A pesar de que el eslogan de la XXII Feria Internacional del Libro del Zócalo es “Latinoamérica a la vanguardia”, hay poco afluencia a las actividades latinoamericanas. En el primer domingo de feria, después de que Paco Ignacio Taibo II presentara su libro La liberad. Trece historias para la historia en el foro Ricardo Flores Magón, inició una mesa con escritores sudamericanos como Ana María Shua y Kike Ferrari, pero el público asistente a la charla del director general del Fondo de Cultura Económica, se retiró cuando empezó dicho conversatorio.
Algo a escala semejante sucedió en otros eventos; por ejemplo, a Bolivia y Cuba, lo que los marcó fue el contraste de la baja afluencia. Mientras que las visitas eran constantes en los stands de Colofón, Grupo Editorial Tomo y el propio FCE Educal —en la carpa de Planeta, incluso, la gente se formó para ingresar—, los encargados de cuidar ciertas áreas de exhibición de editoriales independientes, así como de estudios de América Latina no tuvieron el mismo nivel de convocatoria.
Abarrotaban los pasillos las editoriales presentes en la mayoría de las ferias: Almadía, Era, El Colegio de México, Siglo XXI, entre otros; ediciones de autor y cartoneras, cómics, leyendas, anime, literatura infantil, saldos y descuentos en libros de viejo y hasta en Anagrama —todo en $30, todo en $50, todo en $80—, acetatos y unos pocos libros que quedan de la extinta editorial Aldus.
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