o que no les gusta viajar, no han tenido una carrera internacional y tienen la capacidad para hacerlo, pero no son reconocidos internacionalmente, aunque tengan esa capacidad.
¿Es una cuestión de oficio que siempre debe ramificarse?
El cantante de ópera que no canta en, al menos, cinco países al año, se está estancando.
¿Qué debería cambiar en México para tener esta capacidad?
Lo ideal sería traer maestros de fuera para que empiecen a entrenar maestros de aquí. O que los maestros mexicanos puedan regresar. Me refiero a que figuras como yo, Ramón Vargas y Francisco Araiza, por ejemplo, puedan regresar a México en los años de más edad a dar clases, y así crear una infraestructura en la que podamos hacerlo accesible a más gente. Por ahora, hay pocas oportunidades de llegar a estos maestros con experiencia.
Usted apoyó a los chicos del EOBA, ¿en su horizonte está trabajar en el futuro formando jóvenes en México?
Sería interesante. Me encantaría si se logra crear una estructura. Cuando a un abogado le va bien en México, le va bien, y puede mantener a su familia. Desgraciadamente, cuando un maestro de canto es bueno, apenas la libra. Tendría que haber una reestructuración del sistema para poder hacerlo rentable. Y no quiero sonar ni malinchista ni nada, pero las cosas son así. Si me ofrecen un trabajo en la Ciudad de México y me ofrecen un trabajo en la Universidad de Miami, pues la Universidad de Miami me pagaría lo mismo que le paga a un doctor.
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¿Esta reestructuración tendría que abarcar el trabajo conjunto de iniciativa privada, sociedad civil y autoridades?
En este momento lo veo tan inalcanzable que no sé por dónde empezar. Creo que una combinación de los dos podría ser, pero también se prestaría a abusos. No sé, es uno de esos dilemas que nos han tenido pensando por muchos años ya. No sabría decirte.
¿La misma pregunta podría aplicarse a otros países?
En Italia, por ejemplo, tengo tres queridas amigas que fueron grandísimas sopranos en su juventud y madurez. Ahora que se están acercando a los 60, las tres tienen un gran trabajo con la Ópera de Roma y con otras… Les dan un estipendio digno. No tal como estaban cuando eran solistas, en sus años de gloria. Es como con un deportista al que, en su momento, se le paga mejor que al que entrena a alguien más. En este caso, les está yendo bien, pueden seguir trabajando y manteniendo su casa, su familia. Eso es del gobierno de Italia. En Estados Unidos depende, depende de la universidad con la que estés. Si la universidad es privada, es iniciativa privada.
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¿El oficio está dignificado en grandes capitales de la ópera?
En la reestructuración del país algún día espero que lleguemos a estar al mismo nivel que en Italia.
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