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El río Sena, el mar Atlántico y el cielo de Vétheuil. Todos ellos tienen algo en común. El azul. El color que atrapó al artista francés Claude Monet y que ahora se convierte en el "leitmotiv" de una gran exposición en el museo Albertina de Viena.
El gran institución austríaca rinde así homenaje al padre de unos de los movimientos artísticos más importantes del siglo XIX, el impresionismo.
"Un mundo flotante" es el título que engloba esta exposición, que se abrió hoy al público y que se podrá visitar hasta el 6 de enero del año que viene.
Una gran alfombra azul
acompaña al público durante toda la exhibición y pretende sumergir a los visitantes al fascinante mundo de Monet (1840-1926), donde el agua es el gran protagonista en sus diferentes estados y condiciones.
Un centenar de obras conforman la muestra más amplia del pintor que Austria ha exhibido en los últimos 22 años.
En 1996, el emblemático museo Belvedere ya acogió en esta misma capital una de las exposiciones más grandes del artista, un evento que superó entonces los 300 mil visitantes.
Más de 40 museos internacionales y colecciones privadas de todo el mundo han prestado al Albertina los trabajos al óleo que poseen del pintor para completar esta monografía del conocido como "maestro de las luces".
Desde los grandes acantilados de la costa de Normandia, hasta el pictórico e idílico jardín de su casa en la localidad francesa de Giverny, pasando por las orillas del río Sena y las grandes avenidas del París moderno de finales del siglo XIX. La exposición realiza en orden cronológico un recorrido a lo largo de la vida artística de Monet y sus escenarios más conocidos.
Las muestra comienza en sus inicios, los años setenta del siglo XIX, con el nacimiento del movimiento impresionista y termina con una gran sala dedicada a la etapa más abstracta e intima del autor, el jardín de Giverny, situado a 70 kilómetros de París.
El puente japonés, el estanque de nenúfares y los más de mil 800 variedades de flores conformaban el edén donde Monet decidió pasar los últimos años de su vida.
Un espacio con una riqueza cromática extraordinaria donde el francés explotó al máximo su faceta más modernista y pintó los últimos cuadros de su carrera, unas obras que decidió no vender.
Los visitantes podrán apreciar en esta muestra algunos de los trabajos más populares que pintó el artista.
Éstos incluyen "Camile Monet y un niño", un retrato de su mujer y su hijo; "El barco estudio", el dibujo de la embarcación que utilizó como estudio en la región francesa de Argenteuil y "Pajar a la luz del sol", una obra admirada por Kandinski, aunque él mismo admitió sus dificultades para reconocer el objeto expresado.
Un hecho que corrobora que la importancia de las obras de Monet recae en la combinación cromática y lumínica y no tanto en la forma del objeto dibujado.
"En la barca" es la cabeza de cartel de la exposición. Un cuadro que no es, ni mucho menos, una de las obras más conocidas del autor pero que sintetiza las propiedades más significativas de Monet.
Una detallada atención al cielo y su reflejo en el agua, el juego cromático con la escala de azules, el interés por captar el movimiento sobre el río y las breves pinceladas que desplazan la atención de la forma de los objetos y la centran en la luminosidad del escenario.
La obra refleja una escena captada por el francés en 1887 en la bahía de Norvégienne, en el norte de Francia.
El cuadro proviene del museo Nacional de Arte Occidental de Tokio y su imagen luce ahora en las escalinatas de uno de los museos más importantes de la capital austríaca.
El Museo Albertina de Viena
, establecido en 1805 por el entonces Imperio de Habsburgo, alberga una de las colecciones gráficas más importantes de mundo, con más de un millón de piezas.
akc