Al bajar en la penúltima estación del recién inaugurado Cablebús, unos metros de lodo deslavado y una rampa improvisada con un pequeño cuadrado de madera separan su sendero del camino de baldosas hacia la Cineteca y la Bodega Nacional de Artes. Toda una nave, la más cercana a la Bodega Nacional, está a medio construir, con pilas de material abandonado y tierra. Alrededor de las 2 de la tarde, los trabajadores están en un receso y se ven cansados, aburridos. Alguno sube costales de cemento, entre montículos de tierra, más pilas de material abandonado y construcciones a las que les faltan acabados.
En el camino se ve la segunda nave y varias bolsas negras de basura apiladas, travesaños, piezas de madera en el suelo. Tras la inauguración que el Ejecutivo hizo de la Cineteca el 24 de septiembre, en las últimas horas de su gestión, en el recorrido que la Secretaría de Cultura le ofreció a ciertos medios de comunicación se declaró que el avance de la Cineteca era del 97 %.
“Serán las aulas”, explica uno de los hombres que trabaja en la construcción. Lo dice pensando, quizá, en el anuncio de que habrá un nuevo de Centro de Capacitación Cinematográfica allí, en un complejo que abarca no sólo las salas de cine, sino un particular foro al aire libre, videoteca, librería, galería, tiendas, terraza y centro de documentación distribuidos en casi 12 hectáreas.
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Alrededor 20 o 25 jóvenes, principalmente, caminan rumbo a los nuevos edificios. Muchos de ellos, al final disfrutan, sin crítica.
Muchos observan, se divierten, tienen entusiasmo. En el edificio, tres o cuatro escalones permiten un descenso breve. Pero, por breve que sea el tramo, falta una rampa. Donde sí hay vías lisas y rampas es en la terraza, a la que un par de cintas amarillas obstruyen e impiden el camino. “Prohibido el paso”.
Desde su altura, a lo lejos, se ven cables sueltos. Aún hay personal desprendiendo marcas trazadas en las ventanas; algunos vidrios sucios y el mal clima no ayudan para dar una buena imagen. Desde la terraza, también, se ve el ir y venir del Cablebús en los aires. Un poco de material abandonado y máquinas cubiertas con bolsas de plástico. Más allá de la terraza, en uno de sus costados, en el suelo, hileras de pirámides de concreto en el suelo.
Al interior de la Cineteca Nacional es notoria la presencia de los trabajadores en sus obras.
La Sala 1 será habilitada hasta las cuatro de la tarde. En ese momento, quizá 20 o 30 trabajadores van y vienen por el edificio, envueltos en el olor a materiales y barnices, y un poco de basura abandonada en sus inmediaciones. Botes, capas de polvo, estopas en una de las mesas; alguna carretilla sin dueño y llena de material; más cables que cuelgan, pisos sin terminar de pulir y el elevador, que mientras está siendo instalado, aún es una promesa.
Algún trabajador, suspendido en el aire desde una cuerda, realiza trabajos en la parte alta del muro de una de las secciones del edificio. Casi a la par de la entrada y salida de los trabajadores, jóvenes parejas van y vienen con curiosidad.
Aunque la red de Internet de la Ciudad de México es funcional fuera del edificio, sirve de poco puesto que, como usuario, no hay donde tomar café o sentarse a trabajar. En la siguiente nave, la última, más obreros, maquinarias, andamios, cuerdas y un hombre que corta metal.
En lo que será la librería apenas hay estantes pálidos, por lo que parece un bosquejo con sus bloques de madera y piedra.
En los baños, recién colocan la señalética y tampoco hay jabón. Las guías, los letreros son escasos y, rumbo al Foro al Aire Libre, hay caminos planos que hacen interesante, pensando en sus pendientes, cuestionar qué tan funcional y cómodos son para una persona en silla de ruedas.
Un par de cortos de animación son proyectados en el foro al aire libre, el cual desciende varios metros por sus escalones de piedra y el mismo pensamiento vuelve, ¿es una opción fácil para alguien en silla de ruedas?
Alrededor de 30 personas disfrutan de la alta calidad de audio y video, en lo que se presume es el sistema Dolby Atmos equipado en las salas. Es entendible que, al no haber dulcería o restaurantes, se regalen palomitas y refrescos. De las ocho salas, cuyos nombres aluden a los procesos de creación de una película: actuación, edición, etc., sólo se podrá pasar, en esa jornada, a la primera. Las otras se irán abriendo en la semana, informa alguien del grupo que coordina la atención a los visitantes.
Media hora antes de que se habilite la Sala 1, a las 16:00 horas, ya hay cerca de 80 personas formadas. La sala alcanza, tal vez, un 75% u 80%. Es difícil calcularlo, y la capacidad de algunas es para más de 300 personas.
Sin elevador y sin rampas y con una rampa en la terraza inhabilitada para los usuarios, queda el consuelo de especular que el sentido común dictaría su uso si llega alguien en silla de ruedas a la premier de Valentina o la serenidad, de Ángeles Cruz, que se proyecta esa tarde.
Como en esa zona no hay baño, hay que encaminarse al Foro al Aire Libre, nuevamente, en el dado caso de necesitarlo.
Hacia la Bodega Nacional, los militares no permiten el paso a civiles y es sensato especular cómo será la convivencia entre usuarios y militares en el futuro.
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En la última nave de este proyecto hermano, la nave más pegada a la Cineteca, se ven decenas de palos de madera, máquinas, montículos de tierra, macetas y tierra para siembra, alrededor de caminos peligrosos para quien no forme parte de la construcción.
Otros medios registran que, en la visita guiada ofrecida por la Secretaría de Cultura hace tres días, se arrojó como una posibilidad que a finales de octubre estén concluidas estas obras; que su avance es de 85% y que allí, ya se sabe, se resguardarán 46 mil obras, de las cuales 65% proviene del Centro Nacional de Conservación y Registro de Patrimonio Artístico Mueble (Cencropam), y lo restante que pertenece, al menos, a 14 museos del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).
Caminos y caminos de material tirado que escriben una historia que no es muy diferente a la que registró EL UNIVERSAL en su visita anterior, en marzo. Junto a las transportadoras y las excavadoras hay senderos pavimentados; en esta historia que se repite conviven áreas terminadas, a las que les faltan acabados, quizá mínimos, con andamios y pasillos en obra negra. Hacia la nave principal hay excavadoras. De vuelta al Cablebús, tal vez a las 17 horas, en su primera estación y su segundo día de apertura, puede verse, desde las alturas que la fila para entrar llega al interior del Complejo Cultural Los Pinos; 20 minutos antes, al cruzar el andén de Cineteca, una mujer con un bastón pide ayuda para pasar por el desnivel marcado por una canaleta de agua que atraviesa el camino de piedras de lo que antes fue la Zona Militar.