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Acostumbrados a hacer "más con menos" y orgullosos de su enseñanza "completamente gratuita", Cuba no quiere permitir que el futuro de su ballet lo condicionen la "escasez" y las restricciones impuestas por el embargo de Estados Unidos sobre el país, una de las plazas fuertes de la danza mundial.
La isla -donde el arte apasiona- se toma muy en serio la formación de sus estrellas en ascenso, para lo que el Estado cubano destina millones de dólares a una enseñanza en la que prevalece el talento como principal requisito.
"Para educar a un bailarín integral hacen falta recursos: zapatillas, mallas, transporte y alimentación. Todo eso cuesta, pero con el 'bloqueo' cuesta más", explicó hoy a la prensa Ramona de Saá, directora de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso , principal "cantera" del país.
Desde su pequeña oficina y flanqueada por carteles de Carlos y Yonah Acosta, dos de sus exalumnos más famosos, De Saá dirige a unos 300 estudiantes cubanos y cerca de 40 extranjeros, quienes siguen el curso completo en la institución que honra a su fundador, uno de los creadores de la llamada "escuela cubana de ballet".
En el centro, ubicado en un antiguo palacete de la Habana Vieja, a cada estudiante se le ofrece gratis lo que necesita para estudiar la disciplina, materiales que "saldrían mucho más baratos si se compraran en Estados Unidos en lugar de Europa o China".
"Tenemos 20 salones, y en ellos tenemos equipos de música e instrumentos para los ensayos y clases. Ya necesitamos piezas para ellos", advirtió la maestra, alumna de Fernando Alonso y la legendaria Alicia Alonso, quien a sus 96 años todavía dirige el Ballet Nacional de Cuba.
Para la directora "todo vale" para garantizar la educación, por eso se encargan allí mismo de reparar las zapatillas y buscar otras formas de financiación mediante convenios con escuelas de Europa y Latinoamérica y, dentro del reciente "deshielo" con EU, también con instituciones de Chicago y Nueva York.
De Saá asegura que el intercambio con sus homólogos estadounidenses ha sido "fructífero" y una "sorpresa, sobre todo para los que se fueron al inicio de la Revolución", pero ve un futuro "incierto" para estas colaboraciones con la nueva política hacia Cuba del presidente Donald Trump.
Mientras, más centrados en posicionar correctamente los pies que en la política, una docena de adolescentes ensaya una coreografía, dirigidos por una también joven profesora, parte de la iniciativa de la maestra De Saá de traer a noveles figuras del Ballet Nacional hacia la Escuela, como hizo Alonso en su día.
"Las clases son muy exigentes, y nos preparan muy bien. Hemos compartido con estudiantes de otros países que nos elogian el nivel", dijo a Efe Daniel, uno de los alumnos cubanos.
Aunque el calor tropical de los salones de ensayo -sin aire acondicionado- a veces es molesto y la calidad de las zapatillas no es la mejor, "no nos importa porque venimos a aprender, con el sueño de bailar y triunfar", agregó.
Sobre la cantidad de varones que llenan las aulas, De Saá indicó que eso demuestra "que solo se atiende al talento" y ya se han dejado atrás prejuicios de "otras épocas".
"En la escuela tampoco hay racismo. Si 'viajan' por la escuela verán más negros que blancos, no por que lo hayamos querido así, sino porque entran los que tienen talento. Es nuestro requisito más importante", aseguró.
Cuba cifra en 822.280 millones de dólares los daños ocasionados por el embargo estadounidense desde su imposición en 1962.
Solo desde abril de 2016 a junio de este año, el "bloqueo" ha provocado pérdidas por 4.305 millones de dólares, de ellos más de 35 millones en la sector de la Cultura, según el Gobierno de la isla.
Unos 900 alumnos estudian ballet dentro del sistema estatal de Cuba, divididos en varias escuelas elementales, la Escuela Nacional de Ballet y la Escuela de Ballet de Camagüey (centro), también fundada por Fernando Alonso.
A ellos se unen los cientos de estudiantes extranjeros que viajan anualmente a la isla para recibir cursos, entrenamientos y los menos para seguir el programa completo de tres años de la Escuela Nacional, la mayoría de México, Colombia, Italia y Estados Unidos.
Las mexicanas Aída y Wilma esperan ser de los pocos jóvenes extranjeros que estudian y conviven con los futuros bailarines cubanos, con la única diferencia que los alumnos foráneos sí pagan la matrícula y el alojamiento.
Las jovencitas esperan junto a un grupo de sus compatriotas, de 15 y 16 años, los resultados de las audiciones para entrar al centro, un "sueño" que muchas tienen "desde niñas pequeñas" y que quieren "hacer realidad" ahora que son "un poco mayores" y sus padres les permiten vivir en Cuba.
sc