El sentimiento de muerte durante la enfermedad fue el origen de "Campos de oro verde", canción de Manolo Marroquín. Hace un par de años, cuando enfermó de Covid, el compositor recapituló su vida: en medio de escalofríos, altas temperaturas, dificultades para respirar, se sintió agradecido por lo que había hecho a lo largo de su existencia y recordó que José José, Vicente Fernández y Marco Antonio Solís grabaron sus canciones.
Pero en este ejercicio de la memoria también supo que faltaba una pieza esencial: una canción para Michoacán, el pueblo de sus orígenes con su campo y su horizonte rodeado de vegetación, árboles, valles, ríos y montañas.
Su origen, humilde, cuenta, le hizo entender cuál era el oro verde. Vivió en un rancho, en medio de condiciones precarias y fue feliz porque no sabía de la existencia de otras cosas más arriba. En la enfermedad y en el repaso de su propia historia, como momento decisivo, sintió que casi se despedía del mundo y se le reveló que debía dejar algo para Michoacán. Una canción, un homenaje romántico y sensible, un motivo que reuniera todo lo que Marroquín quería expresar y que, al mismo tiempo, se arraigara en sus recuerdos más profundos: cuando era pequeño y su mayor deseo era ser parte del coro de Niños Cantores de Morelia.
"También quería retribuir lo que yo recibí de Michoacán: mi esposa, mis hijos, mi familia. Sentía que tenía una deuda. Una mañana desperté como curado, saliendo de la crisis del Covid. Empecé a estar más lúcido y brillante, pero en un soñar despierto que me permitió tomar una melodía que sentí como la obra que dejaría para las generaciones venideras, con el sueño de que mi canción quedara en el acervo cultural de Michoacán", cuenta Marroquín.
Entonces, comenzó a aislar la frase y la melodía, la letra y la música a la par y surgió "Campos de oro verde": "Desde niño vi por la ventana, al despertar, cuando amanecía allá en mi casa del pueblo todo lo verde: pinos, maíz, trigo, aguacate. Todo era verde, lagos y lagunas. Me venía el olor de los pinos, de la tierra mojada, de las tierras coloradas de allá. El color de la tierra en algunas zonas es muy rojo. Muy intenso, ese tipo de suelo es pegajoso y yo iba a los montes, ahí, al rancho de un tío y se me llenaban los zapatos de lodo que, en las lluvias, pues se hace pantano, pero era lindo y todo lo veía verde a mi alrededor. Me quedó esa historia, el campo de oro verde y los niños cantores de Morelia y me dije: si pudiese componer una obra así y empezó a surgir la canción".
Lo siguiente fue maquetar la canción con arreglos sencillos, fantasear con que un tenor y una soprano la cantaban y llevarle la pieza a los Niños Cantores de Morelia y al rector del Conservatorio de las Rosas, Raúl Olmos, quien lo escuchó, se sintió conmovido con su historia. Marroquín esperó un año hasta que lo convocaron a escuchar el ensayo de los Niños Cantores.
37 voces infantiles, maravillosas, que interpretaron de forma espectacular su canción. Entonces, les prometió que la interpretarían en el Palacio de Bellas Artes. "Les dije que a veces se cumplen los sueños, que se llegan a realizar, que tengan fe y confianza". Entonces, viajó a la Ciudad de México y le contó su historia a las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). El resto es historia.
Mañana, a las 19:00 horas, en el marco del aniversario 75 del coro de Niños Cantores de Morelia y los 90 años del Palacio de Bellas Artes, será el concierto en el que se estrenará la pieza que el maestro Marroquín le compuso a Michoacán.