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ssierra@eluniversal.com.mx
De manera equivocada —y hasta ingenua— se creía superada la polémica frente a desnudos eróticos que artistas como Egon Schiele y Gustave Courbet pintaron hace más de un siglo. Sin embargo, la censura ahí está.
Autoridades de Alemania y Reino Unido prohibieron los carteles con sus desnudos que, en el centenario de la muerte de Schiele, produjo Austria, país natal del pintor, para invitar a las exposiciones conmemorativas. En los posters, una etiqueta cubre el sexo de hombres y mujeres; ahí, la Oficina de Turismo de Viena advierte al público: “Lo siento, 100 años pero demasiado atrevido para hoy”.
La energía erótica del arte de Schiele provocó muchos escándalos en la sociedad de su época, aunque apenas vivió 28 años. Medio siglo antes de la muerte de él, la pintura El origen del mundo, de Gustave Courbet, también había perturbado con su desafiante fuerza a la sociedad francesa… La discusión, en buena medida, no ha cambiado: “¿es arte o es pornografía?”
Son varios los ejemplos de pinturas eróticas que por estos días han despertado, en diferentes circunstancias y contextos, la reacción de grupos, empresas e instituciones.
Destacan por el impacto de las obras o las instituciones comprometidas, los casos de Schiele, y Courbet —el próximo 15 de marzo un juez en Francia emitirá un veredicto después de que un ciudadano alegara que la red social Facebook clausuró su página en 2011 por reproducir una foto de El origen del mundo. Lo singular es la decisión del juez sobre la competencia de Francia en el caso, aunque la compañía alega que sólo puede ser juzgada en California.
“Estamos viviendo un reflujo, un regreso de la ola de todas las tendencias conservadoras que se sienten afectadas por los avances que hubo desde la declaración de los derechos y libertades, desde la postguerra”, advierte en entrevista el escritor Alberto Ruy Sánchez.
Esta idea la comparte el también escritor Eduardo García Aguilar, quien desde París habla del tema. Opina que enfrentamos una “agresiva ola de neopuritanismo” desencadenada por “las millonarias actrices de Hollywood”, una ola que recorre los países de Occidente, justo en los 50 años de todo lo que significó el movimiento del 68.
La artista Mónica Mayer reconoce que muchas obras de arte tienen contenido racista, clasista, imperialista, sexista o religioso, que reflejan una sociedad y un momento histórico, pero que no por eso deben censurarse. En su opinión, “la censura en el arte suele ser resultado del miedo”.
Lo que está pasando, apunta la curadora e investigadora Karen Cordero, responde a una incapacidad de diferenciar entre lo que es una representación pornográfica y lo que es una obra de arte: “La censura atenta contra una historia cultural, un contexto en el que se crea, y contra las convenciones y tradiciones con las que está dialogando esa obra, que es lo que le da otro sentido”.
Distintas censuras. En el mundo actual el surgimiento de la censura tiene varios rostros, agrega Ruy Sánchez. Cita el caso del salafismo en el Islam, y aclara que no es una expresión de todo el Islam sino de este sector conservador. Ejemplifica que, en el Vaticano, cuando van de visita jeques de Arabia, se cubren ciertas imágenes en las que hay desnudos.
Una segunda tendencia que Ruy Sánchez encuentra está en el protestantismo en los Estados Unidos donde no hay una figura de un censor —a diferencia del catolicismo— sino un fenómeno social de la delación: “La censura se ejerce por delación. No era importante si las brujas de Salem eran brujas, lo importante era que alguien lo creyera. Toda la sociedad reacciona favoreciendo esa delación, y es lo que sucede en las redes sociales. En Facebook no tienes un censor, tienes un botón que te permite denunciar, delatar la inmoralidad de algo o alguien, y el mecanismo social de la censura se desencadena. Pero es un robot”. Hace unos años, el propio Ruy Sánchez fue “castigado” durante 30 días por Facebook después de que alguien denunció una fotografía que había puesto en su muro.
La censura es algo constante en nuestras vidas, en muchos ejercicios cotidianos, matiza el curador en jefe del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), Cuauhtémoc Medina, y llama a recordar que este es un tiempo donde la cultura visual es muy importante a nivel global y que hay muchos choques:
“Tienes, de pronto, millones de personas que no eran públicos de muchas imágenes, en culturas muy diferenciadas, que concurren en el mismo espacio de representación (redes sociales). Tienes intereses comerciales, enfocados en capturar el mayor número, en lugar de servir a las libertades ganadas por los sectores que tienen a su cargo la producción cultural. Y tienes la reivindicación de una serie de formas de moral y religión tradicional en muchos lugares, pero sobre todo en el occidente cristiano decadente. Es una licuadora muy complicada”, dice el curador.
Medina recuerda censuras recientes, que no son sobre desnudos y que son graves y aún más complejas. Está por ejemplo lo ocurrido en el Guggenheim de NY con una serie de obras de China, “bajo el pretexto de que había amenazas de grupos activistas en derechos animales”. Luego, el caso de Brasil con la exposición Queer Museu, sobre diversidad, género y sexualidad cancelada a unos días de su exhibición en el Centro Cultural del Banco de Santander en Porto Alegre “porque grupos conservadores religiosos acusaron que promovía la ‘pedofilia’ y la ‘blasfemia’”. Apenas la semana pasada se dio un caso de censura que causó gran escándalo: fue contra el artista Santiago Sierra, cuya obra Presos políticos en la España contemporánea, fue mandada a descolgar por parte del recinto ferial IFEMA, sede de Arco.
“Los que estamos en el mundo del arte estamos obligados, claro, a tratar de ampliar el terreno de las libertades, pero no podemos hacernos tontos, no es una conversación bajo términos convenidos. No veo en una distinción de orden intrínseco entre una fotografía pornográfica y una pintura de un desnudo. Ese es un argumento que apareció en la época de las bellas artes para defender la existencia de desnudos en el campo artístico. Lo que puedo sostener es la ventaja política y educativa de que las instituciones culturales libres no tengan regulaciones de prohibición sino que estén dispuestas a negociar el choque de posiciones, pero no sobre la base de su privilegio intrínseco”.
Sobre lo que viene, el escritor Eduardo García Aguilar cuestiona: ¿Habrá que cubrir al David de Miguel Angel, a las Tres Gracias, ponerle slip a la mujer de Courbet, censurar los filmes donde aparecen escenas de sexo? ¿Habrá que separar a hombres y mujeres en empresas, escuelas, sitios públicos, como ocurría antes? ¿Todas las mujeres estarán obligadas a llevar la burka y el velo como las musulmanas en los califatos yihadistas y en los países dominados por el retardatario islam para alejarlas de la mirada lasciva del hombre, convertido por las actrices de Holywood sin distingo alguno en cerdos y monstruos como Harvey Weinstein? ¿Llegaremos a prohibir el sexo y el deseo? ¿Se prohibirá el coqueteo y la seducción? ¿Cinturón de castidad para las mujeres y castración para los hombres?