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“Vivimos una guerra sin nombrarla desde hace 12 años en México”. El eufemismo oculta la realidad de una sociedad que asiste al empequeñecimiento del Estado, al pragmatismo de los partidos políticos y a la inhibición del movimiento social. Ese es el diagnóstico del artista Carlos Amorales sobre el momento que vive México. Reconoce el peso que ganan la apatía y el desinterés ante un año electoral y unos precandidatos que rompieron con las ideologías para abrirle paso a alianzas que contradicen su historia.

¿Cómo ves el momento del país?

De la chingada. Es un momento muy difícil, y no sólo del país, es global. Vivimos una guerra sin nombrarla desde hace 12 años en México. Una guerra civil que no se expresa, ni siquiera hay una terminología honesta para decir qué está pasando. Es preocupante para las elecciones que vienen: ¿cómo se va a tratar eso?, ¿cómo se va a intentar resolver?

Incluso ya no nos estamos indignando como deberíamos, como fue en varios momentos, como en el caso de Ayotzinapa. Me preocupa leer que en la primera semana del año hubo 200 muertos; siento una especie de hartazgo ante tantas noticias. Me pregunto si no es que estamos ya en un momento que llamaría postideológico, donde las ideologías son algo del siglo XX y ya vamos a otra cosa. ¿Eso va a dar pie a otra forma de pensar y entender la política?, ¿o es puro cinismo? Estábamos acostumbrados a una división clara entre izquierda y derecha. Es muy rara esa alianza del PRD con el PAN. ¿Por qué la ideología ha dejado de tener un sentido? Creo que es puro pragmatismo.

¿Tienes esperanza?

Yo, esperanza, es lo que menos tengo. Es realmente la primera vez en que no tengo interés por nada. No me identifico con nada. No sé, para qué ni por dónde ir. La vez pasada sí me involucré; se hizo todo este movimiento de Arte por la Izquierda. Está fuerte porque es casi volverte apolítico, y siempre me ha interesado la política, pero siento desencanto. No necesariamente está mal; probablemente ayuda a ir a otra parte.

Qué piensas de Andrés Manuel López Obrador…

Se ha, perpetuamente, hecho candidato. No da pie a otras personas dentro su mismo partido. Es algo que siempre pasa con la izquierda: el mismo grupo, el mismo candidato, la misma gente; se vuelve una cosa muy necia. Aliarse con este partido de ultraderecha (PES), no lo entiendo; es supercontradictorio.

¿Y Ricardo Anaya?

A mí, el PAN nunca me ha gustado. Y el PRI es lo mismo: un pragmatismo absoluto. Ha sido un sexenio duro, raro, difícil, escandaloso, violento. Todos estos gobernadores prófugos... es un sistema que funciona de una manera horripilante y que tengan el pragmatismo de escoger a una persona que ni siquiera es de su partido, porque podría darles buena imagen, resulta, por un lado, fascinante porque es una aceptación absoluta de que van mal, de lo que son; pero, por otro lado, es como querernos vender una historia, como si volviéramos a nacer y a creerles igual. ¡Cómo te puedes identificar con algo así!

Crece la distancia entre la clase política y la sociedad…

Los políticos están en su mundo. Yo siento ese gran distanciamiento. Es como si la política se hubiera especializado tanto que sólo tiene sentido en sí misma; se ha vuelto una élite y se hace por interés personal. Aliarte con tu enemigo habla sólo de querer ganar un espacio de poder, no de defender una ideología.

Efímeros movimientos sociales.

