Bogotá, Colombia. —Pese a saber la relevancia que tiene el arte y la cultura para el humano, es el sector donde usualmente se titubea al momento de destinar recursos, principalmente públicos, pero también privados. Por eso el sector ha tenido que rendir honor a su naturaleza y hacer uso de su creatividad para recaudar fondos. Las fundaciones, el mecenazgo y recaudación son algunas vías a las que museos y centros culturales recurren para su financiamiento. Sin embargo, es usual que estas instituciones queden al centro de intereses políticos e intereses económicos de la industria privada. ¿Cómo navegar ese camino?, ¿cuándo se pierde la delgada línea que separa lo legal de lo ético? Estas fueron algunas de las preguntas que los especialistas Carolina González Castro, directora de la Fundación Museo Reina Sofía; María Lucía Alemán, directora del Museo de Arte Contemporáneo de Panamá (MAC); Louise Bernard, vicepresidenta de la Fundación Obama; Nicolás Gómez Echéverri, director de Museos del Banco de la República; Piergiorgio Pepe, profesor de Ética en Sciences Po (París) y Simon Castets, director de iniciativas estratégicas del Luma Arles abordaron en una mesa de diálogo que se llevó a cabo en ARTBO, feria de arte en Bogotá, Colombia, que ayer inicó sus actividades.
En Estados Unidos hay una larga tradición de que los expresidentes funden una biblioteca; en el caso de Barack Obama se tratará del Obama Presidential Center, un centro cultural que está en desarrollo. La vicepresidenta de la Fundación Obama explica que las bibliotecas presidenciales están financiadas con dinero federal, pero el centro de Obama será la excepción, pues está financiado con dinero privado que la Fundación se dedica a recaudar. “Nos separamos de la estructura financiera del gobierno. Nos financiamos de forma privada, claro que esto significa que tenemos un consorcio de donadores a nivel global. Somos muy cuidadosos con ese tema... Actuar por el bien común está implícito en nuestra forma de trabajo”, dijo Bernard.
La Fundación del Museo Reina Sofía, en Madrid, tiene un mecanismo estricto. Se trata de una entidad privada, conformada por coleccionistas iberoamericanos, que trabajan con la misión de crecer la colección del museo, que es una institución pública. Fundada desde 2012, ha adquirido más de mil piezas de arte, valuadas en unos 25 millones de euros (el 90% del dinero se destina a compra de obras y el 10% a su operación).
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La directora de la Fundación explica que el Reina Sofía cuenta con un presupuesto público, aunque cada vez más se le exige financiamiento autogenerado. Al tratarse de un museo de arte contemporáneo, se enfrenta a un mercado de arte con piezas a costos “elevadísimos”, es por eso que la Fundación entró a la escena. “Cuidamos mucho el aspecto de que los miembros sepan que se están asociando a una entidad pública y, por la reputación e identidad, exigimos los niveles éticos más altos posibles”, dice.
Durante la mesa de diálogo, el moderador planteó: “A caballo regalado no se le miran los dientes”, a lo que González Castro respondió que en el caso del Reina Sofia sí son quisquillosos, pues así sea una obra importante, si el donador no es coherente con la imagen del museo, la rechazan.
Si de por sí es complicado sacar adelante a un museo o centro cultural, la situación del financiamiento es más complicada cuando la institución cultural se ubica en una ciudad o país pequeño, como Panamá. El Museo de Arte Contemporáneo de Panamá (MAC) es el único museo de arte en el país, afirma su directora. Es una institución privada que requiere un millón de dólares al año para seguir funcionando, cifra que no tiene asegurada ni por parte del gobierno ni de las empresas privadas, por lo que deben de ser creativos para buscar las fuentes de financiamiento: una gala y una subasta. La situación es tan complicada que hasta hace poco el museo comenzó a cobrar boleto de ingreso, pese a su debate.
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En el conversatorio se reflexionó cómo instituciones culturales más pequeñas enfrentan el dilema de aceptar donaciones con dinero legal, pero no necesariamente con un trasfondo ético.
“Para las instituciones pequeñas, es comprensible que, siempre que el dinero sea legal, lo acepten”, indicó Castets.
En ello concuerda la directora del MAC, pues dice que si bien hacen una investigación en la primera capa del historial del donante, no profundizan más. La cuestión es que si se ponen a mirar los dientes del caballo regalado, corren el riesgo de cerrar sus puertas y desaparecer.