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La emoción humana y la angustia son el "leitmotiv" de las pinturas del noruego Edvard Munch , pero también de sus grabados, una faceta que ahora explora el Museo Británico de Londres con la muestra centrada en el artista más grande del Reino Unido en los últimos 45 años.
"Desde que tengo memoria, he sufrido un profundo sentimiento de ansiedad que he tratado de expresar en mi arte", citó Munch (1863-1944) a principios del siglo XX.
Y así hizo el pintor noruego a lo largo de su trayectoria artística, de la cual sobresalen algunas obras como la icónica "El grito" (1893), que se presentó por primera vez en una exposición en Berlín enmarcada en la sección "Ansiedad por la vida" y que hoy es símbolo de la angustia y la desesperación.
Pero la de 1893 no fue la única pieza de "El grito" que Munch realizó a lo largo de su vida, pues existen varias versiones hechas con otras técnicas como la litografía, que es la que centra la exhibición "Edvard Munch: amor y angustia" del Museo Británico y revela nuevas teorías sobre la obra simbólica del padre del expresionismo.
En total, la muestra abarca 83 piezas pertenecientes a su etapa creativa de producción de grabados, comprendida entre 1890 y el final de la Primera Guerra Mundial en 1918, fecha que coincidió con un período de gran cambio social en Europa.
El dibujo de "El grito", creado dos años después de la famosa pintura con el mismo nombre, es una adaptación en blanco y negro de la original en la que hay una frase manuscrita por Munch en alemán que dice: "Sentí un fuerte grito atravesar la naturaleza".
Esta afirmación abre un nuevo debate sobre el sentido de la obra, según destacó la comisaria Giulia Bartrum durante la presentación, pues apoya la idea de que la figura que se representa no sería la que grita, sino que lo que hace es taparse los oídos para no escuchar los gritos, o bien de fuera, o bien de su interior.
Junto a esta litografía, la sala del museo londinense alberga el boceto de carbón y óleo anaranjado sobre papel de la pintura "Desesperación" (1892), que inspiró a Munch para realizar "El grito".
Pero más allá de relacionar al noruego con la imagen que forma parte del imaginario colectivo, "Edvard Munch: amor y angustia" pretende "dar a conocer las diversas facetas artísticas de un pintor que experimentó e hizo también impresiones y grabados muy innovadores", indicó a Efe el responsable del departamento de Grabados y Dibujos, Hugo Chapman.
De esta forma, la galería reúne diferentes espacios y trabajos de Munch que, aunque no están organizados cronológicamente, ofrecen una perspectiva global de los temas que preocuparon al pionero del arte moderno y que configuran un diario de su vida.
"Munch nació en Kristiania (actual Oslo) en 1863 y su infancia estuvo plagada de muertes y enfermedades familiares, entre ellas la de su madre Laura y su hermana Sophie, que fallecieron de tuberculosis", explicó Chapman.
Ambas pérdidas marcaron profundamente al creador y le llevaron a recrear posteriormente la escena, así como sus emociones internas, en muchas de sus piezas del ciclo pictórico "Friso de la vida" y en "Muerte en la habitación del enfermo" (1896) o "La niña enferma" (1907), que exhibe el Museo Británico.
Pero los demonios de Munch no fueron solo la angustia, la desesperación, la muerte y la enfermedad, sino también el miedo y el amor hacia las mujeres, así como la infidelidad.
Estos motivos aparecen en "Madonna" (1895), "Cabeza de un hombre en el cabello de una mujer" (1896), "Celos II" (1896) o "Noche de verano: la voz" (1894), un grabado que muestra la primera aventura amorosa fallida del artista con una mujer casada llamada Milly Thaulow durante un verano en la localidad noruega de Åsgårdstrand.
Un color recurrente en algunos de estos trabajos es el rojo anaranjado con el que pinta el pelo de las mujeres, que también incluye en "Vampira II" (1895), "Mujer de pelo rojo y ojos verdes: pecado" (1902) o "Consuelo" (1894).
En la evolución de Munch como artista, dos ciudades le influyeron especialmente. Estas son Berlín y París, las cuales conoció en sus viajes a finales del siglo XIX por una Europa que, para entonces, ya estaba bien conectada por la red ferroviaria.
"En su estancia en Berlín, Munch se ganó su reputación como pintor después de que una exposición suya horrorizara a la élite del arte tradicional", apuntó Chapman.
De esta etapa, destaca la xilografía "Cabeza con cabeza" (1905) que recuerda la compleja relación que se da entre los seres humanos.
En París, el expresionista se relacionó con numerosos artistas e intelectuales y estuvo muy influenciado por las ideas contemporáneas de pensadores como Max Klinger, Sigmund Freud, Henrik Ibsen o Friedrich Nietzsche -de este último, Munch hizo un retrato litográfico en 1906 que también recoge la muestra-.
"Edvard Munch: amor y angustia" y la capacidad del pintor noruego para representar las emociones humanas en estado puro podrá verse en el Museo Británico hasta el 21 de julio.
akc