Amorales advierte que los movimientos sociales, incluso los surgidos tras el terremoto, no acabaron por organizarse; se pregunta si no tiene que ver con la fantasía de participación que generan las redes sociales, o con cómo una noticia desaparece de un día para otro. Pero matiza:

“Tampoco es echarle la culpa a las redes sociales. El nivel de protesta pública que suscitó Ayotzinapa fue enorme, pero ver que a pesar de los escándalos, de la brutalidad y de lo evidente acerca de dónde viene, ese sistema se sigue perpetuando y que nunca se resuelve, lleva al cansancio. No sé si cinismo. Ese es el efecto de la impunidad; es la manera como nos está transformando la impunidad: da igual: se cae el edificio, no importa; se cae medio país, no importa; ganó las elecciones no sé cómo, no importa; se robó todo lo del Estado, no importa: ahí sigue. Me impactó mucho ver a finales de año que en este sexenio hubo más muertos que en el anterior. Ya ha habido más muertos que en la guerra de Yugoslavia, que fue una guerra histórica. Y es algo que se aparenta que no está. Hay eufemismos. En estos años algo se perdió; me pregunto si no tiene que ver con el tipo de gobierno que acabamos de tener…

¿Éste o el anterior?

Pues el que queremos que se vaya.

¿Cómo analizas la sociedad?

Se han ido gentrificando una serie de iniciativas ciudadanas. Tiene que ver con cómo se concibió la economía en estos seis años: hay menos Estado, menos derechos y, a cambio, la sociedad empezó a generar sus propios negocitos para subsistir. Cada quién se la está buscando de distinta manera: unos ponen una panadería, otros una peluquería… eso genera una cierta moda, un tipo de estética, es lo hipster... Da la sensación de que está maravilloso, pero si le quitas lo estético, lo que está sucediendo es que cada quien está viendo cómo sobrevivir.

Nos hemos vuelto un mundo de microempresas y en ese mundo es muy difícil que se pueda unir y generar una sociedad civil. Ese es el lado malo. Lo bueno es que somos más libres, hacemos lo que queremos, mientras tengamos salud y fuerza podemos generar dinero para ser independientes. Pero cuando no tengamos ni salud ni fuerza tampoco vamos a tener ni pensión ni seguridad social ni nada… Para generar dinero hay que trabajar todo el tiempo y sin tiempo no hay cuándo unirse a los demás para reclamar derechos.

Internet no es el culpable: es el reflejo de eso: cada uno tenemos nuestro avatar, estamos todos existiendo en esa maraña, entramos en sintonía con las cosas, nos da tiempo de hacer nuestros pequeños movimientos políticos, pero en la realidad volvemos al trabajo porque hay que conseguir.

No trabajamos para un fin idealista, un mejor país, un mejor mundo, estamos trabajando en relación a nuestros propios intereses. Y eso está pasando con los partidos: pasaron de ser partidos colectivos a microempresas que necesitan pragmatismo para lograr sus fines. Siendo un país de microempresarios ¿cómo podemos tener un movimiento social?

Si yo soy artista, y sólo me dedico a eso, desde ahí puedo empujar aquello en lo que creo; pero si además soy galerista y coleccionista ¿dónde tengo mi posición? Hay conflicto de intereses… La idea del bien común se vuelve un anuncio más, se vuelve parte de una retórica comercial.

Qué piensas de Secretaría de Cultura?, ¿qué se ha movido?

Se movió la tierra... Lo que pudo ser o haber sido, no fue, porque básicamente hubo un temblor y se cayó la mitad del patrimonio y hay un montón de conventos que restaurar, se va a ir todo en restauración, y está bien, pero todo ese dinero ya no se va a invertir en el presente, en la potencialidad cultural de nuestra sociedad y eso es súper desafortunado. La Secretaría de Cultura es una secretaría de reconstrucción del patrimonio.

Exhibición en el MUAC.

El 10 de febrero, Amorales exhibirá en el MUAC una muestra que no llama retrospectiva, sino revisión de carrera, de 25 años. “Es mirar al pasado, estando en el presente y pensando que quieres un futuro. Es mostrarla al país, a la sociedad en la que vivo”. Para la muestra, curada por Cuauhtémoc Medina, han seleccionado piezas que no se han visto en México; ahí estará la obra que hizo para la Bienal de Venecia. “Y hay una espina dorsal: la más teórica, las directrices de mi obra, lo que he venido pensando...”

